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    ¿Qué planes tienes para el viernes?

    Florencia Núñez estrena los dos premios a sus canciones en la Sala Balzo

    En menos de una semana la vida le sonrió dos veces a esta rochense de 24 años. El 22 de setiembre su disco Mesopotamia (La Nena Discos, 2014) ganó el Graffiti a Mejor Álbum Indie. Pocos días después su canción Pacto obtuvo el primer lugar en el Premio Nacional de Música del MEC a obras inéditas en la categoría Rock, Pop y Tendencias, dotado de 100.000 pesos. “¡Nunca tuve ese dinero junto en mi vida! Es una canción a la necesidad de hacer canciones, a eso que te mueve, que te inspira, que te saca del pozo. Es una necesidad que te corre por la sangre, las ganas de salir de ese lugar trancado. Y ese tema me destrabó y me hizo arrancar el año. Y cuando lo escuché por primera vez después de la mezcla no podía parar de sonreír. No es usual que una canción mía me guste de entrada”, dice Florencia Núñez mientras deja enfriar una taza de café en Lion D’Or, a las ocho y media de la mañana.

    La noche anterior ensayó tres horas, después de salir de su clase de posgrado en Comunicación. Luego de la charla con Búsqueda se va a su trabajo en una firma de accesorios para automóviles, donde se encarga de la imagen empresarial. Al mediodía cortará para una entrevista y a media tarde hará otra. Es la mini campaña de prensa para promocionar el show que dará el viernes 30 a las 21, con su banda completa en la sala Balzo, en el marco del ciclo Canciones de los Veinte, dedicado a nuevas cantautoras (entradas a $ 300 en Tickantel y boletería). “Hace mucho que no me tiro en un sillón, es lo que tiene el multiempleo”, se ríe.

    Florencia grabó y produjo su disco solo con el dinero del Fonam, sin sello, ni promoción ni videoclips. Durante el último año, su nombre ha circulado boca a boca y en las redes, junto al de Franny Glass, Alfonsina y Lucía González, por citar solo tres de la gran cantidad de cantautores que emergen todo el tiempo en Montevideo.

    Desde la primera canción, Qué planes tienes para el sábado, su voz casual, fresca y despreocupada resulta muy agradable. A ese foxtrot le debe buena parte de su pequeño suceso. De hecho, fue elegida por el cantautor argentino Lisandro Aristimuño para su plataforma “Música sin Fines de Lucro”, que promueve a jóvenes compositores.

    Su levedad atraviesa los doce temas de este disco que nos pasea por varios géneros de la mano de ese timbre algo nasal, extrañamente atractivo. Visita el jazz acompañada por la saxofonista Ale Genta en Uff, tonada que le recuerda a la brasileña Adriana Calcanhotto, una de sus voces preferidas. Viaja al samba-bossa en Tu nueva foto, pasa por la chacarera en Casi soneto para la no justificación de una compra, junto a Martín Buscaglia, y descansa en una balada bucólica llamada Siesta.

    Otra luz en este álbum encendido es Cabo, un candombe que ya integra la extensa banda sonora poloniense, junto a Buscaglia, Abuela Coca y los hermanos Drexler. “Tengo la suerte de que los músicos de mi banda son mis amigos, y son bastante candomberos. El tecladista (Santiago Miraglia) es enfermo de Hugo Fattoruso, así que tenía que haber un candombe en el disco”, cuenta. De hecho, el tema tiene un solo de sintetizador setentoso de la más pura cepa fattorusiana, de esos que dividen las aguas entre amor y odio.

    Florencia cuenta su historia con luz en los ojos. Nació y creció en una ciudad dominada, como tantas, por la música tropical y el pop latino de Arjona, Montaner, Thalía y compañía. De todos ellos, rescata a Shakira, cuyas canciones de Pies descalzos y ¿Dónde están los ladrones? marcaron su infancia, bañada durante el verano en las playas de La Paloma. “En ese ambiente, sin dudas, mi oído fue moldeado por la canción y por la melodía”, asegura. Somos lo que oímos, dicen. Su música, matizada por melodías sencillas y directas, es una buena prueba.

    A los ocho años fue elegida por su voz para el coro departamental de Rocha, donde cantó hasta bien entrada en la adolescencia. Está convencida de que esas actuaciones la familiarizaron con el escenario de un modo muy natural. “Siempre me gustó estar ahí arriba. Bajo el foco puedo pensar y hacer cualquier cosa, soy yo misma, al máximo, puedo jugar a ser la mujer maravilla”.

    A los 15, luego de aprobar el First Certificate, les exigió a sus padres, como premio, que la anotaran en un curso de guitarra. En dos semanas estaba tocando unos arpegios básicos en un conjunto de guitarristas novatos. Cuenta como si nada que apenas aprendió el ABC de las seis cuerdas empezó a componer canciones. Por supuesto, canciones de amor adolescente. De qué otra cosa iba a cantar. “Me pude vengar con canciones de los chicos que me gustaban pero yo a ellos no”, vuelve a reír. Cuando empezó a cantar sus temas, todos le pidieron una más, y desde entonces no ha parado.

    Con la mudanza a Montevideo, para estudiar, llegó el famoso desarraigo y se ensanchó su espectro temático: la nueva ciudad, la independencia, la soledad, la vida adulta, las amistades y los amores. Los sanos y los rotos. Todo con ese lindo acento del Atlántico que le hace decir “tienes” en vez del rioplatense “tenés”. En 2011 grabó el EP Estas canciones no están en ningún disco, lo colgó en Soundcloud y recibió 50.000 clicks. Esas cinco canciones están en Mesopotamia, el disco que estampó una sonrisa en el rostro de esta rochense de 24 años.

    Vida Cultural
    2015-10-29T00:00:00