• Cotizaciones
    domingo 08 de junio de 2025

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
    $ Al año*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
    $ por 3 meses*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
    stopper description + stopper description

    Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad

    Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.

    Suscribite a Búsqueda
    DESDE

    UYU

    299

    /mes*

    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá

    “Si tengo que tocar arriba de un ómnibus, toco, no me interesa que la gente piense que soy comercial y sé que tengo un don que Dios me dio para cantar”

    Con Rubén Rada antes de sus conciertos de tango, milonga y candombe en el Teatro Solís

    Uno de los bares más tradicionales de Montevideo es, también, uno de los sitios preferidos de Rubén Rada para comer, tomar una Coca-Cola y hablar detenidamente. Con una mochila de lujo a cuestas donde la contradicción entre calidad y rédito económico ha estado a la orden del día, este cantautor de 69 años de edad que formó parte de Opa, de El Kinto y de Totem y que ha elaborado una carrera solista despareja en la que, sin embargo, ha regalado oleadas de talento natural e intuitivo, está pronto para presentar un nuevo espectáculo.

    Se trata de “Tango, milonga y candombe. Música negra del Río de la Plata”, un show que tendrá tres funciones íntimas el 27, 28 y 29 de agosto en la Sala Zavala Muniz y para el cual todavía quedan algunas entradas. Allí, acompañado por tres guitarras criollas, un acordeón y un ensamble percutivo de primera, interpretará temas propios, como “Amado John” y “Candombe para Figari”, y ajenos, como “Milonga para una niña”, de Alfredo Zitarrosa, y “Tomo y obligo”, de Carlos Gardel y Manuel Romero.

    Antes de ello, y también antes de editar “Amoroso pop”, un álbum que será lanzado a fines de 2012 en Argentina, y, a mediados del año próximo, un disco doble de 30 canciones compuesto íntegramente por candombes, Rada —un “héroe musical” para Jaime Roos y “el mejor cantante y compositor de Uruguay” para Fernando Cabrera— habló con Búsqueda sobre su trayectoria, su presente televisivo, su pasión por la música, su relación con Roos y su recuerdo de Osvaldo Fattoruso.

    El siguiente es un resumen de aquel diálogo que, con esa franqueza tan chocante para el medio uruguayo, el ganador del Premio Gardel, del Premio Graffiti y del Grammy Latino a la Excelencia Musical mantuvo con el semanario, intercalando sus opiniones con tarareos improvisados en los que su voz, un milagro de rango, de potencia, de color, de versatilidad, de dulzura y de buen gusto, manda siempre.

    —Usted ha otorgado decenas de entrevistas a lo largo de su vida. Pero ¿cómo se siente desde el otro lado, como entrevistador, en “Décadas”, el programa televisivo?

    —Normalmente me divierto, pero yo no entrevisto sino que hablo claramente con los músicos y pregunto cosas que me gustan. De todas maneras, este es un programa compartido con Victoria Rodríguez, y muchas veces las preguntas ya vienen elaboradas desde arriba, aunque a veces nos soltamos y, en mi caso, digo algún disparate o pregunto alguna cosa loca. Pero hay un formato estipulado. Fíjese que, por ejemplo, Mirtha Legrand nos pidió que no le preguntáramos nada de Moria Casán.

    —Comparado con el placer que le da la música, ¿esta es una obligación profesional?

    —Es un placer. Mirar para el costado y ver a 12 o 13 músicos tocando en un canal de televisión, me halaga y me da mucha alegría. Yo he tratado de hacer programas musicales importantes, pero los dueños de los canales siempre me habían dicho que “la música no paga”. Me encantaría tener una propuesta como “La puerta grande” en un canal masivo, un programa musical importante como el que hacía Juan Badía, aunque sea a las 12 de la noche. Entonces, cuando me ofrecieron esto y vi que podían venir un montón de músicos de afuera y de acá, me alegré muchísimo, porque sirve para mostrarle a la gente lo que está pasando con la música y para promocionar los espectáculos de los artistas. Pero lo que yo pacté con el canal son 13 programas. Hasta ahí le meto con todo.

    —Mucha gente cree que usted y Victoria Rodríguez no tienen una química demasiado aceitada. ¿Eso le molesta?

    —Victoria y yo somos dos personas totalmente arrancadas de distinto árbol, pero trato de hablar con ella, que vea como soy, conocerla en su forma de ser, aceptar o no lo que dice la producción y, después, trabajar juntos de la mejor manera. Que la gente vea que realmente no tenemos nada que ver es obvio, porque venimos de distintos lugares y porque yo no soy conductor de programas de televisión ni periodista. Pero más o menos la vamos llevando gracias al talento de ella y al carisma mío. Después, no puedo ordenar la vida de la gente. Sin embargo sé que estamos logrando un programa superdivertido y sé que los dos estamos haciendo un buen trabajo y que la producción nos ayuda mucho porque, por ejemplo, yo soy el peor lector de avisos de la historia. Pero ¿sabe que a los empresarios les gusta y les divierte que, por cómo soy como persona, hable de sus productos?

