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En febrero Brasil reportó su primer caso de Covid-19 y, con este, se concretó la llegada del virus a América Latina. Diez meses después su economía es, también, una de las primeras en mostrar signos positivos en la región y el mundo, aunque algunos analistas advierten que la recuperación “está siendo y será lenta”.
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El impacto del Covid-19 sobre la economía brasileña se dio a través de un efecto “looping”, describió en diálogo con Búsqueda Volney Gouveia, profesor de la Universidad de São Caetano do Sul, en San Pablo. La caída de la inversión privada, producto de la incertidumbre causada y la merma en la demanda, desató un “círculo vicioso” que llevó a que el Producto Bruto Interno (PBI o PIB) cayera cerca de 10% durante el segundo trimestre respecto al mismo lapso de 2019, según el Instituto Brasileiro de Geografía y Estadística (IBGE). En julio-setiembre la economía volvió a caer, pero mucho menos (3%), y los últimos comunicados del Banco Central de Brasil (BCB) dan indicios de una reactivación económica. Ese organismo descartó recurrir a nuevas bajas de la tasa de interés en lo inmediato, lo que sugiere que Brasil está transitando hacia una política monetaria con sesgo menos expansivo.
El gobierno brasileño proyecta que la economía del país caiga 4% en promedio durante 2020, para recuperarse 3,5% el año entrante.
Sin embargo, en octubre el porcentaje de personas económicamente activas que estaba sin trabajo se ubicó en 14,6%, un máximo desde el comienzo de la pandemia. El viceministro de Comercio Exterior y Asuntos Internacionales del Ministerio de Economía de Brasil, Roberto Fendt, dijo el viernes 18 en un evento organizado por la Unión de Exportadores del Uruguay que para 2021 esperan una caída del desempleo, producto de la vuelta a la normalidad.
Década perdida
Gouveia considera que la recuperación está “siendo y será lenta”. Aunque aseguró que “es difícil hacer cualquier previsión” a futuro, aventuró una respuesta. “En un escenario de vacunación en masa y de reducción de los riesgos de contagio, la recuperación será más fuerte porque la base es muy mala”, afirmó el académico. Pero de confirmarse la caída de 5% del PIB en 2020 (que surge de las encuestas que hace el BCB) esto haría que la economía brasileña vuelva a su nivel de 2011. O sea, habrá sido una “década perdida” en términos de crecimiento, dijo.
A futuro, Gouveia ve tres sectores con posibilidades de desarrollarse: el saneamiento, las energías renovables y la construcción.
En relación al primero, explicó que, “con la aprobación de la ley de saneamiento, hay potencial para la entrada de nuevas empresas, ya que la mitad de la población de Brasil carece de acceso a agua y a alcantarillado tratado “adecuadamente”. Sin embargo, ve como un problema el hecho de que “la expectativa” sea que “el sector privado asuma este sector”, puesto que solo lo haría en caso de que resulte rentable, “profundizando las injusticias”.
Respecto al sector de la energía renovable, comentó que “las crisis ambientales frecuentes en las que el Ejecutivo se ha involucrado son un factor de incertidumbre jurídica y política que acaba por poner en riesgo el éxito del programa”.
En relación a la construcción, Gouveia cree que las obras civiles tienen “un fuerte poder inductor de actividades económicas”. Sin embargo, señaló que “los recortes” a programas de vivienda “tienden a disminuir la capacidad de recuperación económica”.
De hecho, ramas de actividad como la industria o el comercio esbozaron un repunte en mayo, pero desde entonces su recuperación se desaceleró mes a mes. En octubre el aumento fue de apenas 1%, según datos del IBGE.
Política económica
Como la gran mayoría de los países, ante la pandemia el gobierno de Jair Bolsonaro optó por dar diferentes estímulos a la economía por la vía de una mayor liquidez. En total, lleva desembolsado este año el equivalente a 10% del PIB brasileño, comentó Gouveia. Por el lado de la política monetaria y las tasas de interés, su reducción, “aunque necesaria y tardía, no ha surtido efecto porque el crédito liberado por las principales instituciones financieras del país es muy caro, de en torno al 300% anual”, opinó.
Fendt afirmó que el gobierno ha actuado de manera “decisiva” para “proteger el empleo y garantizar el nivel de ingresos de los más desfavorecidos”. Y que se buscó un “equilibrio” entre la salud pública y la economía.
Según Gouveia, “la adopción por parte del gobierno de un auxilio de emergencia impidió que el cuadro de pobreza se profundizara”. Sin embargo, agregó, “las desigualdades sí tienden a agravarse puesto que, pese a esta asistencia —que en realidad solo evitó el crecimiento de la indigencia en el corto plazo por la pandemia— el desempleo viene aumentando. Ocurre que, bien antes de la pandemia, el país ya venía perdiendo puestos de trabajo y precarizando las relaciones laborales”.
Por otra parte, la asistencia dada por el gobierno lleva a que las previsiones sobre el nivel de deuda bruta en relación con el PBI —“lo que realmente importa en un análisis económico serio”, según Gouveia— pasen de 90% en 2019 a 101% en 2020. Para él, “la gravedad del cuadro no está en el número en sí”, sino en la forma en que las autoridades conciben la conducción de la economía. “El gobierno no cambió la orientación de la política económica y los mecanismos de crédito continúan trabados”, opinó. Y “continúa aferrado a una agenda de reformas que trata más aspectos regulatorios que económicos directamente”, ya que no existe una política de empleo ni coordinación interna en la implementación de proyectos”, señaló.
En líneas generales, Gouveia considera que la administración de Bolsonaro fue “muy tímida en las acciones y ha estado preso de sus trampas ideológicas. Su obsesión por la austeridad fiscal ha dejado al país en el ‘córner’”.
Inserción externa
La demanda de los cerca de 120 millones de trabajadores y los 20 millones de empresas en actividad son, para Gouveia, las fuerzas que determinan la dinámica de crecimiento económico de Brasil; el sector externo pesa apenas 10% en el PBI.
Sin embargo, la victoria del demócrata Joe Biden en Estados Unidos y la reciente valorización de las materias primas podrían tener efectos positivos sobre el sector exportador brasileño. A su vez, el académico estimó que un eventual ingreso de Brasil a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que impulsa Bolsonaro podría verse obstaculizado en caso de incumplimiento de los acuerdos para la protección del medioambiente.
En relación al posicionamiento desde la región, el viceministro Fendt aseguró que desde el gobierno buscarán “ampliar la interacción de Brasil en la economía global” a través de la “modernización de la estructura arancelaria del Mercosur, la ampliación de la red de libre comercio” y una serie de “reformas económicas para asegurar la competitividad”.
Sin embargo, Gouveia no ve en el horizonte “una posición política neutra del país en relación a los socios comerciales (…) por lo menos hasta el 2022”.