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“Casi se ahoga, quedó mal”, fueron las palabras que escuchó salir de su celular Guadalupe Herraiz cuando recibió la llamada de una amiga el último día de 2008. Hablaba de Benicio, un niño de cuatro años, hijo de Vicky, una amiga en común. Benicio acababa de sufrir un accidente con agua en su casa. “¡Pero si los niños flotan!”, fue lo primero que pensó Herraiz en ese momento. Más de una década después, en su libro La cara oculta del agua: concientización en la prevención del ahogamiento infantil, reflexiona sobre “¿cómo podía estar tan extremadamente equivocada?”.
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En pleno festejo de fin de año en un jardín, con la música y la parrilla encendidas, empezó a refrescar y Vicky, la mamá de Benicio, entró a la casa a buscarle un abrigo. Cuando volvió no lo encontraba en el jardín, y volvió a entrar a la casa para ver si el niño la había seguido. Pero no. Al volver a salir, Benicio estaba mojado en brazos de su padre, que acababa de sacarlo del fondo de la piscina. Estaba pálido y sin pulso. Sus padres comenzaron a hacerle respiración boca a boca y llamaron a la emergencia móvil. Los médicos pudieron recuperar el pulso del niño, su capacidad de respirar, sus latidos, pero no el funcionamiento normal de su cerebro. Jamás pudo volver a comunicarse y valerse por sí mismo.
Ese accidente fue el que llevó a Herraiz a comprometerse en la lucha contra el ahogamiento infantil, la primera causa de muerte por lesiones no intencionales en niños de entre uno y cuatro años y la segunda entre los de cinco y 15 años en Uruguay. En la actualidad dirige una asociación civil sin fines de lucro llamada Nademos por los Niños, es instructora de supervivencia acuática para bebés y niños y además tiene su propia escuelita de natación. En setiembre publicó su libro, que fue declarado de interés institucional por el Instituto del Niño y el Adolescente del Uruguay (INAU). Allí intenta derribar varios mitos sobre la relación de los niños con el agua, la utilidad de los dispositivos de flotación y los descuidos que pueden ocurrir por parte de los adultos a cargo.
“En este proceso empírico, basado en una práctica constante, fui observando las fallas o grietas que ocurren con este accidente del que tan poco se sabe”, expresa la instructora de supervivencia acuática en su libro. Mantiene una postura bastante crítica contra el marketing, la educación, la crianza y la reglamentación gubernamental. “No hay quien ponga orden en la sociedad respecto a cómo tratar a los menores en los volúmenes de agua”, dijo a Búsqueda.
La Organización Mundial de la Salud define el ahogamiento como “el hecho de sufrir dificultades respiratorias como consecuencia de la sumersión o inmersión en un líquido”.
Educar
En 2018, Herraiz participó de la defensa de un proyecto de ley de prevención del ahogamiento infantil que presentaron ante la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados la frenteamplista Cristina Lustemberg y el nacionalista Pablo Abdala. El proyecto, que proponía la elaboración de un programa nacional de prevención del ahogamiento infantil, fue aprobado por Diputados, pero se estancó en el Senado. Hubo un cambio de gobierno en 2020, después llegó la pandemia del Covid-19 y más tarde una nueva ola de contagios. Pero la directora de Nademos por los Niños no lo lamenta demasiado. “Si hay algo que tengo claro es que a mí no me interesa quién esté gobernando. Lo único que me interesa es conseguir una ley llena de contenido. Y no sé si esa ley iba a tener tanto contenido”, admitió.
Es que el proyecto de 2018 constaba solo de cinco artículos y en ninguno contemplaba “el enorme dolor que sufre una familia cuando pierde a un hijo por una causa tan injusta como es el ahogamiento infantil”, dijo la instructora de supervivencia acuática. Ante el fallecimiento de un niño por esta causa, los señalamientos a los padres son las reacciones más frecuentes: “¿Dónde estaba esa madre?” o “no lo cuidó bien”. Son muertes que generan culpa, que separan familias, son dolores que no se superan.
Las acusaciones se producen porque el principal factor de riesgo para esta causa de mortalidad o morbilidad es la distracción de los cuidadores. La recomendación es que no los pierdan de vista en ningún momento mientras permanezcan en el agua y que la distancia que guarden con ellos no supere la de un brazo. “Apenas 15 centímetros de agua son suficientes para que un niño muera ahogado”, advirtió la experta.
Este mes, el Ministerio de Salud Pública declaró de interés ministerial el 8 de diciembre como Día de Prevención de Ahogamientos, para concientizar sobre esta causa de morbimortalidad. Según datos de Prefectura Nacional a los que accedió Búsqueda, desde el 1º de enero hasta el 7 de diciembre de 2021 ocurrieron 80 ahogamientos, de los cuales 14 fueron de menores de 15 años. Los fallecidos fueron 27 y otros pudieron haber quedado con secuelas permanentes, como en el caso de Benicio. Según Herraiz, no hay estadísticas detalladas para esos casos pero, tomando como referencia los números de Estados Unidos, por cada menor que fallece por causa de ahogamiento, otros cuatro o cinco quedan con daño cerebral.
“Hay que educar a la población, se empieza por ahí”, sostuvo la instructora de natación, que ha enseñado supervivencia acuática a más de 1.000 niños. Además de estudiar todo lo relacionado con el agua y cómo manejarse en ese ambiente, Herraiz se dedicó a investigar a fondo el funcionamiento del sistema nervioso central de los niños. Así descubrió que ellos generan registros a través del medio que los rodea. La experta explicó a Búsqueda que cuando se expone a un niño a grandes volúmenes de agua con dispositivos de flotación, el cerebro no entiende que esos elementos están adosados a su cuerpo. Solo puede detectar que hay agua en todas sus terminaciones nerviosas, en su musculatura. La señal de presencia de agua llega al cerebro, y como ese órgano tiene que asegurarle oxígeno a todo el sistema, entiende que la postura vertical es la adecuada cuando siente el agua. Cree que sostenerse en esa posición le va a garantizar a todos los órganos mantenerse vivos. “El niño no va a entender que eso le requiere trabajo, y ahí empezamos mal”, indicó.
Al final de su libro, Herraiz ofrece varias recomendaciones sobre cómo prevenir el ahogamiento infantil o cómo actuar cuando ocurre el accidente. Advierte sobre la importancia de la atención cuando se está cuidando a niños en el agua, no entretenerse con celulares o tablets, que “distraen y entorpecen la correcta supervisión”. En ese sentido, indica: “No va a escuchar a su hijo caer o pedir ayuda. El ahogamiento es silencioso”.