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    Actuó, emocionó, ayudó, contó mil historias, vivió la vida que quiso, la que soñó

    A los 92 años murió en Montevideo China Zorrilla, la más popular de las actrices rioplatenses, recordada con cariño por colegas, público y autoridades

    La figura de China Zorrilla se podría reconstruir a partir de su anecdotario, suculento, colorido y rico en detalles sorpresivos, que ella narraba a toda velocidad y con su tono aporteñado y confianzudo, que nunca perdía el estilo patricio que llevaba en la sangre. Algunos de esos relatos coparon los medios de comunicación y las redes sociales ayer, miércoles 17, cuando se conoció la noticia de su muerte a los 92 años. Expansiva y carismática, China fue una de las figuras de la cultura más queridas y populares del Río de la Plata, y así lo demuestran con gran cariño en estas horas sus colegas y su público. 

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    Había nacido en Montevideo el 14 de marzo de 1922 y fue inscripta como Concepción Matilde Zorrilla de San Martín Muñoz, pero muy pocos la recuerdan con ese nombre. Como si le faltaran nombres, la familia la llamaba “Cochonita”, según cuenta Diego Fischer en su libro A mí me aplauden, sobre la vida de la actriz. Cuando la familia vivió en París, en la escuela los otros niños le comenzaron a decir cochon (cerdo), por lo que los padres le buscaron otro sobrenombre y así llegaron al de China. 

    Hija del escultor José Luis Zorrilla de San Martín y de la argentina Guma Muñoz, tuvo como abuelo paterno al poeta Juan Zorrilla de San Martín, y todo en su hogar respiraba refinamiento cultural. China fue la segunda de cinco hermanas, y solo ella y Guma, vestuarista teatral, se dedicaron a las artes escénicas. “Papá nos hablaba mucho de arte, de una manera fácil y accesible. (...) Siempre digo que mis grandes nociones de cultura comenzaron escuchando hablar a papá. Y oyéndolo recitar, aprendí muchos poemas”, recordó en 1990 en una entrevista que le realizó para Búsqueda César di Candia. 

    “Era un tipo irrepetible. Muchas veces yo regresaba a casa de madrugada, luego de aquellas largas jornadas de ensayos y charlas interminables y él salía para ver salir el sol desde su taller. (...) Este taller, cuyo jardín está separado de la casa por aquella puerta, era su mundo”.

    Parte de su infancia la vivió en París, donde su padre estaba trabajando luego de ganar el concurso para el Monumento al Gaucho. De regreso en Uruguay, estudió en el Colegio Sagrado Corazón. “Estábamos habituados al mundo del desnudo. En aquella época, en las clases de arte las monjas nos tapaban algunas zonas de las estatuas y nos causaba asombro porque el cuerpo desnudo de la gente nos parecía totalmente normal”, contó. 

    Escenarios.

    “‘Vas a ser actriz’, fue el vaticinio de su abuelo Juan mientras la niña realizaba sus representaciones para un auditorio familiar acostumbrado a ser espectador de los sketches que escribía y representaba la pequeña”, dice un comunicado emitido por el Teatro Solís a raíz del fallecimiento de China. Y el abuelo fue sabio porque su hija se subió a un escenario por primera vez en 1943 con una obra de la Asociación de Estudiantes Católicos. Años más tarde consiguió una beca y se fue a Londres para estudiar en la Royal Academy of Dramatic Art, y allí se relacionó con figuras del teatro europeo. 

    En 1948, de regreso a Uruguay, debutó en la Comedia Nacional con Una familia feliz, de Antonio Larreta, y desde entonces actuó como primera actriz en el Teatro Solís en más de 40 obras (La celestina, Bodas de sangre, Romeo y Julieta, Las de Barranco, entre otras), muchas de ellas dirigida por la actriz española Margarita Xirgu. 

    Junto con Larreta y Enrique Guarnero, fundó en 1961 el Teatro de la Ciudad de Montevideo, y con su elenco viajó a Buenos Aires, París y Madrid. Luego se estableció en Nueva York, donde fue profesora de francés y secretaria de una agencia teatral. Con Carlos Perciavalle presentó en Broadway el espectáculo para niños Canciones para mirar , con textos de María Elena Walsh. 

    En la entrevista para Búsqueda  explicó lo que significaba su amor por el teatro. “Hasta ahora sigo sintiendo la sensación de privilegio y de suerte que tenemos los que podemos vivir haciendo lo que haríamos igual aunque tuviéramos que pagar por ello. Ya no digo gratis, digo pagando”. 

    De ambas orillas.

