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    Abstinencia de mate y sobredosis de fútbol

    La conversación entre los cineastas no demora en llegar a un lugar familiar para todo uruguayo: el de los conocidos en común. Basta con la mención de un colega para que los directores Pablo Abdala y Nicolás Branca, quienes no se conocían hasta su diálogo con Búsqueda, se zambullan en un intercambio en el que florecen algunas de las conexiones que sus respectivas películas, Mateína y 9, comparten entre sí.

    A partir de hoy, ambos realizadores se encuentran unidos por la cartelera local gracias al lanzamiento de sus óperas primas. El primer intercambio entre ellos revela otras similitudes en su destino hacia la pantalla grande, incluyendo un camino de años entre la concepción, realización y exhibición de sus producciones nacionales, y el hecho de que cada uno conforma una dupla creativa. Abdala dirigió Mateína, estrenada el jueves 3, junto con Joaquín Peñagaricano. Branca trabajó en 9, estrenada hoy, jueves 10, con Martín Barrenechea.

    Las películas no podrían ser más distintas. Mateína es una road movie, en clave de comedia distópica, sobre la esperanza colectiva que dos contrabandistas de poca monta inspiran en su búsqueda por conseguir yerba para un Uruguay donde la venta y el consumo de mate han sido prohibidos. Se ambienta en un decadente futuro del año 2045.

    Por su parte 9 es un drama opresivo que combina el aprendizaje juvenil con el suspenso familiar. Retrata a una estrella futbolística en ascenso cuyo destino profesional, y personal, pende de un hilo una vez que un altercado dentro de la cancha pone en peligro su pase a las ligas europeas.

    Desde sus géneros narrativos y diseños de producción disímiles, ambas películas abordan dos elementos idiosincráticos de la cultura nacional y ofrecen relatos que revalúan los vínculos en torno a los lugares que el mate y el fútbol ocupan dentro de la idea del ser uruguayo.

    El estreno consecutivo de los largometrajes también responde al fenómeno de una mayor heterogeneidad entre las propuestas de producción local para los cines. Tras los dos primeros años de la crisis sanitaria y los cierres y reaperturas de los cines, en 2021 se demostró que la producción audiovisual era capaz de desplegar sus trabajos de manera simultánea, una idea a contracorriente al pasado, en donde se esperaba que una película uruguaya acaparara el público de otra si se estrenaban al mismo tiempo.

    Si bien ambas producciones pueden ser consideradas como estrenos de 2022, también compartieron sus primeros encuentros con una audiencia dentro del mismo contexto. En diciembre de 2021, formaron parte del Festival Cinematográfico Internacional del Uruguay, organizado por Cinemateca, donde fueron exhibidas dentro de la Competencia de Nuevos Realizadores.

    Los espectadores que hayan visto las películas por aquel entonces habrán notado que tienen otro punto en común: la presencia del actor y humorista Diego Moncho Licio.

    En Mateína, Licio interpreta a un traficante de yerba —también apodado Moncho—, quien emprende un viaje en carretera, junto con su compañero Fico (Federico Silveira), hacia Paraguay. Aquellos familiarizados con el histrionismo del comediante maragato tal vez se sorprendan por la dirección a la que Abdala y Peñagaricano lo condujeron. Aunque se mantiene cierta presencia “típica” del humor de Licio, vista sobre todo en sus participaciones en programas radiales y de la televisión uruguaya, el Moncho de Mateína es uno más contemplativo y atento a los efectos que sus acciones empiezan a tener en los personajes que va conociendo en su cruzada hacia un supuesto paraíso del mate.

    En 9, Licio tiene una aparición secundaria en una escena en la que el joven jugador protagonista, interpretado por Enzo Vogrincic, debe filmar una publicidad. Sin revelar del todo los ridículos detalles a los que ambos actores se someten, basta con adelantar que se trata de uno de los momentos más relajados dentro de la sombría atmósfera de la película y uno de risas garantizadas gracias al cameo del comediante.

    ¿Qué tiene Licio que resultó en una presencia doble en los cines uruguayos? Abdala, quien confiesa ser amigo del actor desde hace más de una década, lo resume de manera inmediata. “Tiene algo completamente empático. Nosotros lo amordazamos muchísimo, llevándolo a un lugar contenido para que el humor no se materialice en la impronta que conocemos. Éramos conscientes de que estábamos desaprovechando un lugar potente, pero es muy difícil que no conectes con él”.

    “Tengo una teoría de que San José es la reserva de la ternura del mundo”, agrega Branca, quien detalla que la aparición de Licio en 9 fue concebida con su nombre en mente. “Si bien lo utilizamos poco, queríamos trabajar con él y pensamos ese papel. Originalmente había más comedia en la película, pero se fue reduciendo. El Moncho quedó en ese lugar y es esa magia que traduce de cuánto de la realidad de un actor se plasma en una película”.

