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    América Latina es “fundamental” en la estrategia a largo plazo de los bancos españoles, afirma el presidente de su asociación

    Santander y BBVA son jugadores fuertes en el sistema financiero uruguayo así como en otros países de la región. De hecho, el negocio en América Latina es “fundamental en la estrategia a largo plazo” de los bancos españoles, con independencia de la evolución del ciclo económico”, sostiene José María Roldán, presidente de la asociación que agrupa a las instituciones bancarias de ese origen.

    Según el ejecutivo, a raíz de la más reciente crisis económica internacional gestada en 2007 y 2008 en Estados Unidos, España reacomodó su banca —bajó el número de entidades de 42 a 15—, un ajuste que “sigue a buen ritmo”. Aún queda por lograr niveles de rentabilidad satisfactorios, lo que no parece fácil en un contexto de tasas de interés muy bajas, agregó Roldán.

    El presidente de la Asociación Española de Banca (AEB) estuvo en Montevideo semanas atrás para participar en un foro organizado por su entidad similar de Uruguay junto al Banco Central. Lo que sigue es una síntesis del intercambio que mantuvo con Búsqueda.

    —¿Cuál es la situación de la banca española?

    —Los bancos están en condiciones de mejorar su rentabilidad y aumentar el crédito que suministran a empresas y familias, siempre y cuando se consolide la mejora de la economía española y los tipos de interés retornen a la normalidad. Y esas buenas condiciones a las que me refiero se han conseguido porque nuestros bancos han hecho sus deberes en términos de ajuste de su capacidad productiva, saneamiento de sus balances y capitalización. En cuanto a su capacidad productiva, desde que estalló la crisis el sector ha pasado de 42 a 15 entidades y ha reducido un 28% sus plantillas y un 33% su red de oficinas. El ajuste sigue a buen ritmo, facilitado por condiciones financieras favorables y un entorno económico positivo. Respecto al saneamiento, la banca española ha provisionado contra la cuenta de resultados en esos años una cifra equivalente al 30% del Producto Bruto Interno español. El esfuerzo en capital también ha sido importante y producto de ello es que los 15 mayores grupos —que representan el 90% de los activos del sistema— tiene ratios de solvencia por encima de los requeridos por el supervisor, en concreto, un CET1 (del inglés Common Equity Tier, un parámetro para los requisitos de capital) del 12,6%, un punto por encima del año anterior.

    Una vez dicho esto, hay que señalar que el entorno posterior a la crisis es muy complejo y la rentabilidad —un ROE (del inglés Return on Equity) del 5,4% a principios de 2016— todavía está por debajo del coste del capital. Así que nuestros bancos necesitan hacer más en términos de mejora de la rentabilidad de cara al futuro. Pero mientras continuemos en un contexto de tipos de interés muy bajos, incluso negativos, va a ser muy difícil ver una mejora sostenida de la rentabilidad. Tipos de interés muy bajos y una curva de rendimientos plana significa que la actividad financiera principal de los bancos, la transformación de plazos (tomar prestado en el corto plazo para prestar a largo) carece de valor en estos momentos. Los mercados desde principios de año están reflejando estas dificultades. Además, con una gran volatilidad, si bien esperamos que en un entorno más tranquilo, los inversores podrán discriminar entre la calidad de los distintos jugadores y en ese contexto —se lo aseguro— los bancos españoles saldrán muy bien parados.

    —¿Cómo está afectando la incertidumbre política en España a su sector bancario?

    —Es posible que haya tenido algún impacto en las decisiones de inversión, que han podido sufrir algún retraso. Sin embargo, no se ha percibido un impacto global claro.

    La economía española ha seguido creciendo con ímpetu, en tasas reales superiores al 3%, el mayor crecimiento de la zona euro (con la excepción de Irlanda), y podría volver a crecer alrededor de 2,5% en 2017. También la creación de empleo registra un ritmo muy fuerte, incluso para los estándares históricos anteriores a la crisis.

    En cualquier caso, parece que ahora hay más claridad sobre las opciones de formar gobierno después de las segundas elecciones celebradas en menos de seis meses y personalmente confío en que pueda formarse pronto un gobierno estable que continúe con las reformas emprendidas.

    La sociedad española tiene una importante oportunidad para dejar atrás los efectos de esta crisis económica tan devastadora, pero necesita para ello estabilidad política y aprender a adaptarse al cambio que se ha producido, pues hemos pasado de un sistema bipartidista a otro multipartidista. Eso representa todo un desafío para cualquier sociedad.

    —Se afirma que la banca española está mejor que la de otras europeas en parte por la implantación internacional de grupos como Santander o BBVA, con presencia en Uruguay. ¿Qué tan relevantes son las operaciones en estos países, ahora en un contexto de desaceleración económica generalizada en América Latina? ¿Es momento de replegarse o de profundizar la inversión en esta región?