    Habrá sido casualidad o no, pero la casa de China en Buenos Aires estaba en la calle Uruguay, todo un símbolo para la condición rioplatense de la actriz. Fue en 1971 cuando rodó su primera película en Buenos Aires: Un guapo del 900, dirigida por Lautaro Murúa. Luego vendría La Maffia, de Leopoldo Torre Nilsson, con Alfredo Alcón. En ese momento se instaló definitivamente en la capital porteña. Comenzaban los años de plomo en ambas orillas y China fue proscripta por razones poco claras en Uruguay. Cuando murió su padre en 1975, se animó a cruzar a Montevideo a presentar en el El Galpón la obra Hola, hola, uno, dos, tres. La función no pudo realizarse y un comisario le dijo: “Perdóneme, China, justo a mí que he sido siempre admirador suyo, me toca hacer esto... me da mucha vergüenza, pero tengo que llevarla a la Jefatura”. En ese momento le hicieron firmar un papel en el que la notificaban de que tenía prohibido actuar en el país. “Yo firmo y pongo siempre debajo la palabra ‘paz’”, le explicó a Di Candia. Cuando firmó así en la Jefatura, lo tomaron como una provocación y terminó en el calabozo hasta que su hermana Guma fue a buscarla. 

    Su actuación más recordada en cine fue en Esperando la carroza, de Alejandro Doria, que en la televisión uruguaya, durante la dictadura, se pasaba cortada en las escenas en las que aparecía (ver recuadro). 

    Cuando regresó a Uruguay en 1985 representó Emily, de William Luce, sobre la poeta estadounidense Emily Dickinson. Frente a familiares, amigos y figuras políticas dijo lo siguiente, conmovida, al terminar la función: “Tenemos aquí entre nosotros al doctor Sanguinetti, electo por el pueblo, al doctor Zumarán que ha tenido la hidalguía de ir a felicitarlo, al general Seregni, que como Emily Dickinson, supo de largas reclusiones”.  

    En el 2003, el Teatro Alianza inauguró una sala con el nombre China Zorrilla. En ese momento, la actriz tenía 81 años, pero mantenía un espíritu joven y vigoroso: “Siempre estoy pensando en el futuro. Yo borro mucho el pasado, y el presente nunca lo analizo. Creo que mi juventud es esa: vivo planificando cosas”, dijo en el discurso de agradecimiento. 

    China se mantuvo activa hasta 2008, cuando sufrió una insuficiencia respiratoria y debió ser internada. La última actuación en Montevideo fue el 11 de diciembre de 2010 con una versión leída de Las d’enfrente, de Federico Mertens. Se retiró por completo de los escenarios en 2011. Había recibido varios premios, entre otros, los Cóndor de Plata en Argentina: Mejor actriz de reparto por su papel en Darse cuenta, en 1985, Trayectoria en 2002 y Mejor actriz por Elsa y Fred, en 2006. En Uruguay recibió el Florencio como Mejor actriz por El camino a la Meca y también otros reconocimientos como Ciudadana Ilustre, en 2011. En 2013 el MEC le otorgó la primera medalla Delmira Agustini a la trayectoria artística y cultural, y la Sociedad Uruguaya de Actores la distinguió con el Premio Candeau a la trayectoria y el compromiso.

    En aquella entrevista con Búsqueda, China evocó lo que significó para ella la actuación. “Con papá muchas veces hablábamos de un tema pintoresco. Yo le hacía ver lo imperecedero que era su trabajo y lo efímero que era el mío. ‘El día que tú te vayas van a quedar el bronce, el granito, el mármol, como prueba de tu obra. Lo mío termina conmigo, el hecho teatral finaliza al caer el telón’ Papá se reía y me contestaba: ‘Eso es correcto, pero a ti te aplauden. Disfrutas de la voluptuosidad de los aplausos que se renuevan noche a noche’. Y recién entonces descubrí lo lindo que es que a una la aplaudan”. 

    Palito a palito.

    Con un pie en el avión que lo trajo desde Finlandia, el presidente Mujica transmitió un mensaje telefónico a la Secretaría de Comunicación de Presidencia: “Hay algunos pajaritos criollos como el zorzal o el hornero que con mucha ternura y oficio antes de cada primavera construyen su nido, palito a palito. Sin darse cuenta, o dándose cuenta, China Zorrilla ha contribuido a construir cultura para el Uruguay y para el Río de la Plata, a lo largo de décadas y décadas, sumando como esos pajaritos, palito a palito con ternura”, relató el Mandatario. Y destacó la celebración de su vida: “La despedida tendrá un tono de tristeza y un tono de alegría por la magnitud de esa vida”.

    En tanto, el vicepresidente Danilo Astori la definió como “una seña de identidad del país”. Lamentó la pérdida física y aseguró que “siempre fue una uruguaya entrañable, que permanecerá sin duda en nuestra memoria”.

