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¡Tiene pintadas las uñas! ¡Pero dos, nada más!, especulaban una muchacha y su amiga mientras grababan canción tras canción el concierto que Maroon 5 daba, el martes 10, en el Estadio Centenario. Se podía sospechar que la banda de Adam Levine (porque es él y cuatro más) gozaba de un público apasionado, pero nos quedábamos cortos. La tribuna Olímpica casi llena no paró de gritar, filmar con el celular y bailar durante las casi dos horas que duró el show. Fueron 20 canciones, una tras otra, casi sin tregua; por momentos cualquiera se podría haber preguntado, ¿pero esta no la cantaron ya? De tanta sucesión de estribillos exitosos.
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Un espectáculo sobrio en cuanto a los efectos visuales (dos pantallas gigantes de altísima resolución en los laterales y una en el fondo del escenario) y lumínicos, que sonó perfecto y con una gran demostración histriónica de Levine, que arrancó gritos y aplausos de sus jóvenes fanáticos, a quienes saludó y prometió volver.
“Esta no fue la última vez”, dijo antes de irse. Saludó y se perdió en la oscuridad del escenario. A la salida, una fan le contó a su amiga que se pasó un buen rato del show tratando de adivinar qué decía el canguro que Levine tenía puesto. Hasta que lo logró, y le preguntó: “¿Qué es The Pirate Bay?”