    Mientras que en Mateína Licio divide su protagonismo junto con Federico Silveira, en 9 es Vogrincic quien carga con la película sobre sus hombros como Christian Arias, un futbolista a punto de convertirse en un deportista de élite. El personaje llega a una casona en un barrio privado para resguardarse del ojo público y entrenar al mismo tiempo que su padre (Rafael Spregelburd) y su abogado (Rogelio Gracia) trabajan en negociar su pase. Christian, cuya figura fue inspirada en lo vivido por Luis Suárez durante el asedio mediático que sufrió tras su suspensión en el Mundial de Brasil, es introducido en el relato padeciendo su rutina profesional, que incluye una alimentación y entrenamiento estrictos, así como una interacción social con su entorno cercano que se ha visto trastocada por su éxito.

    Vogrincic, quien ha trabajado en el teatro uruguayo bajo la dirección de Sergio Blanco, fue elegido a través de un proceso de casting. Como director, Branca sigue, hasta el día de hoy, orgulloso del desempeño del actor frente a cámara. Recuerda, como ejemplo, una anécdota del rodaje de 9. En una escena, Christian se encuentra sentado jugando al PlayStation de manera completamente desinteresada. Su padre lo obliga a salir del hogar y el personaje se dirige hacia una piscina del barrio privado en el que se encuentran viviendo. Según Branca, Vogrincic fue capaz de reproducir la exacta postura de desolación con la que el personaje se encontraba antes, pese a que las escenas, dentro y fuera del hogar, fueron capturadas con varios días de separación.

    9 fue filmada, casi en su totalidad, en una casa en Maldonado. Con el equipo quedándose a metros de la locación, los directores lo definieron como su propia Cinecittà, en alusión a los célebres estudios italianos de cine. Branca, quien como diseñador se define a través de su pasión por el formalismo, pudo explorar junto con Barrenechea y el director de fotografía, Matías Lasarte, la arquitectura de la lujosa locación. En la película los planos reflejan lo que atraviesan los personajes en ese “no lugar” al tomar al lujo y las grandes habitaciones blancas como espacios de pura soledad. Es allí que Christian se ve encerrado y comienza a cuestionar si su pasión por el fútbol corresponde con sus deseos o le ha sido impuesta a la fuerza.

    Ante la mención de Cinecittà, Abdala recuerda que el rodaje de Mateína también fue definido de forma similar. Explotando su naturaleza de película de carretera con inspiraciones técnicas en Mad Max, Y tu mamá también y Thelma y Louise, la producción definió sus grabaciones por el oeste de Montevideo rural y filmaciones en locaciones y pueblos en Florida como su “Rutacittà”.

    Bajo esas condiciones, la comedia implementa algo poco visto en el cine uruguayo: una persecución de autos. En la secuencia, Moncho y Fico son perseguidos por un agente interpretado por Roberto Suárez, quien como antagonista no duda en desenfundar su arma una vez que se topa con los contrabandistas en la carretera.

    Para Abdala, la secuencia condensa “el mundo” de la película al tratarse de una narración ambientada en el Uruguay imaginado en Mateína, donde los autos de 2045 andan a una velocidad más cercana a los automóviles de 1945.

    “Un consejo para filmar una ópera prima es no contar con animales, niños y escenas de acción”, apunta. “Nosotros tenemos todo: vacas, disparos, fuegos al aire libre y una persecución. Era el guion que teníamos y no nos lo cuestionamos”, agrega el director, quien asegura que la persecución “se ve más rápida de lo que es” y remarca el esfuerzo de su equipo de producción para una narración de ese calibre, ya sea debido a los autos que son remolcados mientras son filmados o al talento como conductores que les es requerido a los actores.

    A la hora del montaje, Abdala y Branca abordaron sus proyectos de manera diferente. Mateína tuvo un proceso de edición prolongada y la película pasó por varias versiones, con los cineastas Guillermo Madeiro y Guillermo Rocamora realizando sus “cortes” de la historia. “Fue un momento poco oscuro y largo de la película”, recuerda Abdala. No fue hasta una de las primeras y recientes proyecciones con público, en Cinemateca, que el realizador sintió que se había alcanzado el tono propuesto junto con Peñagaricano.

    Branca indica que 9 atravesó un proceso de edición diferente, con un encargado de editar lo grabado en el día a día. “Cuando llegamos a la isla de edición no había mucho para sacar. Lo que vos sufriste en la edición nosotros lo sufrimos en el rodaje”, le comenta Branca a Abdala, recordando algunos dolores de cabeza frente a las decisiones de guion que se tomaron en pleno rodaje.

    Tras haber corrido la larga carrera de dirigir, Abdala y Branca se encuentran expectantes del encuentro que sus películas tendrán con el público. Entre las primeras de sus coincidencias compartidas, ambos señalan que sus estrenos los encuentran en un momento tan gratificante como extraño. “Estás respondiendo a los intereses de un ‘yo’ de muchos años”, señala Barca, quien también es diseñador y cuenta con el mediometraje Amor robot (2011) en su haber.

    “Te diré que el caso nuestro es aún peor”, bromea Abdala, al indicar que el origen del guion de Mateína, escrito por su contraparte Joaquín Peñagaricano, se remonta a 2005. “Sí es cierto que hay una disociación entre tu ‘hoy realizador’, que generalmente ya se encuentra en otro proyecto, con el estreno de tu última obra, que hace que te remontes al pasado. Pero siempre trae recuerdos. Y estos son recuerdos nítidos y felices”, asegura, mientras su colega asiente.