    El recuerdo de China estalló en la memoria de Hugo Achugar, director nacional de Cultura, cuando Búsqueda lo contactó, pasado el mediodía de ayer miércoles 17: “Cuando regresó a Montevideo, a fines de los años 60 para hacer El honor no es cosa de mujeres (de Robert de Flers y Gastón Arman de Caillavet, con la Comedia Nacional, en 1967), empezó la obra, se abrió el telón, apareció ella, después de muchos años de ausencia, y todo el teatro se puso de pie y la aplaudió durante 15 minutos. Ella aún no había dicho una sola palabra”. Recién enterado de la noticia, el jerarca cultural expresó: “Es una de las mayores perdidas de la cultura uruguaya. Fue amada por todos los uruguayos y trascendió fronteras con su actuaciones en cine, teatro y televisión. Fue sin dudas una de las grandes y tuvimos el honor de que en 2012 recibiera una de las primeras medallas Delmira Agustini al mérito cultural, otorgada por el Ministerio de Educación y Cultura.

    La actriz argentina Soledad Silveyra se tomó el primer puente aéreo ayer miércoles 17 para asistir al funeral. En declaraciones a canal 10 en la sala velatoria Martinelli dijo: “Para mí fue una madre, para mí fue todo. Cuando la fui a ver el año pasado a la casa me dijo ‘Solita, tuve una vida gloriosa’”.

    En esa visita, Silveyra fue a acompañada por el promotor y director teatral uruguayo Mario Morgan, responsable de gran parte de las giras internacionales de China por Latinoamérica y Europa durante las últimas décadas. Morgan contó a Búsqueda que esa tarde “China nos cantó canciones infantiles francesas como Sobre el puente de Avignon. El agente artístico recordó la faceta de compositora y pianista —más conocida en Argentina que en Uruguay— de Zorrilla. “Tenía una enorme habilidad para escribir letras y músicas de canciones. Lo hizo mucho para shows de Carlos Perciavalle”. En los últimos años, “ella era para el público internacional, la protagonista de Elsa y Fred, película que trascendió fronteras y que le permitió actuar en sitios como Colombia y España”.

    Morgan La describe como “un ser maravilloso que siempre estaba de buen humor, desconocía todo lo que fuera agresión. Una mujer muy generosa que daba mucho de su tiempo a quien lo necesitara”. Para Morgan, China “contaba historias como nadie. Una de sus máximas en el escenario era ‘hay que dejar caer la frase’, y eso formaba parte del estilo China Zorrilla, que ella, como todo gran artista, logró forjar”.

    A Europa en barco.

    Cuando fallece una figura de la talla de China Zorrilla, el impacto mediático suele dar la medida justa del personaje. Apenas trascendió la noticia, la mayoría de los canales televisivos argentinos y uruguayos levantaron sus contenidos habituales para difundir testimonios de colegas y amigos de la actriz. “Era muy divertida, podía amenizar una reunión infinita con historias que contaba maravillosamente bien”, recordó el actor Luis Brandoni al canal argentino TN, mientras se proyectaban imágenes de su cumpleaños número 90, en 2012, cuando lo celebró en el escenario del Teatro Cervantes de Buenos Aires, con torta incluida sobre las tablas. El actor dijo que China amaba tocar el piano en su casa y tenía debilidad por “la comida y los chocolates”. Y remató con una anécdota montevideana: “En 1972 cruzamos el río a un homenaje a Teatro El Galpón y algunos que habían prometido estar, fallaron. Entonces China se sentó en una silla y se hizo cargo de los baches durante 40 minutos con un monólogo espectacular. Tenía repertorio para un viaje a Europa en barco. Es la mejor versión que tenemos de ella”.

    Minutos después, Norma Aleandro fue enterada al aire de la noticia y, acongojada, subrayó el carácter solidario de Zorrilla. “No solo no era rica sino que me consta que vivía bien, pero estrechamente, porque había dado y ayudado a mucha gente”

    Mamás, tías y abuelas.

    El sentimiento popular hacia China Zorilla atraviesa clases sociales y niveles socioculturales. Las redes fueron reflejo del modo en el que la actriz está inserta en el corazón de millones de rioplatenses. María Gandolfo, una abogada de Rosario, Argentina, la recordó en Facebook de esta manera: Es emocionante, representa a las mamás, tías y abuelas de muchos de nosotros, con frescura hasta los 70, 80, 90 años, hasta que ‘se van’ brindan calidez, dignidad, sencillez, pasión por su quehacer en la vida.... son por siempre mujeres maravillosas que dejan huellas imborrables y ejemplares”.

    Diversas instituciones artísticas la recordaron y aportaron sus pinceladas para pintar el entrañable personaje. El Teatro Solís recordó: “Su vida fue el teatro. China odiaba los ensayos, los odiaba tanto como amaba el escenario. Pero por sobre todas las cosas afirmaba con plena convicción: ‘Yo vivo la vida que quise, la que soñé’”.

