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Impulsada por los buenos resultados de la zafra anterior, la inversión en maquinaria agrícola de la campaña 2022-2023 fue 34% mayor que en la zafra previa, según el índice elaborado por el estudio Carle & Andrioli con base en los valores importados de tractores, cosechadoras y sembradoras.
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En la temporada terminada en junio las importaciones de esos equipos totalizaron US$ 269 millones. Luego del máximo alcanzado en 2013-2014, el Índice de Inversión en Maquinaria Agrícola (Idima) se ubicó en niveles bajos en los años siguientes, para comenzar a recuperarse a partir de 2019-2020. El aumento en 2022-2023 fue, de todos modos, el más modesto de este último ciclo de crecimientos. Incluso, en el último cuatrimestre de la zafra —entre marzo y junio de 2023— se dio una caída de 21%.
En la campaña anterior, debido a la guerra en Ucrania, los precios internacionales de los productos agrícolas tuvieron una significativa alza de 28%. Ahora, en la zafra finalizada en junio pasado, las cotizaciones se ajustaron a la baja en 24%, de acuerdo con el índice de cereales de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación (FAO, por su sigla en inglés). Por otro lado, en esta zafra 2022-2023 los costos medios agrícolas ponderados subieron 13% medidos en dólares, en relación con la campaña anterior, por los aumentos de varios componentes, como fertilizantes, combustibles y salarios. “El conflicto bélico en Ucrania, además de incrementar los precios de los alimentos, generó subas importantes en insumos agropecuarios y energía”, contextualizó el análisis de Carle & Andrioli, firma miembro independiente de GGI Global Alliance. Asimismo, la zafra finalizó con una caída del tipo de cambio superior a 6% que, con un alza del Índice de Precios al Consumo de 6%, determinó un incremento de 13% en dólares de los componentes de costos en moneda nacional. En particular, los salarios tuvieron aumentos de 18% en términos de esa divisa.
En las dos últimas zafras agrícolas se acumularon subas de costos en dólares de más de 30%, lo que según la consultora “plantea desafíos para la nueva campaña”.
Producción
En la zafra cerrada el mes pasado la superficie cultivada superó los 2,2 millones de hectáreas, lo que significó un crecimiento de 15% frente a la anterior, se ubicó 7% por debajo del máximo histórico y superó en 16% el promedio de la última década. Por rubros, se destacó el incremento de los cultivos de colza y trigo.
Respecto del año anterior, las productividades fueron superiores en el caso del trigo y la cebada. En los de verano, el arroz logró un rendimiento máximo histórico, mientras que la soja y el maíz registraron caídas extraordinarias por el déficit hídrico. En particular, los rindes de la soja superaron en 23% a los de la campaña anterior y se ubicaron en el 28% del promedio de la última década. Esto determinó la interrupción de la tendencia creciente de los rendimientos medios agrícolas, con una caída de 4% en el índice de productividad elaborado por Carle & Andrioli sobre la base de la media móvil de cinco zafras de los rendimientos ponderados.
Los rendimientos impactaron en la producción, con una afectación importante del producto agropecuario (cayó 10% interanual en los primeros nueve meses) y en las menores exportaciones en esta zafra.
En el quinquenio 2010-2014 se alcanzaron valores altos en el indicador de inversión anual de máquinas y equipos por hectárea cultivada, que descendió en los años siguientes. Hasta fines de 2022 los productores incorporaron mayores niveles de inversión y tecnología en el proceso productivo, lo que tiene una incidencia positiva para las operaciones y los costos. Según el estudio, en toda la zafra fueron de US$ 120 por hectárea.
Por tipo de equipamiento, el mayor incremento se dio en los tractores (38%), mientras que las cosechadoras aumentaron 34% y las sembradoras, 28%. Esos aumentos obedecen en parte a que en la zafra anterior la incorporación de la maquinaria agrícola presentó algunas dificultades por atrasos en la entrega.
Financiamiento
De acuerdo con la información del Banco Central citada en el análisis, los préstamos bancarios al agro ascendían a US$ 3.175 millones a mayo; al cierre de la campaña la relación deuda bancaria-Producto fue de 60%, algo superior que la de su inicio. Específicamente, los préstamos dados al subsector agrícola crecieron 12%. La morosidad se ubicó en 1,1% de la cartera, un guarismo históricamente bajo. “En la zafra la suba de las tasas determinó un mayor costo financiero, lo que puede determinar mayor presión al servicio de deuda en un contexto más adverso”, señaló Carle & Andrioli.
En la primera parte de la zafra el sector utilizó los beneficios impositivos de la inversión, lo que permitió el financiamiento parcial de inversiones en máquinas agrícolas y equipos de riego, mediante ahorro de impuestos.
Perspectivas
Al finalizar la zafra 2022-2023 los ajustes a la baja de los precios agrícolas, la “presión alcista de los costos y menores productividades por el déficit hídrico moderaron las decisiones de inversión” en el sector, indicó el estudio. Al comenzar la nueva zafra 2023-2024 con un contexto de menores precios y mayores costos, “la superficie cultivada disminuirá, al igual que las inversiones”, vaticina, apoyado en encuestas oficiales que anticipan una baja de 12% en la intención de siembra de los cultivos de invierno.
Carle & Andrioli sostiene que, en el caso de la soja, los productores orientarán sus decisiones a reconstituir su capital de trabajo afectado por la pérdida de producción determinada por la sequía.