Según el pediatra y docente Carlos Zunino, también especializado en el área, el problema es que aún muchos médicos esperan que los niños actúen de acuerdo con los estereotipos de género tradicionales. “La heteronormatividad se cuela en las consultas e impide que los niños puedan expresarse libremente”, afirmó. El pediatra dijo que no debería ser una cuestión de “suerte” que los pacientes trans encuentren médicos con empatía y conocimiento. “Es un derecho; tenemos que estar todos capacitados, y ser respetuosos con todas las identidades, no solo la transexual”.
El año pasado, la Sociedad Uruguaya de Pediatría (SUP) organizó un taller sobre la atención de infancias y adolescencias trans. En el programa del curso se explica que surgió como respuesta a la necesidad de mayor capacitación ante la “cada vez más frecuente” consulta de pacientes trans en los diferentes servicios de salud. Las pediatras que lo coordinaron, Nancy González y Verónica Núñez, dijeron a Búsqueda que “cada vez hay mayor interés por el tema en el ámbito médico”. A juicio de las especialistas, las mayores dificultades están hoy en la ausencia de equipos formados: “Si bien se ha iniciado la capacitación y sensibilización de los equipos de salud, aún queda mucho camino por recorrer”, evaluaron.
El desconocimiento, los prejuicios y la discriminación en el sistema de salud profundiza el daño que niños y jóvenes trans traen consigo por el rechazo de la sociedad o de sus propias familias, lo que puede derivar en depresión e intentos de autoeliminación, coincidieron los especialistas consultados. Además, expulsa a los pacientes del sistema sanitario, quienes dejan de hacerse controles médicos e incluso acuden a redes clandestinas para obtener tratamientos de adecuación de género, con los riesgos que esto implica para la salud.
Discriminación y maltrato
“Ven la cédula de nena y su aspecto físico de varón, y dicen: ‘¡Pero me estás dando cédula de una niña!’, delante de todos los pacientes, en una sala de espera; vos lo miras y respondés: ‘estamos esperando la transición’. ‘¿Cómo? ¿Cómo?’, te preguntan”. La escena, descrita por una de las madres entrevistadas para el estudio Percepción de madres y padres de niños, niñas y adolescentes trans acerca de la atención en el sistema sanitario uruguayo, ilustra la incomodidad que viven los niños trans y sus padres cuando acuden a consultas médicas y se encuentran con equipos sin capacitación.
La investigación, realizada por Carlos Zunino, Daniel Márquez, Carla Ynés Rodríguez, Camila Fressola y Rodrigo Andrade, encontró que persisten muchas barreras en el acceso a la salud. Las principales son el “desconocimiento” de las necesidades de las personas trans y la “tendencia a la patologización”.
“Se desconoce lo que ellos están pasando, les quitan importancia, no los escuchan y eso genera grandes angustias, depresión e intentos de suicidio”, dijo una de las personas entrevistadas. “Hay un desconocimiento tremendo, y se ponen nerviosos”, narró otra.
De acuerdo con el estudio, las experiencias negativas ocurrieron mayormente en las primeras etapas de la transición de género de los menores. Algunos padres dijeron que se sintieron “abandonados” por el sistema de salud; otros relataron “situaciones de discriminación”. En el interior del país “los maltratos dirigidos a la población trans por parte de los equipos de salud son aún más pronunciados”, según los testimonios.
“No es una patología y lo tratan como una patología”, expresó una madre. Para algunos médicos “es un problema psiquiátrico, una enfermedad que hay que tratarla”, dijo otra. Una de las entrevistadas sintetizó como aspiración que en algún momento deje de ser necesario que exista “una lista de médicos amigables”.
Cambio radical
Hoy son dos los prestadores de salud que tienen equipos interdisciplinarios especializados, ambos en Montevideo: el Hospital Pereira Rossell, de la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE), y la mutualista Casmu. También la Asociación Española ofrece atención especializada. La Ley Integral para Personas Trans (Nº 19.684), ordena que se elaboren guías o protocolos de actuación “que prevean la constitución de equipos multidisciplinarios y especializados en identidad de género y diversidad sexual”. Además, enumera los servicios que los prestadores de salud deben garantizar a las personas trans y sus familiares, como la “orientación y el asesoramiento”. La norma también contempla a los menores de 18 años, aunque para el caso específico de intervenciones quirúrgicas para adecuar su cuerpo a su identidad de género, necesitan la autorización de los padres.
Pese a lo que mandata la ley, no hay sanción a los prestadores que incumplen, explicó Patricia Gambetta, madre de un joven trans y referente del grupo de 160 familias que integran el colectivo Trans-Boys Uruguay. Contó que han denunciado los incumplimientos repetidas veces ante el Ministerio de Salud Pública, pero que no sirve demasiado. “Al final, para preservar nuestra salud mental, porque estamos siempre remando contra corriente, todos terminamos cambiándonos para el Casmu”, dijo. Gambetta explicó que, aunque en otros prestadores hay médicos con conocimiento y buena disposición, eso no basta. “Es reimportante que todo el equipo esté especializado”, insistió. “Porque el paciente no puede interrumpir un tratamiento de hormonas porque el endocrinólogo no tiene hora hasta dentro de tres meses; o tampoco puede pasar que la administrativa no entienda que un varón trans necesita agendar una consulta con un ginecólogo”, ilustró.
