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Hay una mujer amenazada por conservar una mochila con dinero turbio y decide que “es mejor disfrutar la belleza del día en el que aún es libre”. Hay una joven que cuida a tres niños de clase alta, que hablan inglés y alemán, y los compara con su sobrina caprichosa, mientras avizora su futuro. Un hombre conduce una camioneta desvencijada hacia la Quebrada de los Cuervos con un grupo de mujeres veteranas; la camioneta se rompe, el desperfecto se soluciona y el chofer reflexiona sobre lo imposible de dejar atrás las malas experiencias. Estos son algunos de los personajes que integran los 11 cuentos de Un desperfecto en la carretera (Estuario, 2023), último libro de Cecilia Ríos que se publicó gracias a un incentivo a la edición del llamado Felisberto del Instituto Nacional de Letras del MEC.
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El nombre de la escritora está asociado a la novela negra por algunos de sus anteriores títulos publicados en el sello Cosecha Roja, como Volver de noche (2019), que obtuvo el primer premio Lussich de la Intendencia de Maldonado, o Apenas lo conocía (2022). Pero fuera de este género, Ríos también ha publicado poesía y dramaturgia y tiene una trayectoria como cuentista que ha recibido distinciones, como el que obtuvo su conjunto de cuentos No fumes ni vayas a la guerra (premio Narradores de la Banda Oriental, 2019), cuyas historias están protagonizadas principalmente por mujeres de variadas edades y profesiones.
Su último título mantiene el estilo directo y austero de su narrativa. Sus personajes están perfilados con mínimos recursos, pero surgen como seres reconocibles tanto por sus actos como por su interioridad, uno de los logros de estos cuentos. Los protagonistas no tienen nada en común, salvo una situación: cuando se están acercando a algo parecido a la felicidad, sufren algún contratiempo que los arruina o ellos mismos dan “vuelta la pisada” y terminan destruyendo su sueño o tal vez su vida.
En el bosque de Araminda es uno de los mejores relatos del volumen. Está narrado desde la perspectiva de Joaquín, un niño pequeño que sale de paseo con su hermanita de tres años y con Él, como llama al novio de su mamá. El escenario es un monte de balneario por el que caminan los tres, aunque el niño prefiere verlo como uno de los bosques que ha visto en los cuentos con duendes y brujas. Con el paseo, va creciendo el malestar de Joaquín que se siente inseguro con Él y solo quiere que su papá venga y lo rescate, junto con su hermanita. El cuento se lee con la sensación de que algo está por suceder, de que en algún lugar tupido del bosque ocurrirá lo peor, que la simpatía de Él es solo un engaño. Esa visión del niño tiene tanta fuerza narrativa que esta historia mínima crece más allá del bosque y del balneario.
Otro de los cuentos destacados del libro es El cuello de una gallina azul, en el que Ríos utiliza un recurso narrativo distinto: el protagonista se habla a sí mismo, como si fuera el personaje de una película que él ve desde lejos. “Usted cree estar a salvo en el comedor de su casa, desde donde ve y oye a su esposa en la cocina. Ella sabe que lo tiene al alcance de su voz y su mirada, lo que confirma que usted es parte de su existencia y que un alambre grueso y resistente une sus cuerpos”. Ese es el comienzo de esta historia que es protagonizada por un hombre con hijos grandes y nietos que pierde su oportunidad de ser feliz, por miedo o cobardía, y su vida queda realmente arruinada. Un sueño premonitorio en el que retuerce el cuello de una gallina se vuelve el símbolo de una felicidad que él mismo terminó estrangulando.
Si bien el tono de Un desperfecto en la carretera es amargo, en uno de los cuentos surge la ironía o lo tragicómico. La protagonista es Leonor, una productora de televisión del programa Mi refugio, sobre casas y sus habitantes. Para llevarlo adelante tiene que encontrar casas que tengan algo en especial con habitantes también especiales como para lucirse en la pantalla. Pero la idea de lucirse es diferente a la que tiene la conductora del programa, Laila, quien solo “debe leer el guion y hablar un rato frente a la cámara. El resto lo hace Leonor, la mano detrás de la magia”. En el pasado hubo un problema serio con el programa Mejores amigos, sobre mascotas, que terminó con una furiosa pelea de perros.
El otro personaje es Facundo, el director de programación, que se enfurece con facilidad y utiliza palabras como redimensionar que la productora odia. “Aún así, Facundo logra que su tono sea monocorde, civilizado; ‘años de coaching en hoteles de Punta del Este y semanas de retiro en las Sierras de Minas’, dicen en el canal”.
Hay frases memorables en este cuento porque la productora, en el afán de conseguir la casa adecuada con el protagonista más lúcido termina en una situación comprometedora. “¿Por qué el dueño no es un descendiente de príncipes, un enamorado ansioso, un intérprete de ragas llorando por su instrumento perdido? ¿Por qué hay vidas que prometen tanto y terminan chapoteando en la simplicidad más vulgar?”, y esta última pregunta termina gravitando en todo el libro.
Por sus páginas pasan una mujer que cruza el océano para unirse al hombre soñado que conoció por videollamadas; un grupo de adolescentes que se reúnen en un cementerio y piensan en la muerte o en lo que puede morir, o la terrible historia de una mujer que vive en un pueblo y conoce de la peor manera la verdadera maldad. Un relato inspirado en una historia real ocurrida en Florida hace varias décadas.
Los cuentos de Ríos son breves, atractivos, escritos por una narradora con garra. En general tienen finales abiertos o enigmáticos, como suele ser la vida.