    —¿Sí?

    —Sí. Pero también tiene que ver con mi perfil, porque es más natural aunque me equivoque, que lea un aviso de Antel que de L’Oréal (risas). Son cosas divertidas y del pueblo, porque creo que Antel quiere estar cerca de la gente y de los músicos.

    —Siguiendo con “Décadas”, ¿cómo se sintió usted en el reencuentro con Jaime Roos?

    —Muy bien. En realidad, con Jaime ya habíamos hablado hace rato, pero el público deseaba ver eso realizado públicamente y fue bueno que pasara, porque la gente no quiere que los artistas estemos peleados, a pesar de que somos seres humanos como todo el mundo y, por lo tanto, hacemos pelotudeces. Lo cierto es que nos peleamos, discutimos, por suerte nunca pasó a mayores porque los dos hablábamos bien del otro en los reportajes, y entonces no había una razón de fondo para estar enojados. Más bien, era esa cosa que pasa cuando uno no se anima a juntarse con un amigo y preguntarle: “Che, loco, ¿qué está pasando? ¿Por qué estamos peleados?”. Y bueno: se arregló todo, está divino, nos encontramos por ahí, hablamos de música y está todo en orden.

    —¿Pero cuál es su relación con él actualmente? ¿Es su amigo?

    —Nosotros nunca fuimos amigos con Jaime, y eso está claro. Los dos nos queremos mucho como artistas pero nunca tuvimos una amistad, nunca salimos a comer o a tomar algo juntos. Una vez vino a mi casa a comer, y después nos vimos otra vez. Pero no soy amigo de él como de Osvaldo Fattoruso o de Gustavo Montemurro.

    —Hablando de Fattoruso, quien acaba de morir, usted participó de discos que el baterista editó junto a Mariana Ingold. Además, él tocó con usted en Opa, fue su baterista en “La cosa se pone negra” y “Confidence” e integró su banda solista en los años 80, una banda también conformada por Ricardo Nolé, Beto Satragni y Ricardo Lew que, para el entonces adolescente Javier Malosetti, cuando se presentaba en los boliches de jazz porteños, “era como ver a Weather Report”. ¿Qué garantías musicales le daba Osvaldo como acompañante?

    —Todas, porque para mí fue el mejor baterista del mundo. He visto a casi todos los bateristas importantes, pero ninguno tenía la musicalidad de él. Osvaldo empezó siendo un gran músico de jazz, pero después tocó merengue, candombe y rock and roll. Además, para mí era el único baterista-músico.

    —¿Qué significa eso?

    —Que los bateristas son “ritmistas”, y entonces son seguros con el ritmo y pueden hacer determinados juegos. Pero Osvaldo era un músico. Entonces, si un pianista estaba haciendo un solo, él ayudaba a embellecerlo. Y si yo iba para atrás o para adelante, siempre estaba apoyándome, entendiéndome y escuchándome. Osvaldo para mí era como McCoy Tyner en el piano, que acompañó a todos los músicos de elite en el mundo, siempre quietito, siempre armonizando. Y, si se quiere, era como Javier Portales, porque tiraba todos los pies para que uno se luciera. Y si se lucía él, era un abuso y uno se tenía que ir. Por eso hice “Confidence”, un disco instrumental de candombe-jazz-rock: para poder tocar con Osvaldo Fattoruso. Y por eso cuando él tocaba con ese gran músico que es Urbano Moraes, trataba de ir. Era una maravilla.

    —En una entrevista con Búsqueda publicada el 9 de agosto, el guitarrista Guzmán Mendaro afirmó lo siguiente: “Con Rada los ensayos son como de taller: nos sentamos todos, empezamos a tirar ideas, él va eligiendo y se va armando la cosa”. ¿Usted diría que es un jefe abierto, ecléctico o decididamente cerrado?

    —Abierto, y además ensayo poco porque mi idea es que, si uno ensaya mucho, logra algo compacto pero ata al músico. Y a mí me encanta que el músico se equivoque, que se divierta, que toque solos y que se caliente porque no le salen y los arregle sobre la marcha. Me encantan los riesgos que, sobre el escenario, tienen que ver con la música. De todas maneras hay un libreto: por ejemplo, primero viene la melodía y después un solo de bajo, un arreglo de caños y una improvisación. El músico tiene todo dispuesto, pero uno no le puede pedir que haga el mismo solo que tocó en el disco: se niega.

