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    “Que cada escenario sea un aporte a la construcción colectiva de la política cultural”

    El director de Cultura de la IM, Héctor Guido, anunciará Montevideo Libre, una tarjeta cultural para 60.000 estudiantes de enseñanza pública y otorgará a Cinemateca una nueva sede con tres salas

    Participó en más de treinta obras teatrales, integró el elenco estable de Radioteatro del Sodre y dirigió varias puestas, como la recordada “Inodoro Pereyra”. Si bien su voz aún resulta familiar en algunos avisos radiales, Héctor Guido está alejado de los escenarios desde que la intendenta Ana Olivera lo convocó en 2010 para ser director general de Cultura de la Intendencia de Montevideo (IM). Guido dirige un departamento que tiene 1.200 funcionarios y que en el 2013 manejó un presupuesto de $ 256.117.543 (aproximadamente U$S 12.000.000) para el funcionamiento de todas las unidades, incluidas las contrataciones artísticas como las que hacen los cuerpos estables. En este momento, el director de Cultura está abocado al lanzamiento de la tarjeta Montevideo Libre, que podrán usar 60.000 estudiantes de Bachillerato público de Secundaria y UTU. “Cierra un circuito de tres años de trabajo. Habíamos detectado a los jóvenes como un sector social muy vulnerable, por eso decidimos volcar todo el capital en ellos”, explicó el director. La tarjeta permitirá que los jóvenes asistan gratuitamente a espectáculos culturales y deportivos en salas públicas y privadas. El diseño no se hizo con el equipo de diseñadores de la IM, sino que estuvo a cargo de Miguel Ángel Urruzola, contratado por Guido como asesor externo para este proyecto (ver recuadro, página 42). “Hay un tiempo para trabajar y otro para difundir”, dice el director, que se tomó su tiempo para conceder esta entrevista. Sobre el balance de estos tres años y sobre lo que llevará a cabo en lo que queda de su administración, que incluye el apoyo a Cinemateca Uruguaya (ver recuadro, página 43), el lunes 30, Guido recibió a Búsqueda en su despacho.

    —Después de tres años de gestión, ¿cuáles son sus materias pendientes?

    —Que todo lo hecho sirva para generar un gran cambio cultural, que lo necesitamos como ciudad y como país. Afirmo siempre que los cambios son culturales o no son. Apostamos fuerte a los jóvenes porque la cultura es un factor de integración y de cambio de conductas. El gran objetivo es cambiarle la vida a la gente para mejor, para recuperar valores y detener el proceso de crispación de la sociedad. Yo vengo del área artística...

    —Que no ha dejado del todo...

    —Sí, ahora la tuve que dejar, lamentablemente. Esta tarea impide ensayar todos los días e implica descolgarse del mundo propio por un buen tiempo. Tenía una visión muy crítica con lo que pasaba en los ámbitos tradicionalmente políticos. Sentía que la cultura estaba siendo postergada. Me llevó un tiempo darme cuenta de que, empezando por (la intendenta) Ana (Olivera), existe una clara percepción del tema cultural, que se extiende a todo el gabinete. Soy de una generación en la que algunos dieron la vida por los cambios y otros dieron años. Cómo no voy a poder entregar yo cinco años.

    —Pero no se descolgó de las locuciones radiales publicitarias...

    —Eso lleva muy poco tiempo. Integré el radioteatro del Sodre, y la radio me fascina. Me presentan un texto para grabar y no tengo mayores dificultades. Arreglás dos o tres trabajos, te reservan horario en el estudio y las hacés en 20 minutos. Al escucharlas recuerdo que alguna vez hice teatro (ríe).

    —En el Teatro Solís la programación se está centrando en teatro y danza, mientras que los espectáculos de música popular pasaron en su mayoría a la Sala Zitarrosa. ¿Fue un cambio de lineamiento del Departamento de Cultura?

