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    Alejandro Domínguez aseguró que su compromiso es “barrer con la corrupción, la inmoralidad y el enriquecimiento indebido”

    Es el miércoles 27. Hace calor, está nublado y hay un poco de viento en Asunción. El ambiente es denso y el polvo que sale de cualquier rincón parece impregnarlo todo. No han pasado ni 24 horas desde que el paraguayo Alejandro Domínguez fue electo con los votos de las 10 asociaciones como nuevo presidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol), después del escándalo de corrupción que barrió con sus tres antecesores.

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    Pero Domínguez no tiene problemas en recibir a Búsqueda en su nueva oficina ubicada en el cuarto piso del lujoso edificio de la Conmebol, para contar cómo piensa hacer para manejar el hierro caliente, recuperar el prestigio perdido y acabar con las “inmoralidades” que durante casi un cuarto de siglo hundieron a la institución en la peor crisis de su historia.

    “Es muy claro: acá estamos atravesando una crisis moral. Y la crisis moral es la que llevó a todas las otras crisis”, dice Domínguez, un ex dirigente del club Olimpia que acaba de abandonar la Presidencia de la Asociación Paraguaya de Fútbol (APF) y que ahora permanecerá al frente de la Conmebol hasta 2019.

    Con 44 años apenas cumplidos, el nuevo jefe de la Conmebol está decidido a parar con la corrupción. “No habrá más conductas corruptas e inaceptables. Ni tampoco habrá más privilegios ni intereses particulares por sobre el fútbol”, anuncia. Según él, todo el desastre que se abatió sobre buena parte de los dirigentes del fútbol sudamericano y mundial luego de una investigación judicial de fiscales estadounidenses puede resumirse en algo muy sencillo: el brasileño João Havelange, el suizo Joseph Blatter, el paraguayo Nicolás Leoz, el argentino Julio Grondona y el uruguayo Eugenio Figueredo, entre otros, “priorizaron los intereses personales por sobre los intereses del fútbol”.

    En la sala de espera que está en el edificio situado en la ciudad de Luque, en el área metropolitana del Gran Asunción, lo primero que salta a la vista del visitante es una gran plaqueta que Havelange y Blatter regalaron a Leoz en 1998, como tributo a su tarea en la Presidencia de la Conmebol.

    Ese símbolo de los viejos barones del fútbol y otros resabios mucho más serios del esquema de corrupción que durante 24 años permitió a un grupo de individuos enriquecerse en base a fraudes, lavado de dinero y coimas, pueden complicarles la tarea a Domínguez y al nuevo Comité Ejecutivo.

    Pero él sostiene que igual promoverán un gran cambio. “El gran compromiso que tiene todo el nuevo Comité Ejecutivo —si no, no hubiese asumido— es barrer con la corrupción, la inmoralidad y el enriquecimiento personal indebido. De otro modo, esto no puede salir adelante”, afirma.

    A continuación, un resumen de la extensa entrevista que Domínguez concedió a Búsqueda.

    —El martes 26, al asumir como nuevo presidente de la Conmebol, usted dijo que este iba a ser “el partido más duro” de su vida. ¿Por qué?

    —Por lo que significa el fútbol para nuestra cultura; para nosotros mismos y para toda nuestra gente en América del Sur. A nivel deportivo, el fútbol sudamericano continúa alcanzando logros y metas que están fundamentados casi en un 100% en la capacidad de nuestros atletas. En cambio, la dirigencia del fútbol está atrasada respecto a ese nivel de nuestros futbolistas. Salvo las excepciones —que siempre las hay—, la dirigencia se ha quedado atrás y no ha estado al mismo nivel de lo que el continente produce en materia de jugadores y de logros deportivos. Porque, aun con todas las limitaciones dirigenciales que están a la vista, hay clubes y países que alcanzan logros muy importantes, triunfando hasta en campeonatos mundiales. El reto que nos toca llevar adelante desde la Conmebol es, al menos, acercarnos a esos logros deportivos de los futbolistas, de los clubes y de las selecciones. Si uno mira la organización de la Conmebol y la compara con la de la UEFA, las diferencias son abismales. A pesar de que los torneos siguen siendo prestigiosos: la Copa Libertadores, la Copa Sudamericana, la Copa América. El no haber tocado nada de eso en materia organizativa fue, eso solo, un gran avance. Pero en la comparación con la UEFA, claramente perdemos.

