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Una nueva plaga recorre YouTube. Se trata de una serie de falsos trailers de películas célebres, generados por IA, reimaginándolas como dirigidas por Wes Anderson. Así aparecen los trailers de Alien por Wes Anderson, El señor de los anillos por Wes Anderson, El padrino por Wes Anderson, La guerra de las galaxias por Wes Anderson… En fin, incontables.
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Tampoco es que a la IA se la hagan muy complicada. La parte menos deseable de ser un creador con un estilo muy marcado y una impronta estética que rompe los ojos es que es muy fácil de imitar. Y Wes Anderson es el rey del estilo propio y la impronta estética. No solo no hay una sola película suya impersonal, cada detalle mínimo de sus producciones es personalísimo. Es un cineasta autor con todas las letras, con credenciales suficientes como para dejar contentos con el término a una bañadera llena de críticos franceses de los años 60. Su obsesión por el detalle deja a Kubrick como un desprolijo improvisado, aunque sus tonos respectivos estén en las antípodas.
El estilo de Wes Anderson (siempre conviene mencionarlo con nombre y apellido para evitar confundirlo con Paul Thomas Anderson o Paul W. S. Anderson) tiene tantas puntas que algo siempre se escapa al enumerarlas. Visualmente, la paleta de colores en cada película está seleccionada al milímetro. Es un obseso de la composición simétrica de los planos. Desde su primera película viene acentuando cada vez más el artificio en los decorados. No le tiembla el pulso al citar a maestros del cine en sus propias películas, ya sean Tati, Hitchcock o lo que le dé la gana. Su zona de confort narrativa está en el pasado, en una franja que va de los años 50 a los 70. Es un maestro en ensamblar elencos repletos de nombres famosos. Es fiel hasta la muerte tanto a sus actores fetiche como a sus colaboradores. Lo suyo es la melancolía mezclada con el humor. Es un usuario convencido de primeros planos de actores poniendo cara de nada o de leve angustia existencial. Y se podría seguir, aunque ya con esto y dos bizcochos cualquier IA medio pelo puede crear un tráiler de cualquier cosa a lo Wes Anderson.
Ahora regresa con Asteroid City, y lo primero que se puede decir de la película es que es más Wes Anderson que nunca.
Los sospechosos de siempre
Lo primero que llama la atención, como es habitual, es la lista de actores. Hay varios de sus fetiches de siempre y algunos nuevos. Está, claro, Jason Schwartzman, que no faltó en casi ninguna de sus películas previas, a tal punto que puede decirse que construyó su carrera siendo dirigido por Wes Anderson. Faltan dos de sus principales figuritas repetidas, Owen Wilson y Bill Murray (el rey indiscutido del humor melancólico), que se contagió de Covid justo cuando estaba arrancando el rodaje y tuvo que ser sustituido por Steve Carell. Los que sí están, nuevos o recurrentes, son Adrien Brody, Tom Hanks, Tilda Swinton, Bryan Cranston, Willem Dafoe, Matt Dillon, Jeff Goldblum, Scarlett Johansson, Liev Schreiber, Edward Norton y Margot (Barbie) Robbie, por mencionar a los más célebres. Suficientes nombres para llenar una alfombra roja de cualquier evento. Aparte de “sus” actores también están involucrados otros habituales, como Roman Coppola (el hijo del medio de Francis Ford), que coguiona y produce, y Robert Yeoman como director de fotografía, al igual que en absolutamente toda su carrera desde Bottle Rocket, su primera película de 1996. También aparece el músico brasileño Seu Jorge, quien fuera responsable de la banda de sonido de The Life Aquatic with Steve Zissou (2004, discutiblemente la obra cumbre de Wes Anderson, o al menos donde alcanzó su madurez creativa), compuesta por canciones de David Bowie reversionadas como bossa nova.
