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    Claudia Goldin, la nueva Nobel que influyó en varias economistas uruguayas

    La estadounidense, que investigó la brecha de género en el mercado laboral, es la tercera mujer en recibir ese premio

    La proporción de mujeres casadas que trabajaban por un salario en Estados Unidos se multiplicó por 10 en el transcurso del siglo XX, al pasar de menos de 5% en 1890 a 60% en 1990, y parte de ese salto ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial. En realidad, la influencia de ese conflicto bélico en el mercado laboral fue pasajera y, hacia 1947, ya finalizado, la participación femenina volvió a reducirse, para luego volver a crecer desde 1950. Por investigaciones como esta, de 1991, con la mujer como centro y en perspectiva histórica, la estadounidense Claudia Goldin ganó el premio Nobel de Economía de este año. “Siempre he sido detective”, ha dicho sobre ella misma, para referirse a su curiosidad y a la necesidad de hurgar archivos como investigadora.

    Goldin nació, casualmente, un año después de terminada la Segunda Guerra Mundial, en Nueva York; hoy tiene 77 años y es docente de la Universidad de Harvard. Es la tercera mujer en adjudicarse la distinción en el área económica que otorga el banco central sueco y que anuncia la Academia Sueca de Ciencias, aunque la también estadounidense Elinor Ostrom (2009) y la francesa Esther Duflo (2019) lo habían compartido con colegas hombres.

    Al hacer el anuncio, el lunes 9, la Academia destacó la contribución de Goldin al avance en la comprensión sobre el desempeño de las mujeres en el ámbito laboral a lo largo del tiempo y las causas de la brecha de género. Su importancia es que las economías pierden eficiencia por la desigual participación femenina.

    Goldin tiene decenas de investigaciones relacionadas con esta temática. Una reciente plantea que ellas ganan menos que los hombres, y eso es especialmente cierto en el caso de las madres en comparación con los padres. Gran parte de la ampliación de esa diferencia se produce después del nacimiento de los hijos, cuando las mujeres reducen sus horarios dedicados al trabajo remunerado. Pero ¿qué pasa cuando los niños crecen? Para responder a eso, la economista –en colaboración con Sari Pekkala Kerr y Claudia Olivetti– calculó que, a medida que los niños crecen y que las mujeres vuelven a dedicarle más tiempo al trabajo, la “penalidad” por maternidad se reduce considerablemente, en particular entre aquellas madres que no llegaron a completar una carrera universitaria.

    Goldin ha reconocido que las diferencias en la paga entre hombres y mujeres se acortaron en las últimas décadas, y que, al menos en su entorno, las tareas de cuidados están algo más repartidas entre ambos. “Queremos encontrar al criminal, por eso señalamos con el dedo a los directivos (de las empresas) que son parciales”, aunque solo eliminando eso no se acabarían las diferencias de género, sostuvo entrevistada en junio en un podcast del Fondo Monetario Internacional (FMI). “La razón es porque, en gran medida, existe la necesidad de brindar cuidados” a niños o adultos mayores, y las mujeres lo hacen más que los hombres. Debido a eso, ellas tienden a aceptar trabajos compatibles con esas tareas: “A eso lo llamamos trabajo más flexible. Ahora bien, si tanto hombres como mujeres aceptaran el trabajo flexible, no tendríamos un problema tan grande. Pero el problema que tenemos es que en el universo de los empleos, hay empleos que yo llamo codiciosos”, que implican estar disponible tarde en la noche o los fines de semana.

    Con la bibliografía de Goldin algunas veces como insumo, la brecha de género en Uruguay ha sido materia de investigación durante años para economistas como Marisa Bucheli, del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República. Junto con Martina Querejeta, en un estudio publicado en 2021 constató una “penalización por maternidad”: los salarios mensuales de ellas caen 19% un año después del nacimiento del primer hijo y ese efecto no logra revertirse: alcanza una caída de 36% luego de 10 años. Eso se explica por una reducción en el empleo formal y, en menor medida, también al disminuir el salario por hora. Las mujeres uruguayas de menores salarios padecen las penalizaciones más severas.

    Mujer descuidada

    La formación académica de Goldin fue virando, hasta llegar a la economía. “Soy detective. Siempre he sido detective”, dijo en el podcast del FMI. “Fui a la Universidad de Cornell, pero recibí muy malos consejos. Y entonces me di cuenta de que no sabía mucho en absoluto, por lo que debería dedicarme a las artes liberales y estudiar más. Y eso es lo que hice, y me topé con un economista asombroso llamado Fred Khan. Y Fred Khan me involucró en el campo de la regulación de la organización industrial. Y luego fui a la Universidad de Chicago para estudiar organización industrial. (…) Creo que parte de esto es que me interesé en muchos aspectos diferentes del mundo que me rodea, y luego me di cuenta de que lo que realmente quería hacer era combinar mi conocimiento y amor por la historia con la economía. Me convertí en historiador económico y estudié la esclavitud en el sur de Estados Unidos. Además, trabajé sobre el costo de la Guerra Civil estadounidense. Y luego me dediqué a trabajar con familias. (…) Estaba trabajando en esto, y de repente me di cuenta de que había una persona en la familia de la que nadie hablaba porque no había mucha información sobre esa persona, y esa era la esposa y la madre. Esa persona estaba completamente descuidada. Entonces decidí escribir su historia y ese fue mi libro, Understanding the gender gap”.

    Para la uruguaya Paula Pereda Suárez, Goldin es su “economista favorita” porque ha tenido un abordaje y reconstrucción históricas “sumamente rigurosas sin caer en lugares comunes” en la temática de las mujeres en el mercado laboral. “Pero también porque para desarrollar su propia literatura recopiló y corrigió data por sí misma, (lo que) habla de una persona curiosa y persistente”, a la vez que “reconoce el problema de diversidad que tiene la economía y ha tenido activismo en esa línea”.

    Esa economista, que ha trabajado para organismos internacionales, contó a Búsqueda un intercambio que mantuvo con Goldin. Cuando Pereda Suárez comenzó a escribir las hipótesis de su tesis de maestría “no paraba de leer sobre distintos mecanismos” y se preguntaba si la economía no se estaba empezando a “dar contra la pared en cuanto a explicaciones y estas eran mucho más difíciles de estudiar, por ejemplos, en cuanto a formación de preferencias, cultura y normas sociales. Le escribí (para preguntarle) sobre qué estaba estudiando, qué papers había leído y (le planteé) mi pregunta. Me respondió que había sido un buen mail, que creía que estaba en lo correcto, y que había que indagar más en cómo las normas sociales se imponían por otras personas, compañeros de trabajo, vecinos, etcétera”.

    La ahora Nobel también le contó que la madre de su esposo –Lawrence F. Katz, también profesor en Harvard y coautor con Goldin de varias investigaciones– era uruguaya.