    —¿Cómo piensa cambiar esa situación?

    —Desde el lado de la organización, generar mayores recursos para que lleguen a las asociaciones de cada país, a los clubes y, por ende, a los jugadores.

    —¿Usted cree que sus antecesores en la Conmebol entregaron demasiado espacio a los intermediarios?

    —No es un problema exclusivo de los intermediarios. Pero es claro que, también con las excepciones del caso, muchos intermediarios se olvidaron del fútbol y se preocuparon más por ellos mismos. Por ejemplo: hoy, la UEFA factura U$S 2.000 millones por la Champions League. Y aquí, para la Copa Libertadores, teníamos un contrato que llegaba hasta el año 2023 que no alcanzaba los U$S 180 millones. Eso fue cambiado recientemente y hubo un avance: se acortó el tiempo de aquel contrato y se aumentó el monto a U$S 450 millones para los próximos tres años. De cualquier forma, comparemos peras con peras: UEFA con Champions League y Conmebol con Copa Libertadores. Hay un abismo. Entonces, por supuesto que en Europa hay mejores estadios, mayor tecnología, más espectáculo y mejores jugadores (incluyendo, por supuesto, a los jugadores sudamericanos, que son los mejores del mundo; la delantera del Barcelona tiene a los tres mejores: un argentino, un uruguayo y un brasileño). ¿Por qué existe ese abismo? Porque en Europa, todo lo que se hace, se hace en función del fútbol. Y aquí nos olvidamos del fútbol.

    —Usted toma un hierro caliente. Sus tres antecesores en la Presidencia de la Conmebol (Nicolás Leoz, Eugenio Figueredo y Juan Ángel Napout) han sido acusados y están presos o con prohibición de abandonar el país donde se encuentran. ¿Cómo evalúa la vorágine de hechos de corrupción que fueron denunciados desde mayo de 2015 contra muchos de los principales dirigentes de la FIFA, de la Concacaf y de la Conmebol?

    —Es muy claro: acá estamos atravesando una crisis moral. Y la crisis moral es la que llevó a todas las otras crisis. Ahora hay que volver a pensar en el fútbol. Entonces, para mí, reconvertir eso es el mayor partido de nuestras vidas.

    —Lo que usted plantea es cambiar no una conducta determinada de un grupo de personas, sino todo un sistema de dirección que llevaba ya muchos años. ¿Es consciente de que enfrenta una tarea dificilísima?

    —Cuando la Conmebol quedó solamente con un miembro electo del anterior Comité Ejecutivo a raíz de los procesos judiciales, entendimos que lo mejor era mantener la vida institucional de la Confederación. Los campeonatos tenían que continuar, había muchos compromisos que enfrentar y alguien tenía que pagar los cheques. Entonces, la Conmebol tenía que contar con gente responsable. Y lo único que podía aportar respaldo a las personas que iban a seguir es que tuvieran legitimidad. A nivel de mis aspiraciones personales, jamás había pensado que, ni a corto ni a mediano plazo, iba a estar alguna vez en el cargo de presidente de la Conmebol. Varios presidentes de distintas ligas o federaciones de América del Sur, habida cuenta de que valoraban lo que habíamos hecho en la Asociación Paraguaya de Fútbol (APF) —invertimos en estadios, el campeonato va bien, se reparte buena plata entre los clubes—, me pidieron que aceptara la candidatura.

    —Y usted aceptó…

    —…no inmediatamente. Al principio respondí que no.

    —¿Por qué?

    —Porque yo me había planteado este año como un año sabático, para disfrutar y descansar. Tampoco quería asumir más responsabilidades de las que ya tenía.

    —¿Y qué lo llevó a cambiar de parecer?

