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En 1937, William A. Wellman dirigió Nace una estrella. La historia es la de una joven aspirante a actriz (Janet Gaynor) que viaja a Hollywood, donde consigue trabajo como camarera y conoce a un famoso actor en decadencia (Frederic March), que a su vez descubre en ella un gran talento para la canción y la introduce en la industria del espectáculo. Ambos se enamoran y se casan. Y mientras la carrera de ella asciende con rapidez, él se hunde cada vez más en el alcoholismo y la autodestrucción. George Cukor, casi 20 años después, en 1954, decidió hacer una nueva versión musical, contando con Judy Garland y James Mason en los papeles principales. Frank Pierson reversionó la historia en 1976, convirtiendo al actor en un músico de rock, con Barbra Streisand y Kris Kristofferson como protagonistas.
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Ahora llega la versión 2018, que empezó a cocinarse en 2011. El proyecto original iba a ser dirigido por Clint Eastwood y protagonizado por Beyoncé. El papel del músico —que en esta ocasión estaba inspirado en la figura trágica de Kurt Cobain— fue ofrecido a intérpretes como Leonardo DiCaprio y Will Smith. Finalmente, tras varias idas y vueltas y la desvinculación de Beyoncé, Warner y Malpaso, la productora de Eastwood, decidieron contratar al actor, cantante y productor Bradley Cooper como director, quien además trabajó en el guion previamente escrito y revisado por Eric Roth, ganador del Oscar al mejor guion adaptado por Forrest Gump, y coautor de los guiones de El informante y Ali, de Michael Mann, y Munich, de Steven Spielberg. Bradley, que trabajó bajo las órdenes de Clint Eastwood en Francotirador, asumió el papel del coprotagonista junto a la cantante, compositora y estrella pop Lady Gaga.
La historia es básicamente la misma. Y el resultado, un poco extraño. En la película sucede todo lo que tiene que suceder: Jack Maine, el músico alcohólico, conoce a Ally, la camarera que tiene talento y canta en un club de drag queens y la invita a compartir ese talento con el mundo y entonces cantan juntos y luego se besan y más tarde se enamoran y después se casan, etcétera, etcétera. Pero todo ocurre por medio de momentos que se ensamblan siguiendo un criterio similar al de una carrera de relevos: una escena recorre un tramo determinado, a continuación pasa la posta a la siguiente escena, que recorre su trayecto hasta pasarle la posta a la siguiente, y así. Entonces, de repente, se puede tener la sensación de que tal o cual escena está un poco descolgada (ahora viene la escena en la que el alcohol destruye su vida, ahora, la que ella canta canciones más banales y descaradamente comerciales, más adelante, una en la que ella se emociona mucho), que algún personaje importante aparece de la nada (“Hoy es sábado, tengo un primo que es cura, no tiene nada que hacer, los puede casar”) o sencillamente es borrado o colocado en una situación donde la verosimilitud es seriamente dañada (la ceremonia de los Grammy es poco creíble).
En la composición de su personaje, Cooper realiza algunos movimientos peculiares. Habla con una voz cavernosa como si estuviera haciendo una imitación de Sam Elliot, que también actúa en el filme interpretando al hermano mayor del protagonista. Es curioso además ver a un personaje supuestamente alcohólico al que los efectos del alcoholismo ni siquiera consiguen alterarle el peinado. Esto es lo que sucede, precisamente, con el Jack Maine de Cooper, que es un actor de talento incuestionable pero que aquí, ahora, parece quedarse a mitad del camino de una composición mejor pulida.
El debut de Cooper como director es también el debut de Lady Gaga en el cine, tras haber participado en la serie American Horror Story: Hotel y, claro, en varios clips. Ver a la estrella pop electrónica sin el maquillaje, el estridente vestuario y la parafernalia de burlesque y ciencia ficción que habitualmente se asocia a su figura parece una revelación en sí misma, paradójicamente llena el ojo, pero tampoco es una actuación memorable o conmovedora. No es solo ella la que está sin maquillaje, también su voz parece 100% libre de efectos y se luce en las canciones, especialmente en Shallow, una balada country pop cantada a dúo con Cooper. La película ofrece momentos visualmente hermosos sobre el escenario, momentos capturados cámara en mano, entre destellos de luces licuándose en la pantalla, y también diálogos y sentencias que no solo suenan bien, sino que además se ven en acciones e imágenes, como cuando él dice algo que parece hablar con la realización misma de la película: “Tener talento abunda. Lo que no abunda es tener algo que decir”.
Nace una estrella (A Star Is Born). EE.UU, 2018. Dirección: Bradley Cooper. Guion: Will Fetters, Bradley Cooper, Eric Roth (a partir de la historia de William A. Wellman y Robert Carson). Con Bradley Cooper, Lady Gaga, Sam Elliott, Rafi Gavron. Duración: 135 minutos.