    —Desplazamos la música popular a la Zitarrosa porque nos preguntamos qué justificación tiene la inversión que hicieron los ciudadanos en esa sala que se diseñó especialmente para música. Nos planteamos ponderar la programación de la Zitarrosa y convocamos a los músicos a que se la apoderaran como el escenario que habían reclamado. En el Solís tenemos una inversión muy grande en la Orquesta Filarmónica y en la Comedia Nacional. Pero los espacios de una u otra manera conviven en una especie de “ecosistema”, una palabra que le robé a Gonzalo Carámbula. Lo que hemos hecho en esta Administración a través de la Dirección de Promoción es que cada escenario sea un aporte a la construcción colectiva de la política cultural. Los directores no tienen que competir por tener la mejor unidad; lo que tienen que tener es el mejor proyecto sumado. Esto para nada implica que en el Solís se diga: “Acá no va la música”.

    —En el Solís se creó el cargo de director de programación, que en este momento ocupa José Miguel Onaindia. ¿Por qué fue necesario?

    —No es la creación de un cargo, es una función. Lo que planteamos fue una dirección interina y una contratación a término para contribuir en el diseño de los contenidos y en el asesoramiento artístico. Onaindia y mucha gente del medio traen propuestas, se estudian y evalúan en la Dirección General. Algo que tengo claro es que el centro de las políticas culturales no somos ni los directores ni los gestores, sino el ciudadano.

    —Cuando asumió en enero como interino, Walter Bagnasco dijo en una entrevista que estaba seguro de que iba a ganar el concurso para director del teatro. ¿Qué le parecieron esas declaraciones?

    —Habrá un llamado a concurso para la dirección del teatro y Bagnasco está habilitado para presentarse. Lo otro, lo que declaró, es la confianza que tiene en sí mismo, lo que refleja sus ganas de ganar el concurso.

    —¿Cuándo saldrá el llamado?

    —Ya está encaminado, solo falta ajustar los lineamientos generales, también para el concurso de dirección del Teatro de Verano.

    —La semana pasada se reunió con el comité de base de los funcionarios del Solís y con Adeom. ¿Trataron las denuncias contra Bagnasco por destrato al personal?

    —Sí, se habló, y estamos trabajando para crear un clima de convivencia armónico. También he recibido la otra visión, sobre la dedicación y el trabajo constante de Bagnasco en el teatro. No quisiera que apareciera en mis palabras otra cosa, solo que estoy escuchando los problemas y que creo que son absolutamente lógicos. Hay gente que se ha resistido a los cambios y algunos no entienden que las políticas culturales se diseñan acá en la Intendencia. Bagnasco es un ser entrañable que tiene una manera de ser muy espontánea y extrovertida, muy necesaria y muy buena, aunque no siempre es comprendida. Lo aprecio profundamente, es un ser humano maravilloso, pero no todo el mundo tiene por qué aceptar cómo somos. He recibido como corresponde las inquietudes del comité de base del Solís, las tuve en cuenta, conversé con Bagnasco y sustantivamente no visualizamos ningún problema más allá de la resistencia a un proceso de cambios.

    —A comienzos de este año robaron un cuadro en la sala del Subte y también hubo robos en el Museo de las Migraciones y en la propia Intendencia. ¿En qué están las investigaciones?

    —En el caso de los tres cuadros de Arotxa desaparecidos en la IM, se hizo la investigación y no se encontraron las piezas, entonces se hizo la denuncia penal. La intendenta tomó una decisión cuando robaron una pieza de Figari de su despacho. Decidió que las obras se concentraran en los lugares apropiados y que se iniciara una investigación administrativa por lo que estaba faltando. Apareció la mayoría de la obra que estaba perdida y aún quedan pequeñas piezas sin ubicar que tienen poco valor en el mercado. Lo que hay que ajustar son los protocolos para recibir obras de arte en la administración pública. Por eso en este despacho las paredes están vacías.

    El Blanes tuvo que cerrar un domingo porque había faltado personal y su directora, que recién había asumido, sintió que no había seguridad suficiente. ¿Se está pensando en la seguridad de los museos?

    —Sí, se está pensando. En el Blanesestaba en curso una solicitud de personal que había pedido la directora, y estaba por llegar en el momento en que decidió cerrar. En el Subte se reforzó la seguridad.

