Independencia necesaria.
Pero la etapa de las “vacas gordas” ya pasó, coinciden los consultados. Con la asunción de un nuevo Directorio de Ancap en marzo de 2016 y bajo el mantra de que “cada peso cuenta”, las autoridades iniciaron un proceso de mejora de la eficiencia del proyecto sucroalcoholero que impactó de lleno en la ciudad más al norte del Uruguay. Apelando a renegociar convenios y procedimientos, el Directorio quiere mejorar la eficiencia de todo el proyecto y así reducir sus elevados sobrecostos.
Además, aspira a lograr una “independencia social” del emprendimiento; que Bella Unión tenga otras salidas laborales y no sea “alurdependiente” como sucede en la actualidad.
“Tenemos que dialogar mucho. Hacerles entender a los involucrados que hay cosas que sí se pueden hacer y cosas que no. Es necesario dejar unos cimientos sólidos para que este proyecto pueda seguir hacia adelante”, dijo a Búsqueda Juan Carlos Herrera, vicepresidente de Ancap y presidente de Alur.
Según el jerarca, el proyecto “siempre va a tener una parte subsidiada” y aunque estén buscando alternativas laborales para la población de Bella Unión, “sin Alur esa ciudad se muere y vuelve a comer pasto”.
“Estamos trabajando en mejorar todo el sistema sin ahorcar a nadie. Queremos convencer de que se planten cultivos alternativos, como el limón, para disminuir la dependencia económica y social del proyecto”, agregó.
Alur también hizo recortes en su política de donaciones y aportes tanto a nivel nacional como local.
“No podemos abrir la canilla para todo. Cuando todos te piden tenés que tomar una decisión de a quién das y por qué. Si no, se transforma en un fin en sí mismo”, dijo Herrera.
Caña que entra.
Son las dos de la mañana de una noche de agosto y en el complejo de Bella Unión la actividad es intensa. Los camiones cargados de caña ingresan al ingenio casi sin pausa. En plena época de zafra, uno de los cambios que promovió el Directorio fue la recepción de la caña: ahora puede entregarse casi a cualquier horario y de esa manera se evitan las largas colas que sucedían en otras cosechas.
Alur también modificó el procesamiento de la caña. Antes se depositaba en un patio a la espera de que ingresara al ingenio, ahora se vuelca directamente en una maquinaria especializada que ya la procesa y comienza el ciclo mediante el cual se extrae al final: azúcar, etanol, compost y vinaza (utilizada en el riego como fertilizante).
Las actividades de Alur en Bella Unión involucran a 2.700 personas, e indirectamente alcanzan a unas 11.000, según cálculos oficiales. En 2016 se cosecharon 7.559 hectáreas que equivalieron a 365.705 toneladas de caña, la materia prima para toda la cadena productiva.
Las cantidades de caña varían según el nivel de rendimiento de cada hectárea. En promedio, Uruguay tiene un rendimiento histórico de 52,5 toneladas por hectárea. En otras zonas del mundo, ese promedio alcanza las 150 toneladas.
La diferencia la hace el clima. Bella Unión está en el límite geográfico de las condiciones climáticas necesarias para la caña, cuyo lugar de crecimiento óptimo son las zonas tropicales. Esto torna todo el proceso cuesta arriba.
A escala industrial las consecuencias se ven en los precios. El metro cúbico (m3) de etanol que produce la planta de Alur en Bella Unión cuesta unos US$ 2.100.
Ancap lo compra a US$ 1.995 porque distribuye el resto del sobrecosto al precio que paga por el etanol de Paysandú, que hoy compra a US$ 1.379 por m3, cuando podría pagar menos por él.
“Nuestra idea es reducir los costos de Bella Unión y pagar US$ 1.800 el metro cúbico”, explicó Herrera. En otras partes del mundo, donde la producción de caña es más barata, el etanol cuesta US$ 700.
Eficiencia agrícola.
La condicionante climática hace que cumplir estrictamente con un cronograma de actividades “sea decisivo en los rendimientos agrícolas y la estabilidad de la producción”, dijo a Búsqueda el gerente de la Unidad Agrícola, Camilo Botta.
Para lograr este cumplimiento, desde Alur tienen un constante diálogo con los casi 300 productores, ya que dependen de su caña para la producción. Lograr que cumplan los plazos a tiempo no ha sido tarea fácil, explican los técnicos y las autoridades.
El sistema de pago también es singular: Alur y los productores negocian un precio por tonelada de caña. Luego, durante el año Alur le da adelantos al productor para financiar el 100% de sus actividades: riego, fertilizantes, mano de obra. También le financia los insumos agrícolas. Una vez que el productor entrega la caña, se calcula el precio a pagar y luego se le restan los adelantos.
Sucede en varios casos que lo cosechado no le alcanza al productor para pagar los adelantos. En ese caso Alur le refinancia la deuda para el año siguiente y así comienza el ciclo una vez más.
El negociado del precio de la caña es un proceso engorroso que Alur quiere modificar: en vez de hacerlo anualmente pretende firmar acuerdos a largo plazo.
