A comienzos de los años 2000, un grupo de economías emergentes lograban tasas de crecimiento relativamente altas que hacían contrapeso cuando las potencias, empezando por Estados Unidos, habían entrado en crisis. Ese grupo tomó nombre de sigla, primero Bric —aludiendo a Brasil, Rusia, India y China— y luego agregando una letra más, por Sudáfrica. Y de ser referida por los economistas como una simplificación analítica, se transformó en 2009 en un foro de autoridades con el propósito de coordinar fuerzas y algunas políticas.
Pero, tras aquel crecimiento vigoroso que le dio lustre al Brics, hoy sus economías registran tasas de expansión más modestas —en algunos casos, después de haber pasado por períodos recesivos— que derivaron en problemas en sus mercados laborales y en el frente fiscal, aunque no en todos. Diversos informes del Fondo Monetario Internacional (FMI) exponen este panorama.
Diez años después de su primera cumbre de presidentes del Brics, efectuada en Ecaterimburgo, Rusia, la última tuvo como anfitrión al brasileño Jair Bolsonaro, en noviembre pasado, en Brasilia. El cónclave mostró que el otrora pujante quinteto de economías emergentes carece de un agenda ambiciosa. Su declaración final fue un llamado a reformar el sistema multilateral y los organismos como Naciones Unidas, la OMC (comercio) y el propio Fondo Monetario, y poco más.
Brasil
El gigante sudamericano —el principal destino para las exportaciones uruguayas, después de China— combinó en los años recientes crisis políticas y desajustes macroeconómicos, de los que recién empieza a zafar.
Después de una recesión de dos años, el Producto Bruto Interno (PBI) de Brasil creció modestamente en 2017, 2018 y también en 2019, en ese último caso 1,2%. En el 2020 habría cierto repunte: 2,2%.
El país ha tenido “cierta recuperación, alguna mejora. Pero persiste la incertidumbre política”, evaluó la economista, jefa del organismo, Gita Gopinath. La aprobación de la reforma del sistema jubilatorio “es algo muy bueno. Pero dado que los niveles de deuda siguen siendo bastante altos, queda mucho por hacer”.
El déficit fiscal y, encadenado con eso, el nivel de deuda, se mantienen elevados. Al cierre de 2019 el desequilibrio en las finanzas públicas brasileñas rondaba el equivalente a 7,5% del PBI, y se proyectaba una disminución lenta en los siguientes, para recién quedar por debajo de 6% hacia el 2024. A su vez, el endeudamiento bruto oscilará en torno a 95% en los próximos años, según las proyecciones del FMI.
Rusia
Después de dos años de recesión, la economía rusa inició en 2018 una reactivación favorecida por el alza del precio del petróleo. En ese año creció 2,3%, pero en 2019 habría vuelto a desacelerarse (1,1%), en parte debido a un aumento del IVA que afectó al consumo. En 2020 el PBI ruso aumentaría 1,9%.
En ausencia de reformas estructurales, el Fondo proyecta que la tasa de expansión del PBI a largo plazo se asiente en torno a 1,8%, un ritmo “modesto”. Una infraestructura insuficiente, el envejecimiento de la población, una lenta integración de Rusia a la economía mundial, además de debilidades institucionales e incertidumbre geopolítica, que han afectado la inversión privada, son algunos frenos al crecimiento.
A pesar de todo eso, los números fiscales de la Federación Rusa tienen signo positivo. El superávit del gobierno general pasó de un déficit a un superávit de 2,9% en 2018, en parte por el aumento de los precios del petróleo y gastos contenidos por la regla fiscal. El FMI proyecta que el excedente fiscal disminuya a alrededor de 1,5% en 2019 y 2020, al desvalorizarse el crudo.
India
“Las perspectivas macroeconómicas de corto plazo son ampliamente favorables” para India, señalaba el Directorio del FMI al votar la revisión anual del país en julio pasado. Pero en los meses más recientes el organismo corrigió las estimaciones con un sesgo mucho más pesimista: el PBI indio habría crecido 4,7% en 2019 y lo haría a una tasa de 5,8% en 2020, ayudado por estímulos monetarios y fiscales.
El crecimiento económico de los últimos años permitió sacar de la pobreza a millones de indios, aunque más del 20% sigue en esa condición. Pero los números fiscales son complicados: el déficit habría cerrado en 7,5% en PBI en 2019, y se reduciría levemente en los años siguientes (hasta ubicarse en 6,8% en 2024).
China
Las tasas de expansión de dos dígitos, favorecidas por una cierta liberalización comercial, quedaron en el pasado, y en los años recientes la economía china se moderó. El Fondo estimó una tasa cercana a 6% para 2019 y cifras similares tanto para este año como para el próximo.
El conflicto comercial con Estados Unidos ha tenido impacto, aunque se acaba de firmar un primer acuerdo con carácter de tregua. Pero simultáneamente explotó el coronavirus, que provocó decenas de muertos y obligó a poner bajo cuarentena a varias ciudades chinas. Algunos análisis ya empiezan a incorporar esa enfermedad, y su potencial propagación, a las proyecciones de desempeño económico de China.
Otro factor de fragilidad para el gigante asiático es el alto endeudamiento de los hogares chinos (equivalente a 50% del Producto), que si bien podría impulsar el consumo y la inversión inmobiliaria a corto plazo, hacia delante conlleva riesgos para la estabilidad financiera.
Por otro lado, el déficit anual en las finanzas públicas chinas se ubica algo por encima del 6% del PBI y, según las proyecciones del FMI, así se mantendrá en los próximos cinco años.
Sudáfrica
La economía sudafricana creció modestamente en los años recientes, incluido el 2019 (0,4%). Y en 2020 se expandiría 0,8%, otra vez menos que el tamaño de su población, con lo que se reduce el Producto por habitante.
Si bien Sudáfrica tiene una economía diversificada, las brechas de infraestructura física y en materia educativa provocan un rezago en su productividad. A esos obstáculos al crecimiento se agrega un entorno poco propicio para la inversión privada, una competencia insuficiente en los mercados de productos y la incertidumbre política, según análisis del Fondo.
Sudáfrica es una de las sociedades más desiguales del mundo, en parte como un legado del apartheid aunque también debido a la falta de empleos. En ese sentido, el organismo financiero internacional recomienda atacar las rigideces laborales.
Los ingresos fiscales débiles y el aumento de los gastos corrientes aumentaron el nivel del déficit —de 6,2% del PBI en 2019— y las necesidades de endeudamiento, lo que para el Fondo ha “socavado la sostenibilidad de las finanzas públicas”. Sin embargo, las condiciones financieras globales “relativamente fáciles están proporcionando un respiro para financiar las operaciones del gobierno”, señaló la misión del organismo tras visitar Sudáfrica hace pocas semanas.