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América Latina es la región que perdió más días de clase durante la pandemia, pero Uruguay es de “los menos afectados”, según OEI
El ministro de Educación participará en Madrid en un proyecto sobre transformación digital educativa de la Organización de Estados Iberoamericanos, para aplicar en un plazo máximo de dos años
La pandemia exhibió “las vergüenzas” de los sistemas educativos de América Latina: 180 millones de niños y jóvenes quedaron confinados en sus hogares durante demasiados meses. Uruguay figura entre “los menos afectados” por la falta de actividad presencial, pero integra la región que más días de clase perdió durante 2020, lo que supondrá, en promedio, “de 10 a 11 años de retroceso educativo”, dijo a Búsqueda el secretario general de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), el español Mariano Jabonero.
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Pero estas vergüenzas trascienden al virus. Antes de sufrir el impacto del Covid-19 la región invirtió “como nunca” en educación, y, pese a aumentar la cobertura global de alumnos, no innovó ni mejoró la calidad de la enseñanza, y tampoco la hizo más equitativa, apuntó el jerarca.
Jabonero se reunirá en estas horas con el presidente Luis Lacalle Pou y autoridades de la educación, a 15 años de la firma de la Carta Cultural Iberoamericana.
El ministro de Educación, Pablo da Silveira, fue invitado a participar este mes en Madrid de un proyecto sobre transformación digital educativa para aplicar en un plazo máximo de dos años, informó Jabonero, al avanzar sobre los planes de la OEI, el mayor organismo de cooperación multilateral para la educación, la ciencia y la cultura entre países de habla española y portuguesa.
—Antonio Guterres, el secretario general de Naciones Unidas, calificó la herencia de la pandemia como “una catástrofe generacional”, ¿exagera?
—No hay un punto de exageración. La afirmación de Guterres tiene que ver con que en América Latina es donde ha habido más días de clases perdidos en todo el mundo durante el año 2020, con diferencias según países; Uruguay está entre los menos afectados, aunque todos los países tendrán un impacto negativo en aprendizajes. El Covid implicará, en promedio, de 10 a 11 años de retroceso educativo en toda la región. Según un informe de la OEI, la suspensión de la actividad educativa presencial supondrá un impacto en la economía regional de entre el 12 y 18% de pérdida de renta a medio y largo plazo, sobre todo en los países más pobres.
—¿Por qué Uruguay está entre “los menos afectados” del continente?
—Porque en Uruguay la pérdida de días de clases efectivas ha sido de las más bajas de toda la región y el proceso de la vuelta a la actividad presencial ha sido bastante ordenado, progresivo y seguro. Y, además, porque en países como Uruguay el Covid también ha operado como el mayor dinamizador de la actividad digital durante la suspensión de las clases presenciales.
—Sin embargo, un porcentaje de la población no tiene conexión ni formación educativa digital, ¿qué pasa con esa población que quedó aún más rezagada durante la pandemia?
—Es cierto que la pandemia también ha puesto de manifiesto muchas de nuestras vergüenzas, aquello que no queríamos mostrar y reconocer. En el año 2020, 180 millones de niños y jóvenes quedaron confinados en sus hogares. Pensamos, acaso ingenuamente, que eso se podría resolver mediante sistemas digitales con cobertura educativa suficiente para todos los alumnos. Pero ha quedado claro que eso no es real. Un 40% de los hogares de la región no tiene conectividad y la cifra llega al 80% en zonas rurales, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). La situación es aún más preocupante en países como Guatemala, Honduras o El Salvador. Tenemos una brecha digital gravísima en la región, que genera una brecha educativa y social brutal, lo cual también ha desnudado la pandemia.
—Según la propia OEI, en el futuro inmediato las más afectadas por la baja escolaridad serán principalmente las mujeres pobres de poblaciones suburbanas y rurales. O sea que la pandemia desnudó una cara muy visible...
—Muy visible y muy cuantificable. Todo esto no es una percepción o una sensación; está comprobado con el mayor nivel de rigor. La recuperación de aprendizajes para estos niños y jóvenes perdidos por la pandemia costará más de una década. Sin embargo, antes de la pandemia, América Latina había sido la región que más había invertido en educación en el mundo, 5,2% del PBI, según el Banco Mundial. Pero los resultados no han sido buenos. Se invirtió en cobertura, no en calidad. Hacía falta llegar a todos, pero no se innovó ni mejoró la calidad de la enseñanza. La pandemia interrumpió ese proceso, y eso también nos frustró, porque la región se quedó con baja calidad y equidad. Por eso tenemos que reaccionar rápidamente para que esa compensación de pérdida de aprendizajes se produzca de forma mucho más rápida.
—¿Cómo?
—A través de una transformación educativa digital.
—¿Cuándo?
—Pensamos en un plan a dos años. Me refiero a un futuro no muy lejano donde todos los niños y niñas y jóvenes de la región tengan acceso a una educación presencial, que es la actividad educativa más rica y eso no hay quien lo discuta, porque está claro la escuela es el lugar más sano y seguro, y quien lo niegue tiene intereses no educativos. Pero el aula física debe interactuar con la actividad virtual.
—¿Por qué?
—Porque la escuela híbrida es la escuela del futuro: la combinación de maestros con dispositivos donde se comparte información, conocimientos, actividades y trabajos por fuera del aula. Hoy lo peor sería volver a marzo de 2020, con un sistema ineficiente y desigual. No podemos esperar ocho, 10 u 11 años a que los estudiantes actualicen sus aprendizajes con mayor conectividad. Eso supone seguir en una economía primaria anclada a la venta de materias primas —sea de petróleo, carne, soja o minerales— o del trabajo barato, que es peor todavía. Si queremos salir de la pandemia de forma rápida, a corto plazo, eficaz, con impacto real y con poco coste, tenemos que hacer la transformación digital educativa, y en esto coincide la OEI, la Unesco y el BID. No podemos condenar a otra generación. Hoy la conectividad aplicada a la educación es un derecho, y ese derecho hay que garantizarlo rápidamente en la región, hay pasar a la economía del conocimiento que rige el mundo.
—¿De qué manera?
—La OEI tiene un proyecto digital educativo para la región que se presentará el lunes 15 en Madrid, junto con varios ministros de la región, entre ellos el de Uruguay, inspirado en principios de calidad, equidad e inclusión. Estos principios deben combinar la imprescindible presencialidad junto con la gran ventana de oportunidades que ofrece la educación a distancia a través de sistemas híbridos o combinados. Tenemos la ventaja competitiva que aporta el español, lengua materna de 580 millones de personas, y que sumando el portugués son 800 millones, la mayor comunidad bilingüe del planeta. El español también es la segunda lengua más utilizada en Internet; el portugués es la cuarta. Esas son las riquezas comparativas de la región. El Plan Ceibal es un muy buen ejemplo de hacia dónde ir, porque trasciende el reparto masivo de computadoras y tecnología, implica plataformas y proyectos educativos digitales relevantes, con formación de docentes, mentorías y evaluaciones.