Los potentes barcos de sísmica operan en aguas uruguayas desde hace más de un año bajo la autorización de Ancap en busca de señales que indiquen la existencia de petróleo bajo el mar. Mientras tanto, a poco más de tres kilómetros de allí, el viejo buque de investigación científica de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (Dinara), el Aldebarán, toma muestras de fauna marina para controlar las actividades de Ancap y conocer el impacto que pueden ocasionar en el ecosistema. El diálogo entre ellos es escaso.
“La información que está recabando Ancap en esos barcos debe ser enviada a Dinara para que la tenga y analice. Hemos tenido diversas conversaciones con Ancap porque entendemos que es nuestra competencia, como organismo, el ordenamiento, la sanidad y la legislación, tanto de los recursos pesqueros como la vida acuática”, dijo a Búsqueda Andrés Domingo, subdirector de Dinara. Sin embargo “no es lo que está pasando ahora”, acotó.
En 2014 la Dinara realizó un “pedido oficial” a Ancap en el que solicitó que le enviaran la información generada en los barcos de sísmica. “Ya desde 2012 hemos intentado acercar las partes. Entendemos que en Ancap están dispuestos a hacerlo pero hemos visto cierta lentitud en no haber logrado acuerdos y por eso nos tiramos al agua literalmente”, expresó Domingo.
Sin embargo, Héctor de Santa Ana, gerente de Exploración y Producción de Ancap, dijo a Búsqueda que Dinara y Ancap trabajan juntos en investigación y que Ancap está al tanto del trabajo que hizo el Aldebarán próximo a los barcos de sísmica. Por otra parte, Ancap está siendo asesorada por el Instituto de Recursos Pesqueros de Noruega, referente mundial.
De Santa Ana informó que Ancap está “haciendo muestreo medioambiental con barcos diferentes” y que “sus resultados muestran que no hay ninguna afectación desde el punto de vista de la sísmica”. Están reuniendo datos de 15 barcos que hace dos años están navegando y registran diariamente la cantidad y lugar en que observan peces, aves, reptiles y mamíferos. Junto con los registros de los observadores están generando “el inventario más grande de la historia de Uruguay de recursos del mar”, aseguró.
La diferencia de capacidades de Ancap y Dinara es grande. Los barcos de sísmica viajan con tres observadores a bordo que llevan un registro de observaciones visuales y acústicas basadas en protocolos de trabajo extranjeros. Los de Ancap ganan 400 dólares por día y en Dinara un observador puede cobrar $25.000 por mes. “Las empresas que vienen contratadas por Ancap tienen costos diarios de decenas de miles de dólares” con mayores capacidades presupuestales y tecnológicas que Dinara, comparó Domingo. “Van a una velocidad que nosotros no podemos ir pero tenemos que intentarlo”, expresó.
“Tenemos las mejores empresas petroleras y las mejores de sísmica del mundo —sostuvo De Santa Ana—. Cumplimos con todas las normativas y trabajamos con las máximas responsabilidades. Tenemos un registro permanente y diario de la producción, condiciones de trabajo y observaciones marinas incluso de reptiles marinos, como tortugas, y de aves”.
Ballenas.
Uruguay tiene 220 kilómetros de costa oceánica. En sus aguas se pueden encontrar mamíferos marinos como los cetáceos. “Las ballenas están adaptadas a vivir el 100% de su vida en el agua y hay acciones antrópicas humanas que pueden perjudicar la supervivencia de los cetáceos”, dijo a Búsqueda Alberto Ponce de León, director del Departamento de Mamíferos Marinos de Dinara.
Uno de los motivos es el tránsito marítimo cada vez más intenso de cargueros, portacontenedores y cruceros. Además, se suman desde hace un año los barcos de sísmica, que producen intensos ruidos generados por cañones que despiden aire comprimido y generan una onda que permite estudiar el fondo del mar e incluso debajo de él. “Por más que el ruido sea tenue y pequeño, se propaga rápidamente en el agua y a mayor alcance que por aire”, explicó Ponce de León.
“Estos ruidos pueden generar molestias en el sistema de ecolocación que tienen los cetáceos con dientes como el cachalote, las marsopas y otros como los delfines picudos”, alertó. Tienen un sistema de transmisión muy parecido al del sonar de un submarino para detectar a la distancia una persona, una presa o un barco que navega. Emiten una onda que hacen rebotar en el objetivo, y luego reciben a través de las mandíbulas inferiores este “sonido rebotado”, que después pasa por los oídos y se procesa en el cerebro para brindar información sobre qué es lo que está delante del animal.