    El Instituto Nacional de Artes Escénicas, la evocó “con alegría, emoción y profunda admiración” mientras que la Sociedad Uruguaya de Actores realzó a la “mujer generosa y siempre dispuesta a dar una mano tanto a sus compañeros como a quien se lo solicitara sobretodo en tiempos difíciles, ya sea en nuestro país como en Argentina”.

    En tanto, la Comedia Nacional destacó sus más de 70 años de trayectoria dedicada al teatro y adjuntó una lista con los 40 espectáculos que interpretó en sus filas, entre 1948 y 1967.

    China y Ducho.

    Las personas que la conocieron y trabajaron con ella, resaltaron su personalidad fuerte, el humor, cierta desfachatez cálida en el trato, pero también su responsabilidad en el trabajo, sensibilidad, y entusiasmo para la vida.

    Enrique Mrak, periodista y actor egresado de la Escuela Municipal de Arte Dramático, expresó en su muro de Facebook: “Siempre le dije Chinita, desde hace unos 40 años, cuando organicé una muestra de obras de su padre, todavía vivo. Se me armó un lío enorme con los miembros de la comisión directiva del lugar donde trabajaba porque no querían que la invitara. Y allí dije ‘o viene China o no hay exposición’. Nunca lo supo, pero la muestra se hizo con su madre, su padre y TODAS sus hermanas incluyendo a la inolvidable Gumita”.

    El veterano actor y director teatral Rubén Yáñez dijo a Búsqueda que no dirigió en en la Comedia Nacional en el período en que estuvo Zorrilla. “Estuve con ella en París, y en otras ocasiones por motivos personales. Pero nunca me tocó dirigirla. Era una actriz muy responsable y con un bagaje formativo fuerte y sólido, que lo fue desarrollando durante toda su vida, según las posibilidades que tuvo con las edades, porque tenía algunos años más que yo”. Yáñez la vio actuar varias veces. “Era una mujer de una gran personalidad”.

    La actriz Dahd “Ducho” Sfeir, dijo a Búsqueda estar “deshecha”. Sfeir y Zorrilla se encontraron por única vez en sus carreras en la obra Madre coraje, de Bertolt Brecht. Y dice que les quedó pendiente hacer algo más juntas. “Ella hacía la madre y yo una chiquilina, una prostituta de 15 años, cantaba, y luego aparecía mayor y casada con alguien muy rico. Lo que más conservo de ella es esa amistad”. China la había bautizado como “Turquestana”, y así le decía cuando la llamaba desde Buenos Aires. Sfeir considera que Zorrilla más que una persona era “un personaje que no tenía igual en todo el teatro uruguayo”. Resaltó su “carácter fuerte y su gracia, simpatía y poder de comunicación tan brutal” para la comedia, pero también “para las cosas serias, emotivas y duras”.

    “En El tobogán, de Jacobo Langsner, dirigida por Omar Grasso, pinto a la clase media uruguaya como nadie”. De esa puesta en el Teatro Odeón, Sfeir recuerda entre risas: “Había un actor muy buen mozo, muy jovencito, entonces yo me le acercaba y ella me pegaba en el brazo y me decía: ‘¡no lo toques, yo lo vi primero! Es mío, salí de acá’. No me dejaba ni saludarlo y el muchacho se avergonzaba”.Recuerda que China “vivía tejiendo”: “tejía a dos agujas: un pulóver, una bufanda, lo que fuera, para ella, sus sobrinos o hermanas”. En los ensayos generales de Emily por ejemplo, hacía poner un casete con su voz se ponía a tejer y gritaba: “Para eso te pongo el casete, para que oigas mi voz y pongas las luces”.

    También se refirió a su “generosidad tan famosa”. “Sé bastante más de lo que cuentan, y su generosidad era asombrosa: con las hermanas, con los extraños”.

    China, Guarnero y Juan.

    En una entrevista con El Observador, en 2005, China aseguró que su mejor recuerdo de la Comedia nacional es haber trabajado con Antonio Larreta y Enrique Guarnero: “Fue de lo mejor que viví. Con ellos dos fundamos el Teatro de la Ciudad de Montevideo. Guarnero fue un maravilloso actor. Le ponías un frac, y parecía que había nacido para ponerse un frac. Le sacabas eso y le ponías botas, una bombacha de gaucho y un puñal, y parecía un gaucho de veras. Fue el hombre más cómico y más dramático que vi sobre un escenario”.

    En esa oportunidad reveló un aspecto de su vida del que rara vez hablaba en Uruguay. “El gran amor de mi vida murió hace 40 años. No fue el único, pero fue el más grande. Luego estuve enamorada otras veces, pero nunca como de él. Te puedo decir que se llamaba Juan. Nada más. La mitad de los lectores sabrá quién es”.