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    Aznárez: del olvido de la remolacha azucarera hacia un futuro de colonias lecheras

    Redactor Agro de Búsqueda

    El pueblo Gregorio Aznárez, ubicado en el kilómetro 89 de la Ruta 9 en el departamento de Maldonado, parece perdido en el tiempo. En su paisaje se ven las viejas torres de la ex fábrica de Remolachas Azucareras (Rausa), cerrada en 1986, y algunas casas de unas pocas familias de aquella época que permanecen en el lugar, a las que se sumaron otras en los años recientes, que en su mayoría se dedican a labores agropecuarias y trabajos de construcción.

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    Hace años que el tren dejó de pasar y en lo que quedó de la estación de AFE vive una familia. En su momento ese pueblo llegó a tener hasta 10.000 habitantes y ahora no alcanza a 800.

    En ese sitio el Instituto Nacional de Colonización (INC) adquirió 3.940 hectáreas por U$S 4 millones, que tras un litigio judicial con los anteriores propietarios logró acceder al campo en 2012. Actualmente realizó un llamado a aspirantes para conformar una colonia con 18 tambos y producciones granjeras.

    Alejandro Beittone es un productor radicado en la zona hace 15 años que empezó con una vaca lechera para alimentar a sus siete hijos, contó a Campo. Ahora tiene 20 vacas en un pequeño predio, de 10 hectáreas, que forma parte del campo adquirido por Colonización.

    Pero eso “no da para vivir”, dijo, y entonces trabaja algunas horas en una herrería del pueblo para sostener a su familia.

    Ese productor ya se inscribió en la oficina regional del INC con un proyecto de producción lechera para acceder a parte de esa tierra e integrar la nueva colonia.

    “El tambo te tiene que gustar, porque no tenés ningún día libre, ni en las fiestas de fin de año, y siempre tenés que estar para ordeñar las vacas, atender algún animal enfermo”, entre otras tareas, relató.

    Otros productores interesados en conseguir un pedazo de tierra para afincarse y producir vendrán de otras zonas vinculadas a la lechería, ya que Colonización exige por lo menos tres años de experiencia en tambos para integrar ese proyecto.

    Según el plan de Colonización, de las casi 4.000 hectáreas de campo se utilizarán unas 1.570 en la producción de leche, 557 para pastoreo y 650 para la plantación de árboles en planes silvopastoriles, entre otros usos.

    El emprendimiento comprende además obras de infraestructura como la construcción de pozos semisurgentes, la instalación de servicios eléctricos y el arreglo de caminos.

    El plazo de inscripción de aspirantes a integrar esa colonia, que vencía ayer miércoles 22, será extendido para permitir que alcance a más productores, dijo a Campo el gerente de la regional del INC en la zona, Ariel Hernández.

    Aclaró que existen algunas condiciones preferenciales, para los postulantes pero eso no significa que sean excluyentes, como el tener menos de 40 años y contar con una familia en desarrollo. Eso dijo en respuesta a la preocupación manifestada el martes 14 en el seminario “Tierra y producción a 200 años del reglamento artiguista de tierras”, por representantes de organizaciones de tamberos y trabajadores rurales respecto a las limitaciones para acceder a tierras de Colonización.

    “Hay mucha gente joven que está fuera del perfil de colono, no cuenta con capital y no tiene una familia conformada; sería bueno que Colonización la tenga en cuenta”, señaló a Campo Sergio Casanova, productor y vecino del lugar. Se mostró esperanzado en que ese proyecto sirva para reimpulsar la economía del pueblo, en el que cada vez hay menos pobladores.

    Por su parte, el presidente de la Asociación Nacional de Productores de Leche, Eduardo Viera, realizó un repaso del sector y su aporte en el agro local, principalmente por su rol cooperativo que permite la participación de los tamberos de diferentes puntos del país. “Un 70% de los productores son familiares y el 50% del área lechera es arrendada”, destacó.

    En el seminario, representantes de la Facultad de Ciencias Sociales, del Ministerio de Educación y del INC reivindicaron los fundamentos del Reglamento Agrario Artiguista, a casi 200 años de su firma, el 10 de setiembre de 1815. “Los más infelices serán los más privilegiados; en consecuencia, los negros libres, los zambos de esta clase, los indios y los criollos pobres, todos podrán ser agraciados con suertes de estancia, si con su trabajo y hombría de bien propenden a su felicidad, y a la de la provincia”, fue uno de los artículos valorados por los disertantes.

