Te levantás impecable, bien descansada, con una sonrisa en la cara. Preparás el café, te vestís con tus mejores ropas y salís a tomar el ómnibus. Llegás a la farmacia, ponés un poco de música, bromeás con tus compañeros de trabajo y quedás lista en el mostrador para atender a los clientes. De repente, ¡pum! “¡Todos quietos, hijos de puta!”. No sabés qué pasó, cuál fue el ruido, quién gritó, dónde. Un tipo con un casco te apunta con un revólver, te insulta, te pega, te exige plata. Los clientes lloran. Pero seguís sin entender. Y la cosa se pone cada vez peor.
“Ellos van a irrumpir en el local, lo que significa violencia, sea física o psicológica. Van a efectuar disparos, van a amenazarte, van a dañar gente, para que en menos de 30 segundos logren sacarte rápido la cosa. Dinero, celulares, perfumes, lo que sea”, detalla Pereyra. Todo bajo un intenso estado emocional de excitación, exaltación, ansiedad y necesidad de imponer autoridad. Un combo generalmente acrecentado por el consumo de drogas. “Ellos están jugados, lo único que les importa es su vida. Como están jugados, todo lo que vos hagas va a ser respondido con violencia, porque están bajo respuestas puramente emocionales”.
Primera lección: no intentar razonar con un delincuente. “El error nuestro es apostar a que él piense. Pero responde por emociones. No está pensando. Si vos te movés, lo va a tomar como amenaza. Si te tocás el pelo, también”.
La Policía sostiene que ese asalto inicial, definido técnicamente como captura, genera en la gente pánico inmediato y tres conductas naturales: parálisis ante la amenaza, huída de la amenaza o ataque a la amenaza. “Las tres son malas”, dice Pereyra.
“Si vos salís corriendo, tenés que saber que la puerta se va a abrir. Si la puerta no abrió, me van a lastimar para demostrar que eso no se hace. Si yo lo ataco al delincuente, más vale que lo reduzca porque donde se levante me va a lastimar. Si yo me paralizo, lo que hago es demorarlo, me va a lastimar”, afirma Pereyra. Entonces, ¿qué hacer?
Cuerpo al piso. “Hay una sola persona que no se va poder tirar al piso, la cajera o el cajero, que es quien tiene que darles la plata. El resto se tira y se queda en el piso, porque inmediatamente demostrás sumisión y te asegurás de estar en una posición donde podés estar varias horas”. Además se sale del campo visual del delincuente, un elemento clave para no ser accidentalmente herido de bala. “Estos energúmenos no saben nada de armas y piensan que colocar siempre el dedo en el gatillo es lo adecuado. Como están excitados y mueven los brazos hay disparos que son involuntarios”.
Las otras sugerencias de la Policía, alrededor de 10, pasan principalmente por establecer el mínimo contacto con el delincuente y colaborar con él cuando sea exigido. “Mi mirada va a estar dirigida siempre al piso, porque somos muy expresivos y con la mirada decimos todo. Retás y hasta reconocés. Te puede pasar que sea el Kevin de la esquina, que sea del barrio, entonces le decís ‘¿qué hacés, hermano? Somos vecinos’. Y a él no le importa nada”, alerta Pereyra. La mirada, entonces, fija en la punta de los zapatos. ¿Y si la Policía luego me pregunta su altura, o cómo estaba vestido? “No pasa nada si no tenés información. Para eso están las cámaras, para eso están otros métodos”.
Otra recomendación está orientada no solo a empleados sino a clientes o transeúntes que puedan ser rapiñados. Advierte nunca mentirle al delincuente sobre la existencia de valores —dinero en la caja, billetera, celular, reloj— para evitar represalias. Por cada acción hay una reacción. “Si digo que no tengo celular y me lo encuentran... Ha pasado que el rehén se aferra al celular y lo tienen que destrozar a piñazos para que lo largue”, recuerda Pereyra.
El último consejo despierta algo de risas en un clima de cierta tensión. Y responde a una conducta bastante común: las investigaciones policiales sostienen que apenas concluida una rapiña muchos trabajadores salen a perseguir al delincuente sin importar el valor económico y sentimental de lo que hurtó. “El delincuente corre como un demonio, Speedy Gonzales es un poroto. Nunca salgan corriendo a un delincuente, nunca, porque la vida de él está en riesgo y si lo agarrás, el grado de violencia va a ser mucho mayor. Y tu vida no vale dos cajas de perfumes”.
Ni Superman ni Supergirl
La Unidad Táctica de Negociaciones interviene en un 90% de sus operativos ante intentos de suicidio y situaciones de violencia doméstica. Son menos los casos en los que interviene en tomas de rehenes. En las rapiñas esta situación se da cuando pasan más de 30 segundos, los delincuentes aún no se fueron y la Policía llega al lugar.
