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    Apasionante enfoque de Beethoven

    La Orquesta de Cámara de Basilea actuó en la sala Eduardo Fabini

    Dentro de la temporada del Centro Cultural de Música el domingo 5 nos visitó la Orquesta de Cámara de Basilea bajo la batuta del italiano Giovanni Antonini. La velada se inició con el Noneto para vientos y contrabajo, obra contemporánea de Bettina Skrzypczak (Polonia, 1962), compuesta para 2 oboes, 2 fagotes, 2 cornos, clarinete, clarinete bajo y contrabajo. Se trata de una obra árida, de comprensión ardua en una primera audición, en la que según reza el programa de mano la autora buscó que la combinación de esos instrumentos de viento con el contrabajo generara “la sensación de nuevos instrumentos”. Creemos que no logró plasmar esa intención. Con la salvedad de tratarse de una primera y única audición, la obra no presenta textura ni color de interés y los pretendidos “nuevos instrumentos” no solo no aparecen sino que los nueve instrumentos del noneto son claramente distinguibles y no logran fundirse en un sonido o un timbre distinto y autónomo.

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    La obra con solista nos trajo a la cellista franco argentina Sol Gabetta en el Concierto Nº 1 en la menor de Camille Saint-Saëns (1835-1921). Obra difícil para la ejecutante, que es sin embargo fácil para el oyente. Saint-Saëns fue un prolífico compositor que transitó por todos los géneros y dominaba a la perfección los secretos de la buena técnica de composición y de orquestación. Como contrapartida de esta suficiencia académica, su pluma es despareja en profundidad y es más proclive a agradar al oyente que a conmoverlo. Gabetta sorteó sin problemas los diferentes escollos de su parte y mostró un fraseo sensible en los pasajes lentos del concierto. Sin embargo no tiene un gran sonido y muchas veces desaparece dentro de la orquesta, pese a tratarse de una orquesta de cámara y a que Antonini mostró un cuidado extremo en el balance de sonido con la solista. Fuera de programa y en respuesta al aplauso sostenido del público tuvimos la agradable sorpresa de escuchar la canción de Gabriel Fauré (1845-1924) Après un rêve (Después de un sueño) compuesta originalmente para voz y piano, en un arreglo donde el cello hace el canto de la voz y el piano se transforma en un etéreo colchón orquestal. Un momento sublime de este compositor —que por otra parte fue discípulo de Saint Saëns— donde Gabetta hizo cantar el cello con la sensibilidad que Fauré se merece.

    Ya en el acompañamiento a la cellista pudo percibirse que la Orquesta de Cámara de Basilea era una formación ejemplar y Giovanni Antonini un conductor preciso, sensible, con una excelente respuesta de sus dirigidos. En el intervalo algunos espectadores mostraban inquietud por cómo resultaría la Séptima Sinfonía de Beethoven (1770-1827) con una orquesta de solo treinta y ocho músicos. En realidad la formación instrumental de Basilea es la original establecida por Beethoven en su partitura. Ocurre que con el tiempo la obra sinfónica de este autor ha sido grabada por distintas formaciones: por ejemplo John Eliot Gardiner la hizo hace veinte años con una orquesta de cincuenta y tres músicos, pero antes y después se ha hecho con grandes orquestas rondando en la centena de instrumentos. Por otra parte el programa de mano consignaba en el currículum de Antonini que con esta orquesta se encuentra grabando la integral de las sinfonías de Beethoven, de las cuales varias ya se han editado, lo que hace presumir que al hombre le gusta y le interesa Beethoven y que ha profundizado en su obra sinfónica. Lo que siguió está entre los mejores Beethoven que este cronista guarda en su memoria.

    Antonini es un director italiano, formado musicalmente en Milán y Génova, con un repertorio sinfónico y operístico acentuado en lo barroco y lo clásico. Hay varios aspectos destacables de su técnica que hicieron de esta Séptima una versión inusual, enormemente atractiva. Es un conductor con gran empuje, prolijidad extrema en el dominio de la gama dinámica, obsesivo con el balance entre la línea de canto en un sector y el sonido de los otros sectores. Si tuviéramos que definir el aspecto predominante de su batuta este sería la transparencia. Es tal el cuidado con que hace su trabajo que Beethoven en sus manos se transforma en una filigrana orquestal donde todo se escucha en diferentes planos y al mismo tiempo todo confluye en la gran masa de sonido. Su versión de la Séptima fue siempre vibrante, con una ligereza en la acentuación que lo aleja del enfoque más difundido de la escuela de dirección alemana. Por ejemplo el segundo tema del tercer movimiento (Assai meno presto) enfocado con carácter fúnebre, fue hecho con agilidad y liviandad pero sin eludir la lobreguez que encierran sus notas. Como reafirmación de su empatía con el compositor, ofreció fuera de programa el Allegro final de la Cuarta Sinfonía en una versión a la vez vertiginosa y diáfana. Un Beethoven distinto pero tan conmovedor como otros más famosos.