    Artiguista

    Durante el acto de clausura de ese evento y de un “campamento artiguista” de alumnos de la Universidad del Trabajo, que reunió a más de 200 estudiantes de varios departamentos, el presidente José Mujica recordó que esos campos pertenecieron a “una de las familias más poderosas” de Uruguay, los Aznárez, cuando ese lugar se dedicaba a la producción azucarera.

    El pueblo “vio pasar una o dos generaciones, agricultores que desaparecieron, que vivían de la remolacha”, dijo.

    Al igual que en otros puntos del territorio uruguayo las tierras de Aznárez se multiplicaron en su valor, por la creciente demanda de campos para la producción del agro, además de estar ubicadas en un departamento de perfil turístico.

    Mujica comentó que en el gobierno anterior siendo ministro de Ganadería un día se enteró que le estaban pidiendo autorización a Colonización para vender (un campo) a un “precio ridículo” de lo que valía la tierra en esa época. “Y logramos convencer al presidente y al ministro de Economía de darle la orden al INC que estableciera la prioridad para hacerse de ese campo”, recordó.

    Para el mandatario esa decisión dio inicio a “una lucha, porque empezaron todas las trampas posibles para que eso no sucediera (la compra por parte de ese ente estatal), y aparecieron los estudios jurídicos y pusieron obstáculos”.

    “Tuvimos que bancar años de pleito, y se nos fue casi una década luchando por un campo al que teníamos derecho jurídicamente de nuestra parte”, se lamentó.

    Dirigiéndose a los estudiantes presentes, que participaron de un campamento en ese lugar, el mandatario advirtió que el “avanzar siempre está lleno de obstáculos y mucho más cuando hay fenómenos ligados a la propiedad de la tierra”.

    Luego manifestó que “la gesta artiguista es francamente única en su tiempo”, porque “ninguno de los grandes libertadores de América Latina se había preocupado por el problema de la tierra y la ubicación de los más humildes, incluso de los indios”.

    “Artigas fue el primer gobernante que llamó a gobernar a un indio, a Andresito”, recordó.

    En tarde soleada del martes 14, en la plaza de Aznárez los estudiantes y pobladores del lugar escucharon atentos el discurso de Mujica, que rememoró al prócer con ahínco y por momentos criticó a otros sectores políticos y de la sociedad.

    Sostuvo que en la década de los veinte hacia adelante, y en los fenómenos de la independencia “ni se atreven a nombrar a Artigas, era como una palabra de contraseña negativa y sagrada”.

    La ley de creación del Instituto de Colonización, de 1948, “es una ley supuestamente de tierras, pero que en realidad era un verdadero proyecto de país”, opinó.

    Y valoró el rol que jugó en esa época el entonces presidente de la Cámara de Representantes, Antonio Rubio, oriundo del departamento de Soriano y ligado al Partido Colorado, pero “fundamentalmente al Batllismo” de la época, dijo.

    Según Mujica, por esos días Rubio planteó que “las tierras que vaya recibiendo y adquiriendo Colonización que nunca más se privaticen y se vendan”.

    “La transformación agraria en Uruguay se llama Instituto Nacional de Colonización”, enfatizó.

    Indicó que esa “fue una obra de lo mejor del Partido Colorado de aquella época”.

    Peores americanos

    Para el mandatario, el fracaso de la ley del INC “significó un fracaso formidable del país, porque si esa ley se hubiese llevado a fondo probablemente seríamos hoy un país con una sólida clase media rural, del tipo de lo que pasó en Colonia y otros lugares, y más parecidos a Nueva Zelanda que lo que es Uruguay hoy”.

    “No voy a cometer la barbaridad de decir que seríamos un país socialista o algo por el estilo, seríamos un país de medianos productores comprometidos con la tierra y la cultura, y viviendo en la tierra con sentido de pertenencia”, opinó.

    Más adelante, Mujica reflexionó sobre el despoblamiento en el campo y la pérdida de la cultura rural en Uruguay. “Fuimos desterrando, sin saberlo, la conciencia de cuáles eran los fenómenos productivos determinantes, (y) con la gente se fue la conciencia de lo que somos, un país que históricamente se formó transformando el pasto en productos”, dijo.