“Un médico solo no hace nada”, coincidió Márquez. Es necesario el trabajo conjunto de un equipo que incluya psicólogos, médicos de familia, pediatras, endocrinólogos, entre otras especialidades. Márquez destacó que la ley trans cambió “radicalmente” la atención de los menores al obligar a los prestadores a brindar atención con equipos multidisciplinarios, aunque señaló que “la mayoría no lo cumple”. Mencionó como ejemplo que casi la mitad de las consultas que atiende en el Pereira Rossell provienen del interior del país, donde la atención especializada es prácticamente nula. “Viajan toda la noche desde Artigas hasta acá, muchas veces solo para recibir una atención amigable”.
Hace 11 años, cuando el colectivo Ovejas Negras comenzó a dictar un curso sobre diversidad sexual y salud, las posibilidades de capacitación eran muy escasas en Uruguay. Hoy la demanda por el curso, que se dicta junto a las facultades de Medicina y Psicología, con apoyo del Fondo de Población de Naciones Unidas, llena las 40 plazas disponibles y ha tenido que dictarse hasta dos veces al año. También hay más cursos de capacitación continua para médicos y congresos; el pasado diciembre, por ejemplo, ASSE organizó una jornada sobre salud y diversidad sexual en infancias y adolescencias. “Hay avances positivos y en poco tiempo, estamos hablando de los últimos cinco a 10 años. Uno llama a los colegas y hay otra apertura”, destacó Zunino.
El taller organizado por la SUP fue solicitado por los afiliados, y la respuesta “superó las expectativas” de las coordinadoras. “Notamos mayor avidez de los pediatras por informarse en la temática, ya que son muchas las consultas que nos hacen nuestros pacientes”, señaló Nuñez.
Dejarlo ser
El padre de una niña trans insiste en que vaya a práctica de fútbol con varones y le compra remeras de Peñarol. No acepta su identidad de género. La niña atraviesa una depresión profunda y el médico que la atiende teme lo que pueda pasar si la familia no desiste en imponerle comportamientos de niño. “Todo lo que necesita es que validen su identidad”, resume el especialista.
La identidad de género puede expresarse a edades tan tempranas como a los tres o cuatro años y, para algunos niños, esa identidad no coincide con su sexo biológico. Esto quiere decir que, aunque hayan nacido con genitales masculinos o femeninos, se identifican con el género opuesto. Cuando un niño o niña muestra una identidad de género diferente a la que le fue asignada al nacer, reprimir o desconocer esa expresión puede provocar angustia, depresión e incluso intentos de suicidio. Por eso, todos los especialistas insisten en que es importante escuchar y acompañar a los niños sin juzgarlos ni intentar que se comporten de acuerdo con determinado estereotipo de género. Aquí, la respuesta de la familia es fundamental.
A edades tempranas, el rol de los profesionales de la salud debe ser, principalmente, acompañar al niño en el proceso, respetando su identidad y su expresión de género, explicó Zunino. “La identidad de género comienza a los tres o cuatro años, pero eso no quiere decir que los niños a los tres años dicen ‘soy trans’. Se generan muchos fantasmas con eso. Lo que hay que hacer es acompañar ese proceso. Sin etiquetas, sin juzgar”. Los tratamientos hormonales o bloqueos de la pubertad se realizan generalmente a partir de los 10 años –cuando los adolescentes lo desean– y en los casos donde la identidad de género se consolidó en el proceso madurativo. Más adelante, generalmente a partir de los 18 años, aunque puede ser antes, se hacen cirugías de adecuación de género, si la persona quiere.
“Cuando se discutía la ley trans, se generó tal nivel de parodia y absurdo que se decía que el niño iba a la consulta, sin consentimiento de los padres, decía ‘quiero hormonizarme’ y el médico, como si fuera un almacén, le daba hormonas”, recordó Márquez. “Claramente eso no es así, está protocolizado, se hacen test, se acompaña a la familia, se asesora a los padres”, explicó. “A estas identidades hay que acompañarlas y sacar el fantasma de que a las infancias se le hacen tratamientos invasivos: no, se las acompaña. Contadas veces hice intervenciones de medicación a menores de 15 años”, indicó.
“Tampoco que un varón use mochila rosada y juegue a las muñecas significa que es trans”, aclaró Zunino. “Hay que evitar etiquetas, de las viejas y de las nuevas, y acompañar los procesos sin prejuicios”, indicó. “Hay niños en los que la identificación de género es clara, y otros en los que hay que acompañar el proceso de construcción”, explicó. E insistió con desmontar la idea de que se necesita un diagnóstico de salud mental para saber la identidad de género: “No es necesario que un psicólogo o psiquiatra certifique tu identidad. Nosotros acompañamos un proceso que lo da la propia persona”.
“Lo que quiere un niño trans es que lo traten como a una persona, y que le den confianza de que está todo bien, de que no pasa nada. De que no está mal ser como es”, resumió Gambetta. “Y los padres lo que necesitan es un pediatra que les diga ‘Vamos a escuchar a tu hijo. Vamos a dejarlo ser’”.