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Es y no es una biografía sobre John Lennon, y lo ambiguo del género es el primer atractivo de este libro. Su autor es el francés David Foenkinos, quien creció escuchando la música de los Beatles y se volvió un fanático de Lennon. Según confiesa en el prólogo del libro, una de las imágenes más nítidas de su infancia fue la del asesinato de Lennon a manos del trastornado Mark David Chapman.
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Músico de jazz y licenciado en letras, Foenkinos trascendió fronteras con su novela “La delicadeza”, que fue traducida a varias lenguas y ganó numerosos reconocimientos literarios. Pero con Lennon no quería escribir una novela ni tampoco una biografía tradicional. Luego de investigar durante años la historia del músico, interpretar sus canciones y citar algunas de sus frases en sus novelas, decidió escribir sobre su vida a través de la voz del músico, como si el propio Lennon hiciera sus confesiones en un largo monólogo a un ficticio psicoanalista. “Si bien la mayoría de los hechos de la vida de Lennon están en este libro, todos ellos están sometidos a mi apreciación. Y si bien he tratado de acercarme lo más posible a lo que él podía pensar, sigue siendo una interpretación absolutamente libre”, aclara el autor en el prólogo.
El segundo atractivo del libro es su estilo narrativo, porque en este relato lo importante no es tanto lo que cuenta, que puede ser poco novedoso para los conocedores de los Beatles, sino cómo lo hace. En la piel de Lennon, Foenkinos escribe con frases cortas y directas, y apela al humor, como cuando relata el primer contacto del músico con el LSD: “Nos había invitado a cenar nuestro dentista. Hay que desconfiar de los tipos que te meten la nariz en la boca. Fue él quien nos dio el LSD sin avisarnos. Creo que quería meternos en una especie de orgía. Todo el mundo quería acostarse con los Beatles”.
Foenkinos no solo logra la soltura del discurso oral, sino que hace creíble la voz de Lennon, y su figura es reconocible en sus recuerdos, en su mayoría dolorosos, y también en el carácter complejo y contradictorio de su personalidad. Y otro de los logros del libro es exhibir los momentos más escabrosos de su vida, en los que aparece el Lennon menos querible, el menos conocido. El que rechazó toda la vida a su hijo Julian, que tuvo con Cynthia, su novia de la adolescencia: “Aceptaba al bebé, pero no lo quería. Era joven, el mundo gritaba mi nombre, y yo tenía miedo de morir si me atrapaba la vida normal. Ni pensar en aceptar eso. Había cumplido con mi deber casándome, pero eso era todo”, confiesa.
También aparece el Lennon arrepentido por haber golpeado hasta la muerte a un marinero borracho en Hamburgo para robarle la billetera (“Lo siento todavía, años después. Sus gritos me obsesionan. Su venganza fue la contaminación de mis noches”); y el que recuerda con algún remordimiento cómo alejaron a Pete Best, el baterista original de los Beatles, cuando estaban en la puerta del éxito: “Con él también nos portamos mal. En fin, es lo mismo en todos los grupos de rock. Hay muchos cadáveres entre las melodías. (...) Era como un hijo abortado. Lo echábamos justo antes del parto. Había tocado con nosotros durante tres años, y lo hacíamos a un lado días antes de nuestro primer disco. Nadie se atrevió a decírselo en la cara”.
Cuando Lennon nació el 9 de octubre de 1940, las bombas caían sobre Liverpool y todo se había oscurecido. En medio de esa ciudad en penumbras, su tía Mimí trasladó a su madre, Julia, hacia el hospital. “Solté un grito. Mi primer grito. Nadie tuvo la buena idea de grabarlo. Hoy valdría una fortuna, ese grito”, dice el personaje.
Con un padre marinero que siempre estaba ausente, una madre joven y bonita que quería ser libre y tocar el banjo en los bares de Liverpool, John no fue un niño deseado. Lo crió su tía Mimí, una mujer que lo adoraba, pero que tenía la rigidez de las familias británicas. “No puede imaginarse cuánto me aburrí en mi infancia. No tenía otro escape que inventar mundos. Estaba fascinado por Lewis Carroll”, dice John en su monólogo.
Mientras Mimí le daba consejos como “La guitarra está muy bien, John, pero no te ganarás la vida con ella”, su madre le hacía comprender “que la vida nunca estaba donde los otros querían que estuviera”. La ausencia de Julia fue una constante en su infancia y en su juventud. “Siento profundamente su ausencia. Me siento solo, y todo salió de esa soledad. Es por eso que los Beatles funcionaron. El cimiento del grupo es mi soledad. Mi necesidad de vivir con ellos para sobrevivir”. Cuando por fin pudo reencontrarse con su madre, un policía borracho la atropelló con su auto y la mató. “Julia” es la canción de los Beatles en su homenaje.
Y por supuesto está el primer encuentro con Paul McCartney y sus varios desencuentros (“Un chico con cara de bebé lindo. (...) Si usted hubiera visto su cara, una cara de niñato virgen, no habría anticipado nada grandioso”); los encuentros con Elvis Presley (“Cuando le cortaron el pelo le cortaron las bolas. Nunca debería haberse alistado en el ejército”); la supuesta rivalidad con los Stones, las drogas, las figuras de Brian Epstein y George Martin y el momento que cambió el rumbo de todos, cuando aparece Yoko Ono.
En el medio, está siempre la muerte, la ausencia, el sufrimiento: “Sí, podíamos ser felices. Entonces, necesariamente, teníamos que hundirnos en el dolor. En ese dolor que es el estribillo de mi vida, que es mi verdadero hit. Y aun ahora, que estoy a salvo, no pasa un día sin que sienta la sombra de un drama planeando sobre mi cabeza”.
Con menos de 200 páginas, Lennon es un monólogo agradable y conmovedor, que finaliza con la dudosa esperanza de que “todo comienza una vez más”.
“Lennon”, de David Foenkinos. Alfaguara, 2013, 193 páginas, $ 420.