Además, evalúan condicionar los adelantos a los productores a que cumplan con los plazos y requerimientos de cada etapa del cultivo.
Entre los productores hay un grupo de 130 que eran trabajadores y fueron reorganizados en colonias de productores. La problemática principal en estos casos es “lograr que piensen como dueños” de su cosecha, explicaron los técnicos. En ese sentido, se registran varios casos de productores que vienen a solicitar “un aumento” en las partidas que adelanta Alur porque visualizan ese dinero como un sueldo y no como financiación.
La lucha.
“¿Hay hacha allá abajo?”, le pregunta Botta a Carlos, un productor que está instalado en la zona desde los años 80, cuando producía junto a su padre y le vendían a Calnu.
El hacha es el cortador, o peludo, que todos los días en promedio saca unas 2,5 toneladas de caña de los surcos. Ese sistema, manual por naturaleza, se dejó de usar en casi todas partes del mundo, donde se optó por la mecanización de la producción para abaratar costos, mejorar tiempos y reconvertir a los trabajadores en otras tareas más sanas y menos sacrificadas.
En Uruguay eso es casi imposible. Según los cálculos de los jerarcas, se podría mecanizar, como máximo, un 30% del área de cosecha. Eso se debe, otra vez, a las condiciones climáticas, que exigen un tipo de riego que impide la formación de grandes cuadrantes de campo para el ingreso de las máquinas.
Así, cada productor tiene asignada una cantidad de hectáreas que debe entregar por día a Alur. En relación con esa extensión es la cantidad de cortadores que recluta. En total hay 1.400 cortadores. Cada surco de caña tiene aproximadamente 100 metros. A cada cortador se le asignan cinco surcos, o una “lucha”, que es lo que debería hacer en un día.
El tema no es solo cortar. Primero se quema la caña, luego se ingresa a los surcos, se corta y se despunta. Luego, ayudados de un palo, los cañeros levantan atados de unos 50 kilos de caña y los “hombrean”. Caminan con el atado hasta el final del surco y allí lo depositan. Y otra vez para adentro, a la lucha. Hasta terminar.
“Nos engañaron”.
La Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA) cumplió 56 años a principios de mes, pero el ambiente dista de ser festivo. Según su directiva, se encuentran en uno de los peores momentos desde que se reinstaló el ingenio en 2006.
“El proyecto nunca tuvo una participación activa de la sociedad civil de Bella Unión. Vinieron unos señores de Montevideo a prometer cosas y luego esos señores cambiaron y quieren cambiarlo todo de nuevo. Están jugando con nosotros”, dijo a Búsqueda Jorge Roda, presidente de UTAA.
“Los políticos hablan muy apurados desde la comodidad de sus sueldos. Si quieren terminar con toda la industria azucarera y los proyectos alcoholeros está muy bien, pero dennos una salida laboral a las miles de personas que vivimos de la caña”, agregó.
Para Roda, la nueva política de Alur “solo trajo más problemas” y “no cumple” con “todo lo prometido” por las autoridades anteriores.
“Se nos dijo que íbamos a llegar a las 10.000 hectáreas de caña plantada y no sé cuántas promesas más. Nunca llegamos ni cerca de eso y hoy seguimos bajando el área planteada. Nos engañaron”, sostuvo.
Agregó que con la nueva administración “vino un plan de recortes que es muy injusto”. “Nos quitaron una partida que era para comprar útiles escolares para los hijos de los cañeros, que no tienen ni un techo digno, para que pudieran ir a la escuela. Nos sacaron eso, pero ellos en Alur siguen cobrando sus buenos sueldos”, criticó.
Para los dirigentes la situación “ya es dramática” y se agravó particularmente desde 2014, cuando cerraron Greenfrozen y Calvinor, dos emprendimientos que ofrecían otras salidas laborales en Bella Unión.
“Hoy dependemos de la caña para sobrevivir. Y no da para todos, entonces busquemos alternativas, pero que sean reales”, dijo Jorge Franchini, secretario general del Sindicato de Obreros de la Caña de Azúcar.
Reclamos en falta.
Para los productores la situación es similar. Djelil Brysk, vicepresidente de la Asociación de Plantadores de Caña de Azúcar del Norte Uruguayo (Apcanu), dijo a Búsqueda que pidieron una entrevista con el presidente Vázquez debido a la “situación muy comprometida” del sector.
“En 11 años hubo diferentes etapas. Primero hubo todo inversiones y en el 2006 se nos dijo de llegar a las 10.000 hectáreas y todos nos subimos a ese plan. Pensamos que teníamos el problema resuelto, pero no se dio”, agregó. Dijo que ellos quieren reducir al mínimo el subsidio, pero les preocupa “que no hay una política de Estado sostenida” para el sector.
“Ayer nos dijeron una cosa y hoy otra, no hay continuidad”, cuestionó. Y añadió: “No se puede comparar lo que es ahora Alur, con un Directorio que tiene que hacer números y con un perfil más técnico con lo que era en la primera etapa, donde Alur era un buque insignia. Un proyecto político del partido de gobierno”.