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El panorama laboral pos-Covid-19 en América Latina podría resumirse de la siguiente manera: si bien, en general, el empleo en los distintos países está muy cercano a los niveles de 2019, los ingresos vienen evolucionando con rezago y eso da lugar al fenómeno del “trabajador pobre”. Es decir, la persona tiene un puesto, pero lo que gana le resulta insuficiente para cubrir sus necesidades esenciales.
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En línea con ese enfoque en tono de alerta —dada, además, la relentización de las economías regionales— planteado en un reciente informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Gonzalo Zunino, del Centro de Investigaciones Económicas (Cinve), lo llevó al caso de Uruguay: aunque, si se lo grafica, la caída y el posterior rebote del Producto Bruto Interno muestran algo parecido a una “V”, está latente el riesgo de que la pandemia deje “efectos persistentes” en el plano social.
Zunino planteó esa reflexión al disertar, el jueves 8, en una charla virtual organizada por la oficina para el Cono Sur de la OIT en la que su economista principal, Roxana Maurizio, comentó el informe semestral sobre los mercados laborales que lleva el siguiente subtítulo: Un crecimiento débil y crisis global frenan la recuperación del empleo en América Latina y el Caribe.
El uruguayo señaló que el “shock asociado al Covid fue profundo” y “no está lejos de ser una recuperación en V”. Hay “cierta posibilidad de que esta crisis no deje secuelas de largo plazo, como suele ocurrir. Sin embargo, estamos viendo que puede haber efectos persistentes”, alertó.
Según Zunino, la recuperación del empleo fue casi completa en muchos países de la región, más allá de heterogeneidades sectoriales y para grupos específicos de la sociedad. No obstante, acotó, “hay aspectos asociados a la dinámica del mercado laboral que sí son persistentes. Por ejemplo, en Uruguay, la pobreza aumentó en 100.000 en 2020, y la recuperación fue completa a nivel de empleo, pero no pasó lo mismo en pobreza”, pues en 2021 seguía habiendo 60.000 personas más en esa condición que en 2019. Y como explicación, señaló que esa recuperación “completa en el empleo quedó muy incompleta en términos de salarios reales. La crisis fue como un marco para un ajuste en la distribución factorial del ingreso” en la cual el empleo rápidamente se recuperó en 2021 y 2022, mientras que el poder adquisitivo de los sueldos medios cayó en ambos años y, en Uruguay, también lo está haciendo en 2022. Según el investigador del Cinve, se debe tener en cuenta que la “persistencia de la pobreza más allá de la recuperación de la crisis” puede generar “impactos de largo plazo”, por ejemplo, en materia de formación de capital humano futuro y en la infantilización de la pobreza, que entre los niños uruguayos “ya es muy grande”.
Luces y sombras
Maurizio, la autora del informe de la OIT, compartió: “Efectivamente es así. Cuando se mira esa V, lo que quizás hay son dos trimestres de caída (en el nivel de actividad) en el primero y sobre todo el segundo del 2020; ahí se perdieron 47 millones de puestos. Y en la otra parte (del período) hay como una V con la cola más larga en donde al primer trimestre de este año se habían recuperado 49,5 millones, aproximadamente”, analizó. Pero marcó como un aspecto preocupante que, de ese millón y medio de empleos absolutos ganados frente al 2019 en el conjunto de América Latina y el Caribe, 2 millones corresponden a puestos ocupados por hombres, mientras que entre las mujeres hay todavía 500.000 menos.
Por eso habló de un panorama de “luces y sombras” tras la crisis del Covid. “Volver al 2019 lejos está de ser una panacea, porque la región ya mostraba un déficit significativo en empleo” y problemas de desigualdad, dijo la argentina. “Aun con esa V, más o menos larga”, insistió, hay otros indicadores preocupantes, por ejemplo, en relación con la duración de los episodios de desempleo, que se hizo más larga incluso en países que registraron una disminución de los niveles de desocupación.
Y aludió a un “efecto cicatriz” al referirse a la dimensión de los ingresos y “el trabajador pobre” como preocupación, “incluso para Uruguay, que claramente no está entre los más afectados”, el fenómeno se da por la caída del ingreso y a pesar de la recuperación del empleo. La “persistencia” de esta problemática, “por la transmisión generacional”, supone un riesgo “importante”, advirtió. En ese sentido, sugirió a las autoridades profundizar políticas de apoyo social y formación profesional —“a pesar de que claramente lo que se esperaba en transición o aceleración digital no se observó”— y reivindicó el “salario mínimo y la negociación colectiva” como “los instrumentos” para incrementar los sueldos.
Soluciones “ad hoc”
Zunino retomó la palabra y planteó preocupaciones adicionales. “(Más allá de) la V más o menos extendida que se dio, ahora estamos de nuevo con problemas de crecimiento, que los teníamos en el quinquenio previo a la pandemia. La recuperación del crecimiento es un desafío fundamental para lograr que se recuperen los salarios reales, que son parte del problema de persistencia de esta crisis”, sostuvo.
Opinó que con acciones en lo laboral “hay poco que hacer” para la protección social y, dijo, hay “desafíos para otro tipo de política”. Afirmó que, incluso en Uruguay, “está la idea de que la protección social está bastante extendida (…). Ahora estamos en proceso de una reforma de la seguridad social, que increíblemente (está) totalmente concentrada en los riesgos de invalidez y sobrevivencia y vejez, es decir, en la etapa previsional. Si hay algo que nos enseñó la pandemia es que la cobertura de riesgos en la etapa activa tiene muchos problemas. Uruguay recibió la crisis capaz que como de los mejores de la clase”, con “algo más de 20% de informalidad”, un sector de la población que, si no pudo generar ingresos laborales durante la emergencia sanitaria, tampoco tuvo amparo de la “red de protección social. A ese 20%-25% informal le sumamos todos los trabajadores independientes”, que también carecieron de una “adecuada” cobertura.
“La pandemia no aceleró lo que iba a pasar en 20 años, pero eso no quiere decir que no vaya a pasar” una transformación de los empleos a raíz de la digitalización y tecnificación del trabajo, por lo que “puede haber una transición con pérdida de empleos”, avisó Zunino, que ha investigado esa temática desde el Cinve. “Esa debilidad de la red de cobertura de riesgos en la etapa activa la tenemos que fortalecer de cara al futuro. La pandemia generó algunas soluciones ad hoc” y, por ejemplo, se empezaron a dar algunas transferencias al constatarse que la red de protección social para la etapa activa “no estaba funcionando. Pero esas soluciones ad hoc no se institucionalizaron, al menos en Uruguay. El sistema de protección social, aun en el mejor de la clase en América Latina”, ofrece una cobertura baja ante los riesgos “y hay que pensar en fortalecerlo”.