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    Amberes, criminales balcánicos y contenedores, las pistas detrás del auge de cocaína en Europa, con tránsito en Uruguay

    En 2016 el gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC) firmaron un acuerdo de paz para finalizar un conflicto armado de medio siglo de duración. El pacto no tuvo un impacto únicamente local ni político, sino que provocó importantes cambios en el tráfico internacional de cocaína. Profundizó una fragmentación en la industria con la aparición de nuevas organizaciones e intermediarios, cuyas consecuencias directas e indirectas derivaron en un crecimiento de la participación global de Uruguay. El cambio generó en última instancia una mayor disponibilidad en Europa de cocaína enviada desde Sudamérica. En 2020 hubo 4,4 millones de usuarios europeos de la droga y, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc), “a esta altura solo se puede esperar que el consumo de cocaína en Europa aumente”.

    Junto con la Agencia de la Unión Europea para la Cooperación Policial (Europol), la Unodc publicó la semana pasada un informe que resume el estado actual del tráfico de cocaína Latinoamérica-Europa y las causas de su auge. La principal es la diversificación de la industria en Colombia, país productor de aproximadamente el 70% de la droga en todo el mundo.

    Tras la caída de los cárteles de Cali y Medellín en la década del 90, organizaciones paramilitares como las Autodefensas Unidas de Colombia y las FARC pasaron a controlar las plantaciones de hojas de coca. Pero la desmovilización de la primera en 2006 y el acuerdo de paz de la segunda condujeron a la presencia ampliada de cárteles mexicanos en Colombia y a la formación de numerosos grupos nacionales más pequeños, como el Clan del Golfo, los Rastrojos, el Frente Primero Armando Ríos y La Constru. Mientras los mexicanos se enfocaron en Estados Unidos, los colombianos además del mercado estadounidense se aliaron con grupos europeos para consolidar el otro lado del océano Atlántico. La alianza fue con organizaciones de menor escala que otras europeas más vastas y tradicionales como las mafias italianas.

    “La erosión de los monopolios establecidos por proveedores dominantes fomentó la creciente fragmentación del panorama criminal en Colombia y con ello nuevas alianzas y nuevas oportunidades en donde redes criminales europeas establecieron contactos con proveedores en América del Sur”, a los que antes no accedían “por carecer de contactos y capacidad”, señala el documento de la Unodc y Europol. Alude en particular a grupos de los Balcanes Occidentales “especialmente prominentes en la adquisición de grandes cantidades de cocaína directamente de la fuente de origen, eliminando a los intermediarios”.

    De esta manera, una o pocas organizaciones dejaron de manejar toda la cadena de suministro de cocaína: el cultivo, la protección de las plantaciones, el procesamiento de la hoja de coca en el producto de consumo final, el embalaje y la ocultación, el transporte por rutas de tráfico y el blanqueo de capitales, entre otras partes del proceso. La diversificación se desparramó más allá de Colombia hacia los otros dos países productores de coca, Bolivia y Perú, y en el camino “socavó la ventaja competitiva de un puñado de redes delictivas bien establecidas y bien conectadas”. Por ejemplo, la ‘Ndrangheta, la organización criminal italiana con sede en la región de Calabria que controlaba el tráfico de cocaína hacia Europa mediante sus vínculos con productores colombianos.

    De todas formas, aunque “su posición dominante se ve cada vez más cuestionada por organizaciones de tráfico emergentes y más pequeñas que se originan en Europa”, estructuras como la ‘Ndrangheta “siguen siendo muy activas en el suministro mayorista de cocaína desde América del Sur”, ya que algunos de los nuevos jugadores de la industria actúan como interlocutores entre ellos y los productores. “Estos intermediarios pueden proporcionar múltiples compradores y actuar de forma independiente, aunque en colaboración con los poderosos grupos del crimen organizado que son sus clientes”.

    Como resultado final, el acceso de “una gama más amplia de actores” al negocio de la cocaína ocasionó el crecimiento constante de su consumo en Europa.

