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    Como lágrimas en la lluvia: a los 54 años, murió el periodista cultural y músico Gonzalo Curbelo Dematteis

    Columnista de Búsqueda

    Hace justo una semana, a los 54 años fallecía Gonzalo Curbelo Dematteis, también conocido como el Tussi, músico inquieto, periodista cultural enciclopédico y formidable escritor. A los 16 años y al frente de su banda Guerrilla Urbana, el Tussi había ganado el concurso revelación de la Intendencia de Montevideo por la canción Razzia, un tortazo directo a una de las más injustas políticas, la de las razzias indiscriminadas, jamás llevada a cabo por un gobierno posdictadura. El Tussi después formaría La Hermana Menor, banda esencial de la escena independiente uruguaya, con la que grabaría cuatro discos a lo largo de los 2000.

    En paralelo a la música, el Tussi escribía. Muchísimo. Una parte de eso que escribió fue publicada en medios formales. De hecho, lo conocí hace 30 años en la redacción de Posdata, en donde llegamos a escribir un dosier sobre letras de rock a cuatro manos y en donde ya despuntaba la acidez perfectamente informada que luego desarrollaría hasta su mejor versión. Luego escribió en otros medios de prensa y, sobre todo, cultivó dos blogs fundamentales para la cultura uruguaya de los últimos 20 años, Fuck You Tiger y Dragon Lieder. Más tarde fue editor de cultura en la diaria y luego fue posible leerlo en redes.

    Dije que conocí al Tussi en Posdata pero no es exacto. Lo había conocido en la escalinata de la Facultad de Arquitectura en un concierto al que me arrimé sin saber qué banda tocaba y resultó ser La Hermana Menor. Me sorprendió que hicieran temas de los Violent Femmes, de los que yo tenía un casete que me había grabado Javier Salvo, un amigo que, justamente, cursaba Arquitectura. Muchos años más tarde, Tussi me contó que el disco original de los Femmes era suyo y que “la barra de Arquitectura” había copiado ese disco a casete varias veces. Una de esas copias era la mía. Así que quizá pueda corregirme y decir que conocí al Tussi en 1990, aunque él no me conoció a mí. Y que fui influenciado por su tarea de difusor de música incluso antes de eso.

    Una vez superado el murito de su timidez (murito porque no pasaba del metro de altura), Tussi resultaba ser un tipo increíblemente cálido y generoso. No solo en su charla, también en su contenido. Pocas veces vi un name dropping tan informado y profundo, un name dropping que en realidad era una curaduría exquisita que cualquier melómano podía apreciar. Y esa era otra cualidad de la escritura y del razonamiento del Tussi: la capacidad de que todo conectara con todo a través de información, citas y desarrollos sólidos que siempre eran, a la vez, ricamente estilizados.

    Recuerdo dos notas suyas más o menos recientes: el obituario de Roberto Gómez Bolaños publicado en la diaria y una nota sobre el más reciente intento de cancelación de Lo que el viento se llevó, publicada en Extramuros. En ambas (la segunda es prácticamente un ensayo) la enorme cantidad de información que cargan es usada para construir y desarrollar una opinión sólida que logra ser justa y respetuosa con el objeto de su atención. El esmero que Tussi ponía en analizar de manera extensa aquello sobre lo que escribía resultaba en una ecuanimidad inusual, una que es heredera directa de lo que, al menos para mí, es el factor que explica su relevancia y su carácter atípico en la cultura uruguaya de hoy: su insobornable honestidad intelectual.

    Siendo un tipo que venía de una matriz ideológica de izquierda, no tenía el menor problema en pararse en donde la verdad, su verdad, lo llevara. Si eso implicaba enfrentar el canon identitario que hoy domina en la izquierda, pues ahí se paraba el Tussi. Y no como un niño caprichoso, sino como el intelectual potente que era. Una honestidad intelectual que obviamente no era del agrado de quienes cambian de ideología como quien cambia de camiseta, según sople el viento. Al mismo tiempo, ese pararse no implicaba que el Tussi viviera petrificado en sus convicciones adolescentes. En sus maravillosos textos (creo que los mejores son los que publicó en la libertad que le daban las redes y los blogs) era fácil ver cómo se iban integrando ideas nuevas con una única constante: esas ideas eran tratadas con la misma seriedad intelectual con las que trataba aquellas que ya eran suyas.

    A lo largo de los años, con el Tussi nos unió una paleta de obsesiones culturales y políticas que eran el centro de la charla de nuestros esporádicos encuentros (nos veíamos un par de veces al año como mucho). Eso y el intercambio de figuritas metaleras en donde aparecían nombres como Enslaved y Agalloch, por citar dos que me vienen a la mente. Recuerdo haberle dicho, allá por 2009, en una de mis visitas a Montevideo, que me encantaba cómo escribía pero que podría llegarle a más gente si no se hacía “tanto el punkie”. Me contestó algo así como: “No me hago el punkie, escribo como escribo. El que se interese que me lea, y el que no, no”. Me costó un tiempo entenderlo pero, cuando cerró su blog Fuck You Tiger porque la popularidad estaba distorsionando sus intercambios, lo entendí.

    A Tussi le importaba conversar en sus términos sobre sus asuntos. Y tenía claro que eso implicaba una audiencia acotada. Y comprobó que cuando esa audiencia se ampliaba demasiado se veía obligado a hablar de cosas que no le interesaban. Ser esa suerte de elitista a conciencia es para mí una de las cosas más positivamente punkies que se pueden ser en esta era de autismo consumista y exitista. Un elitismo que tenía la virtud de ser, paradójicamente, completamente abierto. Algo maravilloso de su velorio fue ver qué cantidad de gente de muy distintas generaciones lo quería de verdad, se sentía en grata deuda con sus textos y música y estaba profundamente conmovida por su muerte.

    Alguien decía que los textos que Tussi venía publicando en este 2024 eran una suerte de despedida. Al leerlos yo sentí justo lo contrario: por primera vez en mucho tiempo, sus escritos cargaban con una mirada luminosa sobre las cosas. Esto no impedía, claro, que cada uno que subía a Instagram contuviera también una furiosa e ingeniosa diatriba contra algo. O no tuviera al menos un largo, gracioso y sofisticadísimo insulto (nunca leí a nadie putear con esa riqueza y ese garbo). No sería el Tussi si no fuera así. Por eso, una vez pasado el momento de dolor que nos tiene a todos transidos, alguno de nosotros tendría que ponerse a juntar todo ese material que junto con sus blogs y su trabajo en prensa están entre lo más lúcido y mejor escrito de nuestra cultura reciente. En resumen, hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que toda esa belleza no se pierda como lágrimas en la lluvia.

    Mientras espero, en medio de esta profunda pena, la llegada de los dos discos que tenía pronto para salir, aprovecho para despedirme del Tussi en clave bloguera: queridísimo Benito, Coriún te manda un abrazo infinito y eterno desde Hollywood. Hasta siempre, hermano, y gracias por todo, que es un montón. Te queremos muchísimo.