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Al principio iban a ser tres recitales, pero finalmente fueron cuatro. Cuatro que forman parte de un festival por el que han pasado desde Litto Nebbia, Fito Páez, Pedro Aznar, Liliana Herrero y Luis Alberto Spinetta, hasta Hermeto Pascoal, João Bosco y Guillermo Klein, y en el que año tras año la coherencia a la hora de programar forma, junto a la aceptación del público y a la variada grilla, un triángulo virtuoso que en esta edición no ha hecho más que potenciarse.
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Esto sucede en el restaurante y club de jazz Medio y Medio de Punta Ballena, por cuyos dos escenarios, uno íntimo para 100 personas y otro para 350 al aire libre, donde entre eucaliptus y palmeras los grillos no callan nunca, todavía habrán de tocar, antes de que termine el verano, Adrián Iaies, Horacio Fumero, Adriana Varela, Luis Salinas y el monumental cantautor y tecladista brasileño Ivan Lins.
De la inspiración de esos artistas dependerá el balance que la gente haga de esta, la 17a edición del festival. Pero lo seguro es que pocos de entre quienes fueron al Mini Fest Identidad Uruguay, y muchos efectivamente asistieron a todos los conciertos, olvidarán lo que vieron.
El productor argentino-uruguayo Leandro Quiroga Ferreres logró hacer coincidir en un escenario por primera vez, en tres días consecutivos que luego se transformaron en cuatro, a los principales referentes de la música popular uruguaya: Rubén Rada, Jaime Roos y Jorge Drexler.
El primero de esos espectáculos, el viernes 11, fue, precisamente, el de Rada, un hombre que en opinión de Fernando Cabrera es el mejor cantautor del Uruguay. Quizá alguien no comparta el concepto, pero discusiones estériles aparte, lo cierto es que Rada es el mejor cantante del país y, junto a Hugo Fattoruso, el músico que más talento natural tiene.
A los 69 años de edad, su voz, con un rango más estrecho que en su juventud pero también mas asentada, sigue siendo un milagro. Porque Rada canta todo lo que canta desde el corazón, porque su timbre es una belleza y porque posee una polifuncionalidad insólita que, en este caso, tango, milonga y candombe mediante, conmueve especialmente cuando interpreta “Los ejes de mi carreta”, de Atahualpa Yupanqui y Romildo Risso, “Milonga para una niña”, de Alfredo Zitarrosa, “Anclao en París”, de Enrique Cadícamo y Guillermo Barbieri, “El choclo”, de Ángel Villoldo, Enrique Santos Discépolo y Juan Carlos Marambio Catán, y “Lovely John”, de Rubén-elshowmansuperdotado-Rada.
Otro de los puntos fuertes de la noche fue la versión de “Aquello”, de Jaime Roos, que el ex cantante de Opa, de Totem y de El Kinto ofreció llenando el bosque de música. El sábado 12, pocas horas después, Roos, con algunos problemas vocales circunstanciales que no impidieron que mostrara expresividad al cantar ni excelencia en la concepción del espectáculo, interpretó ese mismo tema con arreglos meticulosos.
Desde las luces hasta el detalle más nimio en las variables de sonido, Roos es un profesional de primera línea, y su banda “Tres Millones” suena con una potencia y una calidad tremendas. Eso se debe tanto al talento de una persona que ha compuesto temazos —“Las luces del Estadio”, “Los Olímpicos”, “Colombina”, “Los futuros murguistas”, “Si me voy antes que vos”— como al rol que cada jugador ocupa en ese equipo dirigido con maestría, en el que se lucen el cantante Nicolás Grandal, el maestro Gustavo Montemurro y los hermanos Nicolás y Martín Ibarburu, el primero un sesionista capaz de tocar con el músico del mundo que quiera contratarlo, y el segundo un baterista de un talento, una disciplina y una versatilidad infrecuentes.
Al recital de Roos, cuyo DVD “Tres Millones” es un éxito de ventas en el Río de la Plata y estará disponible internacionalmente dentro de dos semanas a través de iTunes, le siguió un primer show de Drexler el domingo 13, al que asistió Búsqueda y en el que el invitado especial fue el joven y brillante guitarrista de rock Federico “Dinamita” Pereda, y otro el lunes 14, en el que los invitados especiales fueron nada menos que la mujer de Drexler, la chica Almodóvar Leonor Watling, y el ex líder de Bersuit Vergarabat, Gustavo Cordera.
Dicen que el 13 es el número de la mala suerte, pero si es así ello no afectó en nada el normal funcionamiento de un recital al que, si le cabe alguna crítica, es la de que su anfitrión, pese a mostrarse tan relajado y encantador como siempre, ensayó menos de lo que debió, puesto que en varios momentos el espectáculo, a pesar de la férrea voluntad del bajista Gonzalo Gutiérrez y del impresionante profesionalismo del baterista Martín Ibarburu, pareció más un fogón que un concierto.
Pero, ¿quién le quita lo bailado a un señor que a los 48 años de edad luce más joven que nunca y que ha ganado un Oscar y ha cautivado al Carnegie Hall de Nueva York? Nadie, y bueno sería que lo contrario sucediera.
¿Por qué? Porque Drexler es un cancionista elegante que ha creado un universo sonoro en el que, entre influencias de Radiohead, los Beatles y una buena parte de la música popular brasileña, hay lugar para la huella propia. Una huella que se imprime con el carisma, la tranquilidad y la categoría habituales cuando suenan piezas como “Noctiluca”, cuya letra es pura poesía, “Todo se transforma”, donde el pop invita a la audiencia a bailar y a reflexionar, y “Río abajo”, una canción del álbum “Frontera” interpretada con espontaneidad a pedido de un niño pequeño que luego gritó, alborozado: “¡Sí, tocó la mía, la cantó de veras!”.
De veras, también, en un país que, como ya hemos dicho en otras ocasiones, se desbarranca culturalmente, sucedió este pequeño festival que sirve para aportar luz y música.