    Todo este esquema internacional va en línea con la situación de Uruguay. Aunque la cocaína que llega al país con destino a Europa se produce en Bolivia, es manejada por grupos extranjeros, principalmente colombianos, más allá de que en ciertos hechos se haya comprobado el rol como intermediario desde Santa Cruz de la Sierra de un narcotraficante uruguayo. Fuentes policiales afirmaron a Búsqueda que estos grupos actúan por encima de los clanes familiares bolivianos y contactan a enlaces uruguayos para la exportación de la droga desde Montevideo, generalmente a empresarios locales que quieren aprovechar la oportunidad económica y no a organizaciones criminales sofisticadas.

    También hay sospechas sobre empresas italianas con presencia en el país y su posible conexión con la ‘Ndrangheta; la presencia de la mafia calabresa en Uruguay quedó en evidencia con la captura en 2017 en Montevideo de Rocco Morabito, uno de sus líderes. Las fuentes agregaron que además se ha vuelto creciente el rol en Uruguay de criminales rusos y de los Balcanes.

    Esta novedad es advertida específicamente en el estudio, que refiere a la Operación Familia ejecutada en 2019 por Europol y la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA). La investigación involucró a la Dirección General de Represión al Tráfico Ilícito de Drogas de la Policía Nacional y desembocó en la detención de delincuentes croatas y serbios, miembros de una organización que había transportado 600 kilos de cocaína en un vuelo privado desde el Aeropuerto de Carrasco a Basilea (Suiza).

    “Los traficantes de drogas procedentes de la región de los Balcanes Occidentales son cada vez más activos en la adquisición de grandes cantidades de cocaína en América Latina. Para facilitar este negocio, mantienen residentes establecidos en América Latina, ya sea en los países de producción o en países utilizados como principales puntos de tránsito y salida en las rutas de tráfico hacia Europa. Las organizaciones compuestas por ciudadanos de países balcánicos como Croacia o Serbia están presentes principalmente en países de salida para el tráfico de cocaína hacia Europa como Argentina, Brasil y Uruguay”, indica el informe.

    Papel central de contenedores

    El análisis de 28 páginas de la Unodc y Europol se basa en datos presentados por gobiernos, información de inteligencia, investigaciones policiales e información de fuente abierta, incluidas publicaciones de medios de comunicación.

    El documento afirma que el epicentro de droga en Europa se desplazó desde España —en donde existió un histórico predominio de los puertos de Galicia— a puertos de gran volumen como Amberes (Bélgica), Hamburgo (Alemania) y Rotterdam (Países Bajos), lo que consolidó al mar del Norte de Europa continental por sobre la península ibérica como el principal punto de entrada de la cocaína que viaja al continente. “Los datos apuntan a un aumento en la importancia de las cantidades que ingresan a través de Bélgica, especialmente a través de Amberes”, dice. A su vez, añade que parte de la droga que arriba a Europa “continúa fluyendo” desde África occidental y a lo largo de la costa atlántica de África.

    Se trata de lugares que en los últimos años fueron destino de cargamentos de cocaína con base o escala en Uruguay. En 2018 fueron hallados en el puerto de Montevideo 417 kilos en un embarque de lana sucia con rumbo a Amberes; en 2019 en Hamburgo se descubrieron en ocasiones distintas 440 kilos y 4.500 kilos en cargamentos de arroz y soja que salieron del Puerto de Montevideo; el mismo año también en el Puerto de Montevideo se incautaron 4.418 kilos, la mayoría ocultos en paquetes de harina de soja con ruta a Lomé, la capital de Togo; en marzo de este año fueron confiscados 953 kilos en las cajas de camionetas que aguardaban ser enviadas desde el Puerto de Montevideo a Europa, sin estar determinado aún el puerto de destino.