    —Al final, decidí que sí porque no quería que mi vida pasara, que mirara para atrás y que sintiera que no había asumido un compromiso con algo que tantas alegrías me había dado en la vida, como es el fútbol. Especialmente, cuando el fútbol enfrentaba una crisis casi terminal. Pensé, es cierto, que si aceptaba tenía mucho más para perder que para ganar.

    —¿No lo piensa aún?

    —Es un alto riesgo. Pero tampoco quiero que me pase la vida y al final me diga a mí mismo que por disfrutar de lo que tengo —que es mucho, empezando por mi familia—, dejé de trabajar. Así que me tiré al agua.

    —En su discurso inaugural, usted fue muy duro. Dijo: “Definitivamente, dejaremos atrás una de las páginas más tristes de la historia de la Conmebol. Esta crisis es la más grande y la más profunda que la institución ha tenido que sufrir, por un manejo irregular, inadecuado e inmoral de la organización del fútbol de nuestro continente, que exige tomar decisiones muy claras”. ¿Por qué fue tan enfático con la acusación de “inmoralidad” respecto al manejo que se hizo hasta ahora?

    —¿Pero cuál es la evidencia de eso? La evidencia es que hay gente que se declaró culpable. Y ellos tenían cargos de responsabilidad. ¿Y las acusaciones cuáles son? Crimen organizado, lavado de dinero, fraudes, coimas, etc. Entonces, hubo inmoralidad. No tengo dudas de que todo lo que ocurrió fue inmoral. Y la madre de todo este escándalo es la inmoralidad.

    —¿Corrupción?

    —Sí, corrupción. Concretamente: no habrá más conductas corruptas e inaceptables. Ni tampoco habrá más privilegios ni intereses particulares por sobre el fútbol. Reitero: desde el momento en que hay gente que ya está auto declarada culpable, las evidencias están a la vista. Hay que ver cuáles son las acusaciones y la responsabilidad que asumen los que ya aceptaron que son culpables. Es muy sencillo: se priorizaron los intereses personales por sobre los intereses del fútbol.

    —Cuando en la mañana del 27 de mayo de 2015, por pedido de fiscales norteamericanos, fueron detenidas y/o acusadas en Suiza 14 personas, el cerno de la denuncia era que todos los delitos que se les imputaron estaban conectados con un esquema que duró 24 años, destinado a enriquecer a las personas que participaban en él mediante la corrupción del fútbol internacional. Es casi un cuarto de siglo. Usted, que conocía a Leoz, que conocía a Figueredo, ¿nunca sospechó que algo raro estaba sucediendo? Le hago esta pregunta porque hay quienes dicen que con su elección como presidente, lo que habrá es “más de lo mismo”.

    —Quienes dicen eso lo hacen porque no me conocen. Yo vengo de una familia de tradición futbolera que nunca precisó de un tercero. Y yo tengo la convicción de que para cambiar lo que uno cree que está mal, tiene que entrar al campo de juego. Yo tengo un testimonio de trabajo como ex dirigente de Olimpia y como ex presidente de la Asociación Paraguaya de Fútbol. Y reclamo que se me juzgue por mis actos; no por lo que alguna gente pueda decir. Yo solo participé en una reunión del Comité Ejecutivo de la Conmebol, cuando Napout era ya presidente. Lo justo es que se sepa cuál es la verdad.

    —¿Pero qué piensa de esta historia de 24 años de gente que se enriquecía a sí misma a expensas del fútbol?

    —Es una barbaridad. Por eso digo que nos quedamos en el tiempo. Es más: creo que no solo nos quedamos en el tiempo, sino que retrocedimos. Ahora hay que trabajar desde cero; hay que reconstruir todo. Y ese trabajo no lo puede hacer una sola persona.

    —¿Y quién más? Porque usted se ha comprometido personalmente a acabar con la corrupción, con las inmoralidades y con los intereses particulares que están por encima del fútbol. Pero, ¿en quiénes se va a respaldar? ¿O va a hacer una cruzada personal?

