“Casi un gigoló”, de John Turturro
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáMucha gente va a ir corriendo a ver Casi un gigoló creyendo que es de Woody Allen (y la dan en el renovado Casablanca, cine que solía llenarse con las películas del ingenioso hombrecito de gruesos lentes). Pero no, en una rara concesión que no llega a media docena en toda su carrera, Woody se aviene a trabajar para otro director, aunque conservando sus rasgos más típicos que son, lisa y llanamente, que no tenga que actuar, que se limite a hacer de sí mismo. Y eso es lo que hace mejor y lo hace a pura conciencia, ya que en algunas películas donde dirige y no actúa exige que su protagonista también haga de él, como Kenneth Branagh en “Celebrity” y Owen Wilson en “Medianoche en París”. Su público espera eso, y él se las arregla para intercalar de vez en cuando un par de frases típicas que todos festejan. En ese plano, Casi un gigoló va a tener sus adeptos, cómo no.
Pero acá hay poco de Woody Allen y hay mucho de John Turturro, su primer actor, libretista y director. Hace años que conocemos a Turturro, que ha trabajado para los Coen como secundario (“De paseo a la muerte”, “El gran Lebowski”), como coprotagonista (“¿Dónde estás hermano?”) y como protagonista absoluto (“Barton Fink”); para Robert Redford (“El dilema”); para Spike Lee (“Haz lo correcto”, “Fiebre de amor y locura”, “Hermanos de sangre”); para Peter Weir (“Sin miedo a la vida”) y hasta para Francesco Rosi (“La tregua”). Con toda esta gente seguro que aprendió mucho aunque no debe de haber ganado dinero. Con otros, hizo dinero a cambio de no aprender nada o, tal vez, aprender lo que no hay que hacer (“Daño colateral”, “Transformers”, “La herencia del Sr. Deeds”, “Rescate del Metro 1 2 3”). De cualquier manera, junto a su carrera como actor, Turturro ha dirigido unas pocas, pequeñas y modestas películas (“Mac”, “Illuminata”, “Romance & Cigarettes”, “Passione”), tan humildes que no se estrenaron en Uruguay aunque alguna llegó en formato video.
Así que Casi un gigoló es una especie de bautismo oficial de Turturro como director, y no cabe duda de que su estreno se debe a la presencia de Woody Allen encabezando el reparto. ¿Es una comedia? Más o menos. Se parece más bien a un cuento, no precisamente de hadas. Supone hacer creer que Murray Schwartz (Woody) es un librero arruinado que está a punto de cerrar su negocio, dejando sin trabajo a su empleado Fioravante (Turturro). Supone hacer creer que la dermatóloga de Murray, en un exceso de confidencia, le dice que le encantaría hacer un ménage a trois si encontrara al hombre adecuado, así nomás. En un periquete, Murray asume la condición de proxeneta y cree sinceramente que Fioravante (56 años, dientes de ratón y ojos de comadreja) sería el gigoló ideal por la modesta suma de… ¡mil dólares!
Bueno, bueno, un momentito. Ya que la película supone hacer creer que eso es posible (y en el terreno de la comedia, ¿por qué no?) queda por saber quién es la madama que va a satisfacerse con los servicios de tan improbable gigoló, seguramente una señora entradita en años, con carnes fláccidas, cara no muy agradable y posiblemente hasta mal aliento. ¡No, señor! Es Sharon Stone, un año menor que Turturro pero casi, casi tan apetecible como en “Bajos instintos”, difícilmente una mujer que tenga que pagar mil dólares para acostarse con John Turturro. Pero esto es una comedia, no olvidar, y aún falta la tercera en discordia, la cual hará subir la tarifa a 2.000 dólares para componer el conversado ménage a trois. ¿Quién es? ¡Pues Sofía Vergara, sí señor! Cualquiera diría que para acostarse con esas dos mujeres Turturro (o Fioravante, bah) tendría que dejar todo su sueldo y pedir un préstamo, pero esto es una comedia, no olvidar, escrita y dirigida por él mismo.
Y todavía falta Vanessa Paradis, como judía jasídica viuda y solitaria, asediada por un celoso policía de la comunidad (Liev Schreiber) para que no ensucie su reputación con un tipo como Fioravante —que para peor ni siquiera es judío—, aunque el chivo emisario resulte el viejo Murray, arrastrado a dar explicaciones de su “negocio” ante un bizarro tribunal de conducta, sin que nadie repare que viva con una mujer negra que a su vez tiene varios hijos. No hay que creer que de todo este berenjenal va a surgir una comedia de enredos divertida e ingeniosa. Turturro pone todo el tiempo una expresión entre aburrida y melancólica, lo que encanta (¿?) a Stone y a Vergara pero no lo termina de afianzar frente a Paradis, de quien se ha enamorado parece que en serio. Se acabó la comedia y empezó una farsa absurda que ni siquiera tiene ritmo ni gracia, como si Turturro no creyera en su propio asunto o no tuviera tal vez el nervio apropiado para dirigirlo. Quiere parecerse a Woody Allen, lo tiene ahí enfrente, pero no le sale. Un par de risas, no más, es lo único que se puede sacar en limpio de este desperdicio. ¿O habría que decir despropósito?
“Casi un gigoló” (Fading Gigolo). EEUU, 2013. Escrita y dirigida por John Turturro. Duración: 90 minutos.