    Las sucesivas operaciones dejaron al descubierto la falta de controles en el Puerto de Montevideo. La Administración Nacional de Puertos anunció en julio la compra de un nuevo escáner de control de cargas. El actual, donado por China, es de 2008, funciona con rayos X y permite analizar dos contenedores por minuto. Es operado por una empresa tercerizada, no por la Dirección Nacional de Aduanas ni por la Prefectura Nacional Naval. Sin éxito, en 2019 el gobierno del Frente Amplio había dispuesto US$ 3 millones para una licitación pública que planeaba adquirir un nuevo sistema de inspección por rayos X, mantenimiento de equipos de rayos X, servicio de inspección de carga por rayos X, software de procesamiento de imágenes y servicio de despachante de aduanas.

    La Unodc y Europol alertan que el transporte de cocaína desde Sudamérica a Europa tiene como “papel central” el comercio ilícito a través de contenedores, en buena parte sustentado en compañías fachada y en corrupción dirigida a tripulaciones de barcos, trabajadores portuarios y funcionarios. “Algunas redes delictivas se han infiltrado sistemáticamente en empresas de transporte de mercancías que operan a nivel internacional durante años, lo que les ha proporcionado acceso a medios de tráfico y a puertos europeos clave”, dice el estudio.

    Al menos tres operaciones de tráfico que involucraron a Uruguay tuvieron como punto en común la utilización de la línea naviera italiana Grimaldi, lo cual es analizado por la Policía: además de la soja incautada en Hamburgo en 2019 y de las camionetas con cocaína encontradas en marzo en Montevideo, la investigación incluye los 132 kilos de cocaína hallados en seis bolsos dentro de un contenedor que arribó en mayo a Montevideo proveniente de Amberes.

    El informe llama a los gobiernos a profundizar la aplicación de protocolos internacionales en las etapas de carga y transbordo de envíos, la capacidad operativa de los puertos y la elaboración de perfiles de riesgo para mejorar la efectividad en la interceptación de los contenedores antes de que arriben a destino. “Las autoridades también deben apuntar a la corrupción en los puertos, sin la cual muchos envíos ilícitos no podrían ocurrir, y garantizar que los mecanismos de denuncia de irregularidades y los canales de denuncia anónimos estén establecidos y funcionen adecuadamente”.

    Frente a esta panorama internacional, en Uruguay siguen en aumento los decomisos de cocaína por parte de la Policía: de acuerdo a estadísticas del Ministerio del Interior a las que accedió Búsqueda, del 1° de enero al 31 de agosto de 2021 fueron 2.649 los kilos incautados, 669 de ellos de pasta base de cocaína; en el mismo período del año pasado las incautaciones fueron de 1.322 y 569 kilos respectivamente.

    Las altas cifras de pasta base de cocaína determinaron que la Policía investigara si Uruguay había dejado de ser solo un mercado consumidor de esa droga y se había convertido en un engranaje para su conversión final en cocaína en polvo y su exportación a Europa, ante la posibilidad de que países de la región encargados de ese rol tuvieran complicaciones para obtener los precursores químicos necesarios para la conversión.

    La hipótesis fue desechada recientemente a partir de la Operación New Forest, que en julio desembocó en la incautación de 407 kilos de pasta base de cocaína, un registro histórico para el país. La Policía consultó con autoridades colombianas y con expertos químicos y concluyó que, procesada como cocaína en polvo, de esos 407 kilos habrían quedado 185 kilos; la rentabilidad en una potencial venta a Europa de 185 kilos de cocaína no era tan alta en comparación con la venta de los 407 kilos de pasta base al por mayor para el narcomenudeo en distintas zonas del país, más aún si se toma en cuenta que en esta última maniobra los riesgos y costos son menores.

    Según indicaron las fuentes policiales, se especula que el aumento de confiscaciones de pasta base se deba a una mejor tarea policial y a que la pandemia haya causado un incremento en el consumo de sustancias de bajo costo como esta droga, tal como advierten otros informes de Naciones Unidas y de Interpol.

    Información Nacional
    2021-09-15T21:58:00