Técnicamente también se la conoce como cautiverio. Pereyra indica que “va a demorar el tiempo que sea necesario” e implica “un momento muy violento donde puede pasar cualquier cosa” porque automáticamente el delincuente experimenta miedo a que lo maten y enojo: con él mismo porque fracasó, con los rehenes porque cree que alertaron a la Policía y con la Policía porque está en el sitio.
Anteriormente los primeros policías en llegar al lugar siempre solían entrar directamente a enfrentar al delincuente. Hoy la indicación es que se queden afuera y constaten si el delincuente está armado para activar un protocolo de crisis en el cual participa la Unidad Táctica de Negociaciones. El protocolo establece crear tres perímetros en la zona y dialogar con el delincuente una vez que baja sus niveles de excitación.
Pereyra explica que es un intento de cambiar el accionar de la Policía enfocado en salvaguardar la integridad física y psicológica de las víctimas, ya que previene un intercambio de disparos sin análisis previo y se ocupa de la atención emocional de los rehenes tras el rescate.“Nosotros recalcamos que necesitás un apoyo psicológico inmediato. Estamos trabajando con los policías el abordaje a la víctima. La policía no te tranquiliza, no te dice ‘está todo bien, ya pasó’. Y no lo hacen de malos, sino por la necesidad imperiosa de capturar al delincuente. Pero estamos trabajando en ese abordaje porque te tranquiliza y te hace bien”.
En el mismo sentido alienta a las víctimas a tratarse periódicamente después del hecho, más allá de que en esa instancia la Policía ya no intervenga. “Siempre, siempre, siempre algo así nos impacta. Las secuelas son el miedo de salir a la calle, cambiar los horarios o incluso el trabajo, sufrir crisis de pánico. Procuren especialistas. Nadie es Superman ni Supergirl. El estrés postraumático empieza a ser una mochila y si no lo hablás, lo cargás más”, implora.
Para eso estamos
Entre suicidios y violencia de género la Unidad Táctica de Negociaciones atiende casi 100 casos por año. Al tratarse, principalmente el segundo, de un tema donde el gobierno ha hecho especial énfasis, dos horas del taller se dedican a discutir ambas situaciones. Se informa a los oyentes sobre vías para comunicarse con instituciones estatales —la app 9-1-1, 0800-5000 del Ministerio del Interior, Línea de Vida SOS de ASSE— y se les pide que se involucren continuamente. “Ayuden a los demás. El ‘no me quiero meter, no es problema mío’ nos transforma en cómplices”, sostiene Pereyra, antes de mostrar dos videoclips del rapero español Porta que hablan sobre el suicidio y la violencia de género.
Pereyra dice que la letra y las imágenes de las canciones “van a conmover” porque pueden recordar a los empleados sobre situaciones personales. “Sin dudas que vas a llorar. Pero para eso estamos acá. Para contenernos. Si te sentís muy golpeado, levantate que va a ir uno de nosotros con ustedes y te va a acompañar”.
Tras el videoclip sobre el suicidio, una empleada admite que en su sucursal una compañera “se pasa diciendo que se quiere morir”. Pereyra la felicita por contar la situación. “Yo te agradezco de corazón lo que hiciste. No la mandaste en cana. La ayudaste y eso es lo que nosotros pretendemos. Se requiere cierta valentía para eso. Gracias”, le dice mientras camina hacia su silla, le pide que se pare y la abraza por varios segundos.
El mismo gesto va a repetir minutos después, cuando otra empleada, en llanto, cuenta que su primo, depresivo y con ideas suicidas, empezó a consumir drogas y terminó asesinado. “Los familiares se preguntan, ¿en qué fallamos, ¿qué hicimos mal? No hicieron nada mal. Son decisiones, son conductas que escapan a tu voluntad. Gracias”, le dice a la chica previo a acercarse a su silla para dar otro emocionado abrazo.
El mensaje constante de la Policía para todos los empleados es que hablen sobre seguridad, que hagan “escuelita”, desde los tips contra las rapiñas a los casos de violencia doméstica. “El compromiso de ustedes es conversarlo con la empresa, con los compañeros, con los familiares. Si no, hemos perdido el tiempo horriblemente”, señala Pereyra. “Esto hay que transmitirlo, visibilizarlo. Es construir seguridad. Hablar no genera víctimas, genera prevención”.
Recuadros de la nota
? “Tenés derecho a estar armada”
? Sugerencias de la Policía ante una rapiña
Información Nacional
2019-06-27T00:00:00
2019-06-27T00:00:00