    —Yo creo que hay que dejar un poco de mirar al pasado. Evidentemente, durante estos 24 años hay gente que ha combatido a la estructura y esas batallas no fueron muy fructíferas en su momento. Hay mucha gente que nunca estuvo de acuerdo ni participó en estas cosas, habiéndole dado su vida al fútbol. Pero esa estructura no cayó por acción de los dirigentes. Cayó por una cuestión completamente comercial cuyos protagonistas hicieron sus “negocios” en el lugar “indebido”. Si lo hubieran hecho en otro lugar, tal vez no hubiera pasado nada. Pero esta gente “se equivocó” al elegir dónde hacer las cosas malas que hicieron. Obviamente, no estoy justificando con esto lo que hicieron. Pero es evidente que todo esto se desató por la intervención de la Justicia de los Estados Unidos.

    —¿Y qué le parece ese dato? ¿Tiene que intervenir la Justicia de Estados Unidos, un país que ni siquiera tiene tradición futbolera, para que caiga el esquema corrupto?

    —Es un dato muy malo. Pero también creo que los dirigentes que hoy se sientan en el Comité Ejecutivo de la Conmebol han asumido la responsabilidad porque están decididos a dar su aporte para cambiar las cosas. Y de verdad creo que, con el conjunto de estos dirigentes, esto se puede cambiar. El gran compromiso que tiene todo el nuevo Comité Ejecutivo —si no, no hubiese asumido— es barrer con la corrupción, la inmoralidad y el enriquecimiento personal indebido. De otro modo, esto no puede salir adelante.

    —La fiscal general de Estados Unidos, Loretta Lynch, dijo que había en la FIFA, en la Conmebol y en la Concacaf “una corrupción rampante, sistemática y con raíces profundas, tanto en el exterior como adentro de Estados Unidos”. Y agregó: eso “alcanza al menos a dos generaciones de funcionarios del fútbol, quienes abusaron de sus posiciones de confianza para tomar millones de dólares en coimas y han dañado profundamente a una multitud de víctimas, desde las ligas jóvenes y los países en desarrollo que podían beneficiarse de los ingresos generados por los derechos comerciales que esas organizaciones mantenían, hasta los hinchas comunes a lo largo y ancho del mundo”. ¿Usted comparte esta apreciación de la fiscal?

    —A la luz de los hechos, desde el momento en que hay dos generaciones de dirigentes que hoy están comprometidos por estas acusaciones —algunos de los cuales ya han aceptado ser culpables—, creo que no hay nada para estar de acuerdo o no estar de acuerdo. Están los hechos. Punto.

    —Usted dice que es “la crisis más grande” de la historia de la Conmebol. ¿Es, efectivamente, la mayor? ¿O ha habido en el pasado otras situaciones tan complicadas como esta?

    —Es la crisis más grande por lo que conjuga. Aquí no hablamos solamente de una crisis económica, o de una crisis política, o de una crisis jurídica. Acá estamos hablando de algo sistémico. E insisto: la causante de la crisis es la falta de moralidad en los hechos. O, mejor dicho, la inmoralidad.

    —¿Usted tiene el apoyo de las 10 federaciones de la Conmebol para enfrentar esta situación?

    —Bueno, me votaron las 10.

    —Sí, pero una cosa es tener el apoyo para conseguir los votos y otra es tener el apoyo para recuperar la moralidad de las conductas.

    —Vamos a los hechos. Nosotros vamos a mandar a la comisión jurídica de la Conmebol un proyecto para cambiar los estatutos. Ahí vamos a abarcar todo. Por ejemplo, vamos a limitar los mandatos. Hasta ahora, los cargos en la Conmebol se podían renovar de por vida. Eso hay que limitarlo. Además, nos vamos a adecuar a todos los cambios estatutarios que adelanta la FIFA. Y habrá otros. La semana que viene vamos a tener un bosquejo de una licitación que vamos a hacer para que se presenten las principales empresas auditoras del mundo para que revisen, sin restricciones, lo que ha pasado en esta organización. Van a entrar a la Conmebol, van a estudiar todo lo que les parezca y los informes que produzcan irán a la asesoría jurídica para que después se pueda accionar a nivel judicial, si fuera necesario. Hay que hacerlo rápido, además, para evitar que prescriban los hechos. Que estudien cinco años para atrás o más.