“Es muy bueno el sistema, siempre y cuando no sea alterado. Los ruidos, los impactos que están en el mismo ancho de banda de transmisión, lo alteran, sufren el impacto a través del tímpano. Pierden el sentido de la ubicación y en vez de trasladarse hacia aguas profundas van hacia aguas de poca profundidad, pueden quedar vivos y varados, son los peores casos”, relató Ponce de León. El último caso de este tipo fue hace tres años. La ballena apareció viva en la playa Anaconda, en La Paloma. Se intentó reubicarla dentro del agua tres veces pero la ballena jorobada, una yubarta juvenil, volvió a salir. En ocasiones los parásitos en el oído medio pueden provocar pérdida de ubicación.
Según Dinara, aún es demasiado pronto para determinar si las ballenas que han llegado muertas a la costa fueron afectadas por el sonido producido por los barcos de sísmica de Ancap.
“En el mundo no hay mucha información de los impactos que produce la prospección sísmica sobre los organismos marinos. Si bien hay muchos trabajos en Noruega, Estados Unidos y el sur de Argentina, la información es todavía muy pobre”, dijo Domingo. Además en la zona hay especies como tortugas marinas, aves, peces, calamares y moluscos.
Todo llega.
En los últimos años, desde 2010 a 2013, el número de ballenas grandes (rorcuales) que aparecen muertas en las costas uruguayas rondan las diez por año. “Recién veremos en 2015 si encontramos un aumento de varamientos a 30 o 50 ballenas para poder decir que algo está cambiando”, opinó Ponce de León.
Ballenas que mueren en aguas argentinas, balsas de embarcaciones, todo puede llegar a la costa uruguaya, que recibe objetos que quedaron a la deriva en aguas internacionales traídos por el viento del sur. Lo que muere en áreas periantárticas al sur de las islas Malvinas puede llegar a Uruguay; así aparecen animales muertos, como el cachalote que apareció en enero, cuya procedencia no se conoce.
Los barcos de sísmica tienen observadores entrenados para divisar los animales a la distancia y si ven ballenas, delfines y leones marinos, lobos finos y focas dentro de los 500 metros próximos al buque no inician las operaciones. También usan tecnología para monitorear presencia submarina.
Cada barco de sísmica sale con tres observadores marinos, la mayoría uruguayos certificados en Edimburgo. “Tienen la facultad de parar o limitar la operación en el caso de que perciban un mamífero marino” mediante observación visual o un sistema que detecta ruidos de comunicación de estos animales, indicó De Santa Ana. En ese caso “se paran o se bajan los cañones” y en “ningún caso” se siguió una operación que haya tenido una “visualización” de un mamífero, afirmó.
“Siempre existe la posibilidad de afectar a la ballena pero vemos dificultades de que ocurra una rotura de tímpano o que la afecte orgánicamente. No hay posibilidad de que no se muestren (detecten) porque tienen que salir a respirar. Las estamos controlando”, explicó De Santa Ana. Incluso un barco de apoyo monitorea desde más lejos para evitar que un mamífero ingrese en área de restricción.
Cambios.
Los trabajos de sísmica le imponen a Dinara el desafío de “incrementar las capacidades”. El Aldebarán “tiene dificultades”, es viejo y su mantenimiento ha tenido problemas presupuestales, dijo Domingo. De todos modos Dinara lo utilizó en 2013, y en febrero de 2014 zarpó a una nueva campaña “dirigida específicamente” a trabajar cerca de barcos de prospección sísmica para “tratar de comprender con un muestreo específico si existen alteraciones”. Regresó a puerto el sábado 8 de marzo. La campaña permitió realizar “lances” cerca de los barcos de sísmica y a distancias más alejadas para entender si la alimentación de los peces, la abundancia y la diversidad de fauna marina, varía de acuerdo a su distancia de los puntos de emisión de sonidos. El barco no pudo hacer todo lo previsto “por razones operativas de ambas partes”, explicó Domingo. Uno de los motivos fue que el Aldebarán tiene capacidad de arrastrar sus redes hasta 300 metros de profundidad pero los barcos de sísmica trabajaron también en profundidades de hasta 3.000 metros y Dinara no llegó.
“Tenemos un desafío. Hasta hora nuestro principal enfoque ha sido pesquero, ahora es más generalista; involucra aves marinas, tortugas, lobos marinos. Tenemos que entender más del ecosistema en general. Confío en el grupo técnico”, opinó Domingo.
“Deberíamos haber empezado antes —reconoció—.Tuvimos un año y medio en el cual no pudimos acordar mucho y perdimos mucho tiempo de estudio. Cuando nos decidimos a largar solos ya están terminando”.
Información Nacional
2014-03-20T00:00:00
2014-03-20T00:00:00