    —¿Por qué?

    —Porque se aburre. Aunque se trate de un disco comercial, el músico no quiere tocar el mismo solo y, cuando lo ejecuta en vivo, improvisa y hace lo que siente.

    —Eso es puro jazz y también es pura bohemia. Pero si se equivoca el músico, ¿el público se jode?

    —El público no se jode porque no se entera, a menos que sea un error en un arreglo o en una melodía que es conocida. Pero la gente no se entera si el saxofonista hizo un solo de más o si un instrumentista entró fuera de tiempo. Nos enteramos nosotros y nos reímos como locos.

    —Hablemos de su talento. ¿Cuáles son las ventajas y las desventajas de ser tan capaz naturalmente?

    —La ventaja es el culo (risas). Como he dicho, el talento está lento, porque no todo se resuelve con eso y a todo hay que ayudarlo estudiando. Y yo me arrepiento de no haber estudiado un instrumento, de no haber estudiado periodismo o de no haber estudiado inglés: tuve todo en la mano y no hice nada. Por otra parte, algunos músicos me dicen: “Rada, si vos hubieras sido un gran pianista, te hubieras ceñido a los códigos de los músicos y no hubieras sido lo que sos”.

    —¿O sea que hubiera sido menos fluido y menos genial?

    —De repente sí. Pero, aunque escucho a estos amigos, me hubiera gustado estudiar y tener el talento que Dios me dio. Y, aunque pasé una vida muy jodida, en la parte artística he tenido suerte, pues me puse a cantar en un tablado, Cacho de la Cruz me llevó a los Hot Blowers, empecé a trabajar en El Show del Mediodía, me junté con los Fattoruso y conocí a Mateo. Yo veo que hay pibes talentosos que andan penando por ahí y que me preguntan: “¿Qué hago? ¿Dónde voy?” Y yo les respondo que no sé, que no hay una senda trazada para seguir, que vayan a los boliches, que escuchen música y se hagan amigos de los músicos, que canten y que estudien.

    —Entonces, ¿qué les diría a tantos jóvenes que estudian música, que son talentosos y que ven que vivir de la música en Uruguay es sumamente difícil?

    —Que la música es universal, y que si quieren ser músicos deben saber que van a pasar cosas muy difíciles. Pero más vale ser pobre y feliz que ser rico y vivir frustrado, porque la frustración luego se transmite a los hijos y a todo el mundo. Hay taximetristas que cantan maravillosamente y que, sin embargo, están doce horas arriba de un taxi. Yo sufrí mucho, pero mucho, mucho, mucho, para llegar a esto, y nunca abandoné la música: me fui a México, compuse canciones para otros cantantes, hice coros con Tania Libertad, me fui a Europa a cantar en inglés y en francés imitando sonidos y sin saber ni inglés y francés, pasé por cosas muy complicadas y me subí en un barco a Ushuaia, Antártida y Malvinas tratando de traer un poco de guita para mi casa. Entonces se me dio lo de los discos, empecé a crecer, y cuando volví al Uruguay ya era un artista que sabía lo que quería, dejé un poco el “hippismo”, me junté con la productora Lea Ben Sasson y le pedí para trabajar con ella, armamos un buen team y crecimos. En el ordenamento de Rada en nuestro país, ella tiene un gran mérito.

    —¿Usted llegó a un punto de equilibrio? Porque hoy puede vivir de lo que hace en Uruguay y, además, cantar lo que quiere. Sin embargo, cuando editó “Quién va a cantar” era obvio que su intención era vender. Y, cuando realizó el espectáculo “Solo candombe”, la intención era volver a las raíces.

    —Pero también hay otra cosa, porque en este tiempo no solo crecí yo sino también mi familia. Cuando mi mujer (Patricia Jodara) dejó de criar a los chiquilines y comenzó a laburar, puso una clínica del doctor Ravenna con la que le va muy bien y luego pudimos ayudar a Julieta y a Lucila Rada con sus discos. Así que entre los dos pudimos lograr un tándem gracias al cual estamos bien económicamente. Entonces, no tengo la necesidad de salir a regalar la vida o la música para comer. Y estoy más tranquilo. Yo soy muy sincero: soy músico y, si tengo que tocar arriba de un ómnibus, toco. No me interesa que la gente piense que soy comercial y sé que tengo un don que Dios me dio para cantar música comercial, tango o música complicadita. Ya de chiquito imitaba a Louis Arms­trong y era showman. Soy un crooner de boliche, de cabaret, de la tele, y he podido afanar un poco de todos los estilos que canté en mi vida y componer con facilidad lo que hago. Pero no ando con vueltas. Por eso, ahora voy a hacer tango: porque quiero sacar adelante la historia de los negros, que el género dejó de lado. Porque de esos suburbios, de esos boliches, de esos quilombos, nació el tango. Y en el primer disco que se grabó en Argentina había dos músicos negros.