    —¿Las 10 federaciones le han dicho que lo apoyan para dar estos pasos?

    —Número uno: sí. Número dos: ya es tarde para decir que no. Porque la decisión ya está tomada. Yo puedo negociar lo político. Pero en lo moral no hay lugar a ninguna concesión.

    —¿Por qué dijo que “la FIFA no es la dueña del fútbol, sino que el fútbol es el dueño de la FIFA”?

    —Porque nosotros, como dirigentes, no podemos sentir que uno es “dueño del fútbol”. Nosotros estamos acá para organizar, promover y desarrollar el fútbol; no para creernos dueños del fútbol; no para quedarnos 30 años en el fútbol y aparentar que todo es “nuestro”. Eso fue lo que pasó en la FIFA y también en la Conmebol. Cualquiera de las personas que crearon el sistema, sobre todo las de la primera generación, si viniesen de nuevo a la Conmebol, encontrarían todas las cosas en el lugar donde las dejaron: los escritorios, las copas, las monedas, las banderas, las plaquetas. Acá no cambió nada. Aquí, si cambiaba una persona, lo que tenía que seguir era el esquema. Eso no se tocaba.

    —¿Usted dice que las prioridades se dieron vuelta: primero los dirigentes y después los clubes y los jugadores?

    —Primero está el deporte. Los jugadores son consecuencia del deporte. Y el deporte es tan lindo que nadie lo ataca. Tiene casi 2.000 millones de personas que lo aman en todo el mundo. Es un fenómeno social. Por eso digo: la FIFA no inventó el fútbol. El fútbol estaba antes de que naciera la FIFA, antes de que naciera la Conmebol; el fútbol fue primero que todo lo demás. Y eso es lo que hay que entender. El fútbol, a pesar de todos los malos dirigentes, es lo que es.

    —El fiscal estadounidense que actuó directamente en el caso que involucra a los dirigentes del fútbol con problemas judiciales dijo que el anuncio de mayo era “un mensaje de que ya basta” y reclamó “un nuevo comienzo” para el fútbol internacional a efectos de que las instituciones que lo organizan “provean una dirigencia honesta”. ¿Esta idea de “un nuevo comienzo” es más o menos la suya?

    —Sí, pero a mí no me influencia lo que diga el fiscal norteamericano. Lo que nosotros estamos haciendo es, simplemente, lo que hay que hacer. Y lo que se tendría que haber hecho hace tiempo. Estamos tomando este rumbo por una motivación genuina. Acá hay que explotar el fútbol para conveniencia de las asociaciones, de los clubes y de los futbolistas.

    —Cuando en el juzgado uruguayo le preguntaron al ex presidente de la Conmebol y ex vicepresidente de la FIFA, Eugenio Figueredo, si era consciente de que el dinero que percibía él únicamente para mantener su estatus podía ir en detrimento de las distintas asociaciones y futbolistas profesionales, él respondió: “Estoy seguro que sí, que era en perjuicio de los jugadores y de las asociaciones”. ¿Qué opinión le merece ese comentario tan descarnado?

    —Pienso que Eugenio por algo se declaró culpable.

    —Usted conoció a Figueredo, a Leoz, a Julio Grondona, aun cuando no era directivo de la Conmebol…

    —…de niño los conocí…

    —…conoció a Joseph Blatter…

    —…lo conocí en dos reuniones…

    —¿Conoció a João Havelange, ex presidente de la FIFA?

    —No, no lo conocí.

    —¿Cuándo empezó toda esta podredumbre?

    —La verdad es que el comienzo de la historia no lo sé. Pero, bueno, creo que todos ellos fueron los artífices.

    —Blatter fue forzado a renunciar a la Presidencia de la FIFA…

    —…yo no voté por Blatter. Yo voté por el príncipe Alí.

    —¿Y en febrero a quién va a votar como nuevo presidente de la FIFA?

