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La mayoría de las economías del mundo siguen lejos de la “frontera” de competitividad, la situación ideal en todos los factores que inciden sobre eso y que un índice elaborado por el Foro Económico Mundial (FEM) puntúa con un 100. En su edición de este año, difundida el martes 8, Uruguay alcanzó un puntaje de 63,5, una mejora de 0,8 respecto a la anterior.
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El FEM, una organización privada con sede en Ginebra que promueve el desarrollo, lo llama Índice de Competitividad Global 4.0 (ICG 4.0), aludiendo a la cuarta revolución industrial.
Señala que su análisis demuestra que 10 años después de la última crisis global, mientras los bancos centrales han inyectado casi US$ 10.000 millones (o 10 billones en su interpretación estadounidense) en la economía mundial, las inversiones para mejorar la productividad, como nuevas infraestructuras, investigación, y desarrollo de habilidades en la fuerza laboral actual y futura, “han sido subóptimas. A medida que las políticas monetarias comienzan a agotarse, es crucial” que los países “confíen en la política fiscal, las reformas estructurales y los incentivos públicos para asignar más recursos a la gama completa de factores de productividad para aprovechar plenamente” las oportunidades que crea la cuarta revolución.
El ICG 4.0 revela el tamaño del déficit de competitividad global: el puntaje promedio de las 141 economías estudiadas fue 60,7, lo que significa que la “distancia a la frontera” es de casi 40 puntos. Singapur, el primero del ranking, está a 15 puntos del ideal.
Con su puntaje de 63,5 —a 36,5 de la frontera de la competitividad—, Uruguay ocupó la posición 54; bajó un lugar frente a 2018.
El ICG evalúa factores que, colectivamente, determinan el nivel de productividad de un país. Se construye a partir de 12 pilares o áreas evaluadas con un total de 103 indicadores o variables a las que se les asigna un puntaje de 0 a 100; la proporción de aquellos que son datos “duros” aumentó a 70% tras la revisión metodológica de 2018, mientras que el resto es información que surge de encuestas a empresarios de cada país (80 en el caso de Uruguay). La contraparte local para el estudio es la Universidad ORT.
Uruguay mostró este año su mejor puntuación en el pilar de “estabilidad macroeconómica” (85,6), que tiene en cuenta la inflación y la dinámica de la deuda pública. El peor fue el de “capacidad de innovación” (38,6) y después “tamaño del mercado” (44,7).
Por indicadores, el mejor calificado fueron los derechos de los trabajadores (99 puntos), y los peores la capitalización del mercado de valores y la prominencia de las instituciones de investigación (ambos con 0,4).
“En la economía del siglo XXI, la innovación y el dinamismo empresarial son clave. Y para que ello ocurra, además de suficiente cantidad de emprendedores y empresas o corporaciones innovadoras, es necesario que algunos otros pilares funcionen bien. En particular es necesario que los mercados de bienes y servicios, laboral y financiero, sean eficientes y dinámicos. Y también necesitamos una transformación del sistema educativo para adaptarse al presente”, dijo a Búsqueda Bruno Gili, coordinador por la ORT de la investigación en Uruguay.