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El único registro oficial de un recital de Cabrera solo con guitarra y voz es un audio grabado en la carpa municipal a principios de este siglo, que circuló por Internet con el nombre “Toques”. Ahora, el tiempo y la tecnología hicieron justicia con el cantautor de Paso Molino, en su faceta habitual y en la de poeta. Aunque es formalmente novedoso hablar de poemas de Cabrera, la lírica de sus canciones ha contribuido con fuerza para hacer de él uno de los mojones de la historia de la música uruguaya.
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En el DVD de Intro se lo puede ver bien cerquita, como en Guambia desde la primera fila, el mejor sitio para ver y oír a Cabrera, donde se presenta los jueves de febrero. La calidad de imagen es formidable, tanto por su definición como por la sensibilidad del director Ariel Hassan, realizador del notable ciclo televisivo argentino “Encuentro en el estudio”. De hecho, este recital para unos pocos invitados tuvo lugar en el estudio ION, el mítico recinto donde grabaron Piazzolla, Mercedes Sosa, Charly García y otras deidades musicales argentinas.
Allí, Cabrera se luce como intérprete, ese que reinventa cada una de sus canciones de un modo siempre original y sorpresivo, con una nueva nota de su voz o de su guitarra, o un nuevo silencio. Despoja sus temas, los desnuda, los saquea y los cubre apenas con ropajes mínimos, confeccionados en su mayoría con el sector grave del encordado de acero de su guitarra morada.
Están sus clásicos: “Imposibles”, “La casa de al lado”, “Viveza”, “La garra del corazón”, “Por ejemplo” y “El tiempo está después” (cualquiera podría ser la mejor de Cabrera). Pero para bien de sus seguidores más fieles, esos que no se pierden un toque, agrega rarezas en vivo como “Lisa se casó” (“No es asunto de amor sino de matrimonio”) y “Críticas” (“Pocas veces doy un mimo, al deporte no me arrimo, qué cicatriz. Tengo la cabeza atada, tengo la mirada añada, que soy feliz”), ambas de “Viveza”, y una hermosa versión de “Muchacha ojos de papel”, de Spinetta —no es un homenaje póstumo porque la grabación fue hecha un par de años antes de que se conociera la enfermedad que segó la vida del Flaco hace un año—, reducida a su célula madre o cabrerizada.
Una cosa es un verso con destino de canción y otra cosa es una poesía. Por eso Cabrera reunió aquí varias decenas de las canciones que ha escrito a lo largo de sus 56 años de vida y que contienen el polvo mágico que solo conoce el poeta: hablar de algo común y corriente pero de un modo en que nadie lo hizo antes.