    —Esa va a ser una decisión en bloque de las 10 federaciones que están representadas en el Comité Ejecutivo de la Conmebol. Ya nos reunimos y determinamos que la decisión se va a tomar en bloque. Aún no puedo decir a quién votaremos.

    —Los intermediarios son un dato de la realidad en el mundo del fútbol. Pero las cosas han evolucionado de tal modo que ahora, muchas veces los clubes no llevan “la parte del león” en las transferencias de futbolistas, sino que la llevan los intermediarios. ¿Qué opina sobre el papel de los intermediarios en el fútbol?

    —Los intermediarios tienen que estar limitados a su trabajo específico. Por ejemplo, en Estados Unidos, en el comercio, hay muchos intermediarios pero ganan porcentajes que están dentro de límites normales. Tal vez acá el péndulo se ha ido demasiado para un lado y la proporción es la inversa. O sea, los “límites normales” muchas veces los tienen los clubes o las asociaciones y lo grande queda para los intermediarios. Por supuesto, no sería justo satanizar a todos los intermediarios. Pero lo que hay que hacer es que las cosas sean claras. Hagamos las cosas bien, en forma transparente, que haya libre competencia, pero que el gran beneficiado sea el fútbol.

    —¿Y qué va a hacer concretamente en esta materia, incluyendo también los contratos de la televisión?

    —No va a haber más contratos a dedo. Transparencia, apertura, competencia y hacer las cosas bien. Eso es lo que vamos a hacer.

    —¿Qué haría si dentro de seis meses o un año usted se entera de que alguno de sus compañeros en este nuevo Comité Ejecutivo ha recibido una coima de 500.000 dólares por algún favor indebido?

    —Lo primero es que espero que no ocurra. Y si nos enteramos de algo como lo que usted plantea, tendremos que hacer lo que hay que hacer. Yo no vine para negociar mis principios morales. No voy a transar en lo moral. Nunca lo he hecho. Además no soy bobo. Es muy evidente todo lo que pasó como para que cualquiera de nosotros tolere nuevos desvíos. Me parece que ese tiempo se terminó. Y si alguien comete el error tiene que saber a qué se expone.

    —¿No le teme a las eventuales presiones que puedan caer sobre usted como consecuencia de esa posición intransigente en el plano moral?

    —No. Esto es grande. Veremos dentro de tres años. En todos los cargos que he tenido a lo largo de mi vida, nunca presenté renuncia. Perdí y gané, pero nunca renuncié. Si alguien plantea algún asunto “por izquierda” que tenga que ver con el fútbol, conmigo tendrá las puertas cerradas. Las reglas las vamos a hacer “por derecha”. Entonces todo el mundo va a tener que jugar “por derecha”. La gente que me conoce sabe que no voy a transar en ese sentido.

    —Supongamos que usted pone en práctica estas ideas de cambio en la Conmebol. ¿Cree que puede hacerlo si no hay un proceso similar a nivel de la FIFA?

    —El proceso de cambio en la FIFA ya es irreversible. El fútbol entero enfrenta un cambio irreversible.

    —¿Pero usted no cree que en el mundo del fútbol puede quedar gente que quiera seguir jugando de acuerdo con las antiguas reglas?

    —Puede ser, pero el mundo cambió. No creo que haya muchos que aún no se hayan dado cuenta de que el mundo cambió.

    —¿Qué va a hacer con el español Gorka Villar, alto funcionario de la Conmebol que ha sido acusado de extorsionar a clubes uruguayos?

    —A Gorka Villar lo conozco socialmente, sé quién es, pero no lo conozco laboralmente.

    —¿Pero ha tomado alguna decisión sobre si se queda o se va de la Conmebol?

    —No, porque no lo conozco. No me gusta evaluar a la gente por prejuicios. Me gusta evaluar según la capacidad de cada uno. Además, el chancho nunca es culpable; culpable es el que le da de comer. Pero si queda, va a tener que alinearse con esta nueva política. Y yo voy a ser el responsable de lo bueno y de lo malo. No voy a estar buscando excusas. Reitero: el chancho no es el culpable.