    —Da la sensación de que le molesta cuando trasciende determinada información negativa. ¿Es así?

    —No, no... Lo que es muy curioso es que a veces despierta interés algo muy menor y no se ve lo macro. Montevideo tiene una inversión imponente en el incentivo a la producción en teatro, danza, música y cine, la creación del Consejo Departamental de Cultura, el aporte al mantenimiento de las salas. El músico, el actor y el bailarín ahora tienen una sala donde actuar, el escritor tiene un lugar donde presentar su libro y la sala está en condiciones de recibirlos. Además de ser un lugar de convivencia de los espectadores, ahora la sala pasa a ser un centro de convivencia de los artistas, y estos mejoran su calidad de vida. Nunca nadie lo contó...

    —Por eso estamos aquí...

    —Creo que hay un tiempo para trabajar y otro para difundir. En estos tres años hemos trabajado lo más silenciosamente posible, teníamos que madurar el proyecto, garantizar la participación ciudadana a través de los municipios. Teníamos las cifras de quienes no acceden a los bienes y servicios culturales y debíamos generar la descentralización para que accedieran. Hablando claro, teníamos en riesgo muchos espacios culturales por razones de costo de mantenimiento, nada más ni nada menos que un complejo como Cinemateca (ver recuadro). Fuimos elaborando el diagnóstico en ese espacio participativo y consultivo (Consejo Departamental), y llegamos a una solución colectiva. Los dineros públicos deben tener una contrapartida pública para el ciudadano.

    —¿A cuánto asciende la inversión de la IM en el Plan de Fortalecimiento de las Artes (PFA) y cómo se administra ese dinero?

    —En esta segunda edición es una inversión cercana a 30 millones de pesos. El PFA abarca teatro, música, danza, letras, la infraestructura de las salas. El desafío era la Ley del Artista que había sido aprobada (en 2008), una ley histórica que reconoce a los artistas como trabajadores. La cumplimos al pie de la letra a través de las cooperativas artísticas, encargadas de los cobros y las retenciones. Por eso transferimos esos dineros a las organizaciones sociales y gremiales, a través de un llamado a concurso público para que administren esos fondos, les paguen a los artistas y rindan cuentas. Eso es un gran cambio y es una decisión política. En una época donde se incentiva sobre todo el éxito personal, esto implica promover la organización de los artistas, y eso permite un importante ahorro público.

    —¿El Galpón recibe algún apoyo extra al PFA?

    —Ninguna institución recibe más allá de lo que planteó en su federación, en este caso la Federación Uruguaya de Teatros Independientes, a través de sus contadores, con el aval del resto de las salas.

    —Las obras en el Teatro Peñarol, iniciadas por la dirección de Mauricio Rosencof, se suspendieron en 2010. ¿Se van a reanudar?

    —Ese proyecto está postergado porque requiere una inversión muy importante y depende de conseguir fondos internacionales. Y hoy eso está más complicado.

    —Tiene un talante muy político y habla con proyección nacional. Hay quienes lo ven como ministro de Cultura...

    —No, no... Siento que estoy en la política desde mi adolescencia, por las circunstancias. Luego me tocó algo maravilloso, que es convivir en instituciones donde somos en la medida en que sumamos entre todos: la experiencia del teatro independiente, principalmente El Galpón, la resistencia a la dictadura, la apertura de otras salas como La Máscara, las pegatinas de canto popular en el Astral... Todo eso me ayudó a tener este despacho lleno de artistas.

    —¿El proyecto de Cultura de la IM es extrapolable a nivel nacional?

    —Creo que sí, pero son realidades muy diferentes. Montevideo tiene una infraestructura muy grande, pero esa concentración da una capacidad de gestión acotada. La Dirección Nacional de Cultura revierte actualmente un proceso muy importante de destrucción de salas en el interior. Me pongo en ese lugar y es extremadamente complejo. No lo digo por quedar bien con nadie, pero los avances en cultura en el ámbito nacional son muy importantes. La lucha de todos los directores de Cultura de las Intendencias es dura, sean frenteamplistas, blancos o colorados. Es una tarea muy exigente.