Cada vez más desde sus inicios, el director apuesta por narrativas fragmentadas, dispersas. Siempre fue un usuario entusiasta de las voces en off y los recursos metanarrativos, incluso desde sus comienzos en las comparativamente tradicionales Bottle Rocket o Rushmore (1998), pero ya a partir de The Royal Tenenbaums (2001) se fue permitiendo cada vez más indulgencias y derivó en lo que de veras le gusta: contar a varias voces, saltar de un punto de vista a otro, incluso ir contando la historia como viñetas sueltas. Y en Asteroid City la cosa se pone agitada.
La película empieza como un programa de televisión de 1955 en blanco y negro, en el que Brian Cranston informa que va a mostrarse la puesta en escena de la última obra teatral de un reconocido autor (Edward Norton). Todavía en blanco y negro se ve a Norton escribiendo, pero de inmediato se pasa a lo que se supone es la obra en sí, la propia Asteroid City. Salvo teatro, lo que vemos es un film en pantalla alta a todo color, con una paleta en tonos pastel jamás quebrada por ningún color chillón. Un padre (Schwartzman) y sus cuatro hijos, trillizas y un adolescente genio, llegan a un pueblito en medio del desierto donde cada tanto hay una explosión nuclear a la distancia. Se les rompe el auto y deben pedirle al abuelo (Hanks) que los pase a buscar. El pueblito tiene como único rasgo notorio estar junto al cráter de un meteorito caído hace miles de años, y allí se está celebrando una especie de reunión de jóvenes genios patrocinada por el Ejército. Llegan otros personajes, entre ellos, una actriz famosa (Johansson) con su hija genia. Los personajes se multiplican, todos ellos son melancólicos dentro de sus idiosincrasias, hasta el punto de parecer que todos sin excepción tienen diversas variantes leves de trastornos del espectro autista.
La cosa se complica cuando una noche, en medio de un avistamiento astronómico, aparece un ovni y un extraterrestre (Goldblum, al menos sus movimientos tomados como base para una animación stop motion) se lleva el célebre meteorito. A veces la historia vuelve al blanco y negro para mostrarnos al director teatral (Brody) que vive en el teatro para sobrellevar su divorcio.
Estado de bienestar
Nada tiene mucha coherencia ni sentido en ese laberinto descangallado, pero milagrosamente todo funciona. Esa es la magia de Wes Anderson, y lo que ninguna IA puede imitar. Todos los que lo siguen desde su primera película lo saben: el tipo es un maestro narrando. Eso es lo que le permite tomarse las libertades que se le antojen y consentirse cualquier maña: sabe cómo hacer funcionar el conjunto.
Asteroid City es una extraña maravilla, una comedia de baja intensidad que no hace reír a carcajadas nunca, pero mantiene al espectador sonriendo siempre, satisfecho. Todo está pensado y armado para que la complejidad narrativa no altere la placidez general. Como toda película de su director es en realidad una historia de amores (y desamores) teñidos por la inefable melancolía que tanto le gusta, pero hasta en eso tiene un firulete extra: el espectador cree estar viendo la historia de casi amor entre Schwartzman y Johansson, pero al rato se da cuenta de que está viendo la historia de amor adolescente entre sus respectivos hijos.
La parte central de la historia, la que es en colores, transcurre en el desierto, pero no cualquier desierto. Es el desierto de El Coyote y el Correcaminos, aunque el ritmo y la intensidad de la película, y su estilo de humor, estén en las antípodas del de las animaciones de Chuck Jones. Hay infinidad de citas y referencias para descubrir, desde Mars Attacks! de Tim Burton hasta las primeras películas de los hermanos Coen, algo de Billy Wilder, obviamente el cine de ciencia ficción clase B de los años 50 y mucho más. Pero nada tan satisfactorio y demostrativo de lo disparatado del cerebro de Wes Anderson como ver que el mismísimo correcaminos hace dos breves apariciones, una de ellas cierra la película.