    —¿Tiene información sobre las acusaciones que hizo Figueredo en contra de él en un juzgado uruguayo?

    —No me consta que lo que dijo Figueredo sea cierto. Pero, en cualquier caso, ningún empleado puede tomar decisiones en forma autónoma, sin conocimiento del Comité Ejecutivo y mucho menos, sin conocimiento del presidente. Que Gorka Villar haya hecho algo —si es que lo hizo— sin la anuencia del presidente, no es creíble. Me llama la atención que lo pongan a él como culpable. A esta altura de mi vida ya no me muevo por dichos; me muevo por hechos. Que alguien me demuestre por qué lo acusan. Pero que me digan “fue él y no el presidente”. Y si fue él, se queda afuera. ¿Y si no fuese por esto? ¿Si fuese por una cuestión de incompatibilidades entre lo que yo espero y lo que él puede dar profesionalmente? También se iría en ese caso.

    —Usted fue el número dos de Juan Ángel Napout en la Asociación Paraguaya de Fútbol y, además, es amigo personal de él. ¿Qué opina de su detención en Suiza, de su extradición a Estados Unidos y del hecho de que no pueda salir de Miami porque está enfrentando un juicio en el marco del llamado “FIFA-gate”?

    —Las dos cosas son ciertas. Yo primero fui número dos en la APF y después me hice amigo de él. Hoy ya no soy número dos de nadie. Vengo de ser número uno de la APF y ahora soy presidente de la Conmebol. Son cosas completamente separadas. Yo puedo decir que la APF, durante la administración de Napout y durante la mía, están a prueba de balas.

    —¿Usted dice que ahí puede caer una auditoría y no va a encontrar nada raro?

    —Ahí ya hay auditoría. Hay auditoría interna, hay auditoría externa, se le entregaron los contratos a todos los clubes, que son los dueños de la Asociación, y se les dieron todos los informes que necesitan saber. Cuando yo presidí el Comité Ejecutivo de la APF, personalmente entregué los contratos, cosa que no había ocurrido nunca en la historia del fútbol paraguayo. Tengo 16 testigos de eso y las actas. Antes siempre se dijo que como había cláusulas de confidencialidad, no se podían entregar. A mi entender, las personas que son responsables de dirigir una asociación, que no es solo el presidente, es decir, los clubes, tienen que saber. Nadie puede decir dentro o fuera del Paraguay que yo insinué cualquier cosa por fuera de lo moral.

    —Pero lo han criticado acá, en Paraguay, precisamente por eso…

    —…pero hay que probar. Decir es muy fácil. Yo quiero que alguien aparezca, que alguien diga que me mandaron a un intermediario, que me mandaron una insinuación, que me pidieron algo. Yo quiero que venga la persona, que aparezca físicamente; que aparezca el documento incriminatorio. Porque decir, dice cualquiera. Y, lamentablemente, en esta posición donde estoy yo, no puedo salir a aclararle a todo el mundo. Porque hay muchos intereses creados también. Yo camino tranquilo, miro a los ojos, vivo tranquilo, voy a donde quiero ir, porque el que nada debe, nada esconde; y el que nada debe, nada teme. Yo no le debo al fútbol lo que tengo. Y vivo bien. Tengo una hermosa familia, tengo hijos y voy a vivir con ellos. ¡No voy a hacer ninguna macanada como para joder a mis hijos! Suficiente tengo ya con haberme metido en el fútbol, a raíz de lo cual ellos tienen que sufrir una cantidad de cosas que no tienen explicación.

    —No me contestó la pregunta sobre qué le parece la situación de Napout…

    —…vuelvo a eso. Yo no voy a desmentir mi amistad. Ninguno de mis amigos son perfectos. Me costó un tiempo aprender eso, porque obviamente yo tampoco soy perfecto. Y en lo que tiene que ver con su situación procesal, yo no soy juez. Él se declaró no culpable. Y ahora vamos a esperar a ver qué hace la justicia.

    Información Nacional
    2016-01-28T00:00:00