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Durante casi toda la cena, Fortunato y su familia estuvieron prendidos de la tele mirando las noticias de la toma de posesión del presidente de Brasil. La mayor atención de todos la concentró naturalmente el encuentro de Lula con los tres representantes uruguayos, el presidente Lacalle y los expresidentes Sanguinetti y Mujica.
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Todos expresaron sus elogios, con comentarios tan variados como los del hijo mayor de Fortunato, que estaba satisfecho con el episodio pero que dijo que no dejaba de ser parte del circo político, los del propio Fortunato, quien expresó que el viaje de los tres mosqueteros era una reivindicación y una reafirmación del sentimiento republicano y democrático, y el de la esposa, que lamentó que “Luisito y Loli estén separados, porque si no podrían haber ido todos con sus esposas, con Marta Canessa y Lucía Topolansky, aprovechando que en el avión de Grendene caben muchos pasajeros más”. En fin, para todos los gustos.
Terminada la cena, Fortunato se llevó su copita de vino al sillón para ver el resto de las noticias, ya que el informativo estaba recién empezado.
Ya bastante cansado, y con ganas de dejarse llevar “por el tibio sabor del vino”, como dice el tango, Fortunato creyó escuchar algo diferente y paró la oreja, aunque por más que la parara los párpados se iban moviendo en la dirección contraria.
El informativista dijo que la noticia más desconcertante de la jornada había sido la partida de tenis que habían disputado en canchas del Club Militar el general Guido Manini Ríos y el presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira.
—De acuerdo a la información que hemos podido recoger hasta el momento, la invitación del general Manini a disputar el encuentro deportivo en la modalidad de singles, al mejor de tres sets, le fue formulada a Fernando Pereira días atrás en momentos en los que se cruzaron, cuando Manini ingresaba al Palacio Legislativo y Pereira salía expulsado del edificio tras la decisión de la vice Beatriz Argimón de expulsar a los revoltosos de las barras en ocasión de la discusión de la reforma jubilatoria.
Fortunato estaba seguro de que estaba soñando esto, pero persistió en tratar de entender lo que se seguía informando.
—Se supo asimismo, según pudimos averiguar —prosiguió el informativista—, que el encuentro deportivo fue muy grato, que ambos contendientes se comprometieron a no revelar el resultado final (“sin vencidos ni vencedores, como en la paz de la Guerra Grande”, señaló el general Manini) y que, concluido dicho partido, los contendores se fueron a tomar una cerveza a la cantina del club en compañía de los senadores Graciela Bianchi y Charles Carrera, quienes presenciaron el encuentro desde las tribunas y luego departieron de manera amigable en la mesa donde se compartieron las cervezas y se picó longaniza, queso colonia y maníes salados. Una confirmación de que el clima político viene cambiando y que el viaje del presidente Lacalle con dos expresidentes a Brasilia no es más que un episodio más de este nuevo ambiente político interno, que sin duda derramará sobre la sociedad toda —comentó el informativista.
Fortunato seguía parpadeando y era un hecho que aquello que se irradiaba desde la tele no era inteligible para él.
El noticiero continuó con otra noticia desconcertante, o tal vez no tanto, dado este clima de entendimiento que parecía estar instalándose en el país.
Se dijo entonces que era un hecho que la intendenta Carolina Cosse y la precandidata a todo Laura Raffo se habían puesto de acuerdo para integrarse al coro Voces del Paraíso, que funciona en la Capilla de Nuestra Señora de la Armonía en el barrio Borro, bajo la dirección del maestro Braulio Haigapaz. El coro es conocido por su versatilidad, tanto musical como humana, ya que lo integran afiliados a Cabildo Abierto, integrantes de Ciudadanos, miembros del Partido Comunista, extupamaros y retirados de las Fuerzas Armadas. Suelen entonar canciones de Zitarrosa, de María Elena Walsh, de los Olimareños y de Gardel y Lepera. El informativista le puso el mismo moño que a la noticia anterior, señalando que el viaje del presidente a Brasilia con sus excolegas, etc., etc., no era más que otro episodio del clima de armonía, etc., etc. Almibarado, realmente.
Como si todo esto fuera poco, y con Fortunato recontra dormido, el noticiero prosiguió con la más inesperada de todas las noticias de la jornada.
Se informó entonces que el polémico back brasileño Leo Coelho, que pasó directamente de jugar en Nacional a hacerlo en Peñarol, en medio de un clima enrarecido de amenazas de traición a su persona y a su familia, había propuesto a las directivas de ambos clubes la disputa de un partido clásico amistoso previo al inicio de la actividad deportiva oficial del fútbol uruguayo. En efecto, el deportista les sugirió a ambas directivas, reunidas en la sede de la AUF, que en dicho encuentro él jugaría un tiempo con la camiseta de Nacional y el otro, con la de Peñarol, siendo el monto de lo recaudado por la venta de entradas (se espera un lleno completo en el Estadio Centenario) destinado a la adquisición de vacunas contra el Covid-19 para la sexta y la séptima dosis de refuerzo que habrá que inocularle a la población en los próximos semestres. Una vez culminado el juego, todos, jugadores, técnicos y dirigentes, se dirigirán al local de la Mutual de Jugadores Profesionales, donde se servirá un asado de confraternidad que será ofrecido por gentileza de Tenfield, actuando como asadores la Tota Lugano, Diego Godín y el Mota Gargano.
—Esto también —dijo el informativista— es otro de los positivos síntomas de armonía que se rescatan en estos días, que hacen presagiar un año de entendimientos y encuentros constructivos, en una sociedad que venía tan fracturada y polarizada.
Y Fortunato, claro, seguía soñando. Y no era el único.