    —Por no mencionar a una negra divina que cantaba como los dioses milonga, tango y candombe: Lágrima Ríos.

    —Sí, la reflotó la gente de Bajofondo pero no tuvo la suerte de tener una buena banda antes. Y, sin embargo, fue una gran cantante que podría haber arrasado con todo gracias a su voz hermosa y a su swing candombero.

    —Ya nombró a Dios dos veces. ¿Qué lugar ocupa la fe en su vida?

    —Siempre tuve fe en lo que iba a hacer y siempre soñé en ser un gran artista, en triunfar y hasta en ganar un Oscar. Pero estuve a punto de “irme”, pues fui tuberculoso de los dos a los cuatro años, y en realidad lo que más quería era ser jugador profesional de fútbol. Respecto a Dios, no voy a la iglesia, pero suelo decir: “Ay, Dios mío”. A pesar de que no sé de qué color es, porque una vez, en el norte de Chile, lo vi representado como un indígena. Es que, aunque fui monaguillo, no soy católico y tengo serias discrepancias con la Iglesia, a la que amo. Pero no puede ser que los curas no se puedan casar y después terminen siendo pedófilos. Con los protestantes, la cosa es mucho más tranquila. De todos modos, siempre le pido cosas a Dios y reconozco mucho a personalidades como Juan XXIII y la Madre Teresa de Calcuta.

    —¿Por qué cosas le pide?

    —Por Peñarol, siempre.

    —¿No estará demasiado ocupado para ayudarlo con Peñarol?

    —Sí. Está tan ocupado que no me deja ganar nunca (risas).

    —Volvamos a la música. ¿Qué cantante de tango contemporáneo le interesa?

    —Fernando Cabrera. Él podrá decir que no, pero Cabrera es tango, es un gran cantor, dice de una manera maravillosa y me emociona tanto como Pablo Milanés y Milton Nascimento.

    —Y además de Gardel y de Ray Charles, ¿qué otro músico le llega al corazón?

    —Hugo Fatorruso. Cuando toca él, se para el mundo: es un artista irrepetible.

    —En el texto con que el Solís presenta este espectáculo, usted asegura: “Siempre Rada es candombe”. ¿Por qué?

    —Porque, si usted me pide un ejercicio, puedo cantar cualquier canción mía en candombe: es lo que tengo adentro. Todo pasa por ahí en mi cabeza, aunque después lo modifique.

    —Hablando de textos, usted ha admitido que no es un gran letrista. ¿Cuál es la mejor y la peor letra que ha escrito en su vida?

    —La mejor, “Malísimo”. Y la peor, “La Mandanga”.

    —Antes usted hablaba de la música comercial y de la música no comercial. Pero cuando estaba en Totem o cantaba en el Buenos Aires de los años 80, no podía vivir de su obra. Y luego a muchos uruguayos les molestó que grabara discos como “Quién va a cantar”. ¿Siempre hay algo que no nos cierra?

    —Sí. Al uruguayo no le cierra nada: ni este gobierno, ni el anterior, ni el anterior. Así que para ser uruguayo hay que ser bien macho. Esta es una nación muy crítica y muy difícil que ha envejecido mucho, no nos alcanza la población y nos faltan tres o cuatro millones de atrevidos que hagan de Uruguay un lugar más divertido, porque es un país conservador y tranquilo, donde la felicidad de una persona pasa por tener una heladera que le dure veinte años. Y yo rompo de gusto con todas esas cosas, pues soy antitradicionalista. Aunque, si usted les pregunta a mis hijos, seguramente le dirán que soy un viejo carcamán bien uruguayo (risas).

    —Para terminar, usted grabó en el disco “Fan” una hermosa versión de la canción “Solo se trata de vivir”, de Litto Nebbia. ¿Rada suscribe el contenido de una letra con tamaña densidad filosófica?

    —Primero debo aclarar que soy de la barra de Litto Nebbia y que creo que, aunque lo critiquen ahora, fue un hombre que cambió profundamente la música argentina. Pero, yendo a la canción, la elegí justamente por eso: porque la letra está divina y porque me emociona lo que dice: “Creo que nadie puede dar una respuesta, ni decir qué rumbo hay que tomar/ Creo que a pesar de tanta melancolía, tanta pena y tanta herida, solo se trata de vivir”. Independientemente de lo que uno haga, hay que vivir. Se trata de vivir.

    Vida Cultural
    2012-08-23T00:00:00