    —La actividad de las dos principales entidades bancarias españolas en América Latina es absolutamente fundamental, prueba de ello es que entre el 40% y el 60% de los beneficios que ambas obtuvieron durante el primer trimestre de este año tuvieron su origen en la región. El negocio latinoamericano es fundamental en la estrategia a largo plazo del sector bancario español, con independencia de la evolución del ciclo económico. La implantación en distintas jurisdicciones, con ciclos económicos diferentes, y la banca comercial enfocada en proporcionar financiación a las empresas y familias se ha mostrado como un modelo que ha resistido bien a la crisis. De hecho, ningún banco de la AEB ha recibido ayudas públicas durante la crisis.

    —¿Hubo un verdadero aprendizaje para banqueros y reguladores de la última crisis global? ¿El negocio es hoy más sano y está a resguardo de problemas como los que originaron la crisis?

    —Sin duda, la industria bancaria, en general, está haciendo un esfuerzo genuino por corregir los errores cometidos antes de la crisis y sentar las bases de un negocio más sano en todos los sentidos. Es un esfuerzo muy grande que, por desgracia, la sociedad todavía no valora en su justa medida. Los bancos españoles, por ejemplo, han abordado en los últimos años un importante proceso de transformación, caracterizado por una profunda reestructuración y consolidación, un notable ajuste de la capacidad instalada, una importante recapitalización y saneamiento de balances y una mejora sustancial de la gobernanza y de la transparencia. En suma, son entidades más solventes, mejor capitalizadas y mejor gobernadas, que saben que dar un servicio de calidad al cliente es su objetivo primordial.

    Los reguladores también han aprendido las lecciones de la crisis. El entorno regulatorio ahora es más exigente: en general se han multiplicado por cinco los requerimientos de capital de mayor calidad, se han incrementado los colchones de liquidez, se han introducido barreras implícitas al tamaño de las entidades y se han asentado los costes asociados al riesgo de conducta y reforzado la protección al consumidor. El problema ahora es conocer en qué acabará y qué impacto tendrá el conjunto de esta regulación tan prolija, exigente y compleja. Es necesario tener cuidado porque si las exigencias a la banca se multiplican, esos riesgos que se intentan controlar se desplazarán a otros sectores, cuya financiación será preciso vigilar. Durante la crisis, ya vimos cómo el arbitraje regulatorio, que dio origen a la llamada “banca en la sombra”, puede jugar un papel muy importante en la desestabilización de los sistemas. Esa debería ser otra de las lecciones de la crisis que no deberíamos olvidar.

    —¿Qué efectos se esperan para el sistema bancario europeo de la eventual salida del Reino Unido de la Unión Europea? ¿Y de los bancos españoles en particular?

    —Es difícil hacer estimaciones, aunque el promedio del mercado espera que el impacto económico para Europa, y obviamente para España, sea limitado. Quizás entre tres décimas y medio punto porcentual. Esto conllevaría un impacto marginal en la cuenta de resultados de la banca en su conjunto.

    Por lo que respecta a las entidades españolas con filiales en el Reino Unido, puedo decir que están posicionadas con una perspectiva de permanencia y están dispuestas a seguir financiando los hogares y las Pymes de ese mercado en las próximas décadas. Es cierto que el Brexit ha sido, de alguna manera, un choque inesperado, pero los bancos españoles saben cómo operar en situaciones cíclicas muy distintas pues están presentes en países tan diferentes como los Estados Unidos, México, Brasil, Chile, Perú, Colombia, Argentina, Turquía o el propio Reino Unido.

    —¿Corre riesgo de supervivencia la banca tradicional frente a las fintech? ¿Qué hacer frente a la competencia de esos y otros jugadores, como la banca a la sombra?  

    —Más que riesgos, todo el proceso de digitalización de la economía, incluida la aparición de fintech y de otros operadores tecnológicos, representa una oportunidad que los bancos van a aprovechar. La competencia de este tipo de empresas puede servir para acelerar cambios que se harían de otra manera. Y los bancos españoles no tienen miedo a la competencia. De hecho es unos de los sectores bancarios más abiertos del mundo a la competencia extranjera. Pero es preciso que esa competencia sea leal tanto por parte de los operadores tecnológicos como por las entidades de la llamada banca en la sombra. Y para establecer un terreno de juego nivelado, debe primar el principio de que a igual actividad e iguales riesgos, igual regulación. En particular, el consumidor no puede quedar desprotegido ante la aparición de esos operadores, sometidos a baja o nula regulación.

    En cualquier caso, estoy convencido de que los bancos están sustancialmente mejor provistos en cuanto a experiencia y medios que estos nuevos competidores. Ello no implica despreciar su potencial capacidad para arañar cuotas de mercado a las entidades tradicionales que, por lo demás, son plenamente conscientes de que tienen que adaptar su oferta a las demandas de los clientes y están trabajando para hacer ese cambio.