    Se lamentó de la “sociedad tremendamente urbana y sin conciencia de que es un país agropecuario”. “Y nos parece que todo lo agropecuario son unos señores groseros que atan los perros con chorizos, y lo peor es que ninguno de esos señores groseros vive en la campaña”, sostuvo.

    Culpó a los productores locales del “desertar del campo” de los trabajadores. “Porque a los peones, de tanto tratarlos mal los corrimos, y eso no es obra de malos extranjeros, sino de peores americanos”, fustigó.

    Dijo: “Para defender nuestra existencia como empresarios había que gastar poco en peones y no aumentar la productividad, porque preferimos adaptarnos con bajo costo a los desafíos e incertidumbres del mercado internacional”.

    Para Mujica, “los hombres de campo no son mejores ni peores; hay mejores y peores como en cualquier orden de la vida, son distintos y los tenemos que empezar a cuidar como una rara avis en este mundo violentamente urbanizado”.

    Una vez más en su discurso comparó la situación de Nueva Zelanda con la de Uruguay al indicar que ese país de Oceanía “por cada hora de trabajo produce el doble” que en el campo uruguayo, “porque desarrolla investigación y apuesta en inteligencia en su gente”.

    Planteó que el INC tenga objetivos “posibles”. “No vamos a hacer obra del INC para plantar soja a esta altura del partido, no porque la soja sea mala, sino que hay que trabajar a una escala que no tiene sentido”, opinó.

    En cuanto al proyecto en Aznárez, el presidente justificó la apuesta a hacer una colonia lechera: “Por que la producción familiar a nivel de tambo es sostenible, (y) no queremos luchar para hacer del campo una fábrica de pobres”.

    “Uruguay perdió soberanía por extranjerización” en el agro, según Piñeiro

    Considerando que “el vínculo entre posesión de la tierra y democracia política es un punto clave” y que “esta es afectada cuando se concentra en pocas manos”, “Uruguay perdió soberanía en los últimos años por la concentración y extranjerización de la tierra”, dijo a Campo el profesor e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales, Diego Piñeiro. Señaló que existen ejemplos de “empresas que presionan al gobierno para modificar leyes”, como la ley que prohíbe la compra de tierras por parte de empresas de Estados extranjeros, o “el problema que se le generó a Uruguay con Argentina cuando autorizó el aumento de la producción de pasta de celulosa” en la planta de UPM (ex Botnia), en Fray Bentos, Río Negro.

    Son “pequeños ejemplos que muestran cómo un proceso de concentración y extranjerización termina afectando la democracia política del país”, indicó.

    Para ese catedrático es una “ironía del destino” que este fenómeno suceda durante gobiernos de izquierda, como el del Frente Amplio, “pero ocurre en todas partes del mundo”.

    “No se hubiese podido evitar bajo ningún gobierno, porque agarró a muchos países en una situación de desprotección”, opinó.

    Piñeiro dijo que para combatir la concentración de la propiedad de la tierra “hubiese sido más efectivo” establecer un límite en la cantidad de hectáreas y en lugar de recurrir a la vía impositiva, mediante el Impuesto a la Concentración de Inmuebles Rurales o el Impuesto al Patrimonio, como lo hizo el gobierno en 2013.

    Reconoció la dificultad de aplicar una limitación “cuando existe la posibilidad de utilizar la figura del testaferro “para eludir ese tipo de normas.

    Al analizar las eventuales medidas que se aplican a escala mundial ante el fenómeno de la compra de grandes extensiones de campos por parte de compañías o Estados extranjeros, Piñeiro destacó que hay países europeos o de Oceanía que adoptan leyes en este sentido teniendo en cuenta que “la tierra es un bien productivo muy importante”. “Es muy riesgoso dejar que el control de la producción de alimentos de un país esté en manos de un grupo de empresas cuyo propietario no se sabe quién es”, advirtió.

    Consideró que uno de los principales problemas es que “la propiedad de la tierra otorga poder político”. “Y con eso hay que tener cuidado, porque supone un problema de soberanía”, dijo.

    A modo de ejemplo, el investigador mencionó el caso de Argentina, que estableció un límite de 150 kilómetros de la frontera para que la tierra pueda ser comprada por extranjeros.