    —¿Cuánto invierte la IM en Montevideo Libre?

    —Nada. Se financia con la contrapartida de lo que dan las salas. Por convenio del PFA, cada sala de Montevideo le da a la IM el 20 % de las localidades vendidas. Lo que nos faltaba definir era quién iba a ser el destinatario de esa contrapartida. Y decidimos que fueran los jóvenes. También se podrán recibir fondos de una empresa privada u organismos públicos que contribuyan al proyecto. Con eso se puede organizar por ejemplo un recital de rock solo para los jóvenes. Habrá una matriz inamovible de salas y espectáculos que se pueden usar, y después se podrá negociar con los productores privados para algunos espectáculos.

    —¿Qué les respondería a quienes piensen que este proyecto tiene fines electorales?

    —Nunca se me ocurrió que pudiera tener fines electorales, nadie pensó en nada de eso. Lo que sí pensamos es que no podemos permanecer ajenos a las problemáticas sociales si tenemos con qué contribuir.

    Diseño de Urruzola

    —El diseño de la tarjeta lo hizo Juan Ángel Urruzola. ¿Por qué se contrató a un diseñador externo si hay un equipo de la IM?

    —Muchas dependencias, como la Comedia o la Banda Municipal, tienen equipos de diseño, pero no todo se diseña en la IM. El Departamento de Cultura trabaja con una agencia de publicidad, Gurisa (dirigida por Claudio Invernizzi), encargada de todo. Con ellos hicimos Montevideo Capital Iberoamericana de la Cultura y está encargada de la comunicación del proyecto Montevideo Libre. Esto requería de muchas horas de trabajo en reuniones que tuve con el Codicen y con el Mides. Entonces solicité tener un diseñador que fuera observando los perfiles que iba a tener la tarjeta. Hice una compra para que la empresa (Negro Oscuro, de Juan Ángel Urruzola), hiciera el seguimiento del proceso y me trajera propuestas. Esa propuesta la pasé a la agencia y la llevé al gabinete. Quien terminó aprobándola fue el gabinete.

    —¿Hacerlo por fuera de la IM no configura una falta?

    —No, yo puedo asesorarme por la persona que entienda conveniente. Y como director general tengo todo el derecho de proponer diseños para Cultura. Pero trabajamos de modo muy orgánico con la agencia de publicidad que la Intendencia tiene contratada, y que determina la salida y la pauta. Yo tenía como asesor a Héctor Manuel Vidal, que debió renunciar, y luego tomé a Brian McKern, que también debió asumir otras responsabilidades en la IM. Como me quedé sin asesores, me vino bien contar con este diseñador, que además participó en el desarrollo de la propuesta de Comunicación.

    —¿Cuánto salió el diseño que hizo Urruzola?

    —De junio a setiembre fueron $ 47.000, IVA incluido, por mes.

    Cinemateca en el ex Mercado Central

    “Tengo un momento histórico que vivir y es sentarme con la señora intendenta y la directiva de Cinemateca para firmar la entrega de tres salas de exhibición”, comenta Guido. Las salas van a funcionar donde estaba el Mercado Central, frente al Teatro Solís. Allí se construirá el edificio de la Corporación Andina de Fomento (CAF).

    Como contrapartida, la IM se quedará con la planta baja del edificio, y Guido propuso en el gabinete municipal que ese espacio se le diera a Cinemateca Uruguaya bajo el régimen de comodato. “Me siento orgulloso de esta resolución, no sé si otro gabinete me hubiera hecho caso. Cinemateca está pasando por un momento muy difícil”, dijo. Las salas tendrán una capacidad aproximada de doscientas localidades.

    Guido explicó también que el Departamento de Cultura piensa contribuir con Cinemateca en el mantenimiento del archivo fílmico de la institución. “Esto significa que con el tiempo lograremos valorar lo que significó Ana Olivera en el proyecto de Cultura”, agregó.