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    Consultoría reveló falta de “metas medibles” en el convenio entre INIA y Wrightson y avances pueden “parecer relativos”

    Grupo de semilleristas cuestionaron ese acuerdo

    Redactor Agro de Búsqueda

    Más allá de los objetivos del convenio, como “el intercambio científico” que le permite al Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) “acceder a nuevas tecnologías”, “incrementar su masa crítica científica” y tener “un mayor desarrollo y comercialización de cultivares”, entre otros, “no se definió una línea de base que sirviera para establecer metas medibles de los avances logrados” y “en la medida en que no hay parámetros preestablecidos para medir el desempeño del convenio en sus diferentes aspectos, todos los resultados alcanzados pueden parecer relativos”.

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    A esas y otras conclusiones llegó una consultoría encargada de realizar la revisión de medio término del convenio firmado en 2007 entre ese organismo y las empresas neozelandesas PGG Wrightson Seeds Limited (PGGW) y Grasslands Innovation Limited (GIL), que tiene el objetivo de desarrollar innovaciones en semillas de pasturas, como raigrás y festuca.

    Ese acuerdo es cuestionado por algunas gremiales de productores de semillas, que rechazan su eventual renovación a mediados del año próximo.

    La consultoría, a la que accedió Campo y que fue realizada a fines de 2014, estuvo a cargo de los técnicos Luis Arboleya, del Centro Cooperativista Uruguayo, José Bervejillo, consultor independiente, y Carlos Paolino, del Centro de Investigaciones Económicas.

    Indica que ese equipo consultor tenía un “carácter externo e independiente”, ya que ninguno de los integrantes tiene una vinculación laboral con las instituciones firmantes del convenio, ni trabaja en o para el sector de la producción de semillas.

    El convenio fue firmado en junio de 2007, entró en vigencia en julio de ese año y se extiende hasta el 30 de junio de 2016. El contenido del acuerdo no fue divulgado y la junta directiva del INIA de ese momento informó algunos aspectos del mismo en una conferencia de prensa realizada en noviembre de 2007.

    La Mesa Semillerista del Este, integrada por las Sociedades de Fomento Rural de Cerro Largo y de Ortiz (Minas), y las empresas AgroPick, Calvase y Valle Tenue, planteó que ese convenio “no deber ser renovado por no haber aportado elementos objetivos al programa de mejoramiento (genético), que ya venía desarrollando INIA”, y “al existir en Uruguay las capacidades en la institucionalidad pública ampliada como para desarrollar el conocimiento y las herramientas tecnológicas necesarias”.

    Otro argumento planteado por esa gremial es que “en lo comercial, INIA sacrificó su posición en el mercado, haciendo dificultoso por volumen y precio el acceso de los mejores cultivares a los usuarios finales”. Para “revertir ese proceso” es necesario “liberar sus materiales en condiciones de no exclusividad a todas las empresas semilleristas que tengan interés de multiplicarlas localmente con contratos de producción”, considera.

    Sugerencias

    La consultoría recomendó que los nuevos materiales que resulten de la alianza entre INIA y las firmas neozelandesas deben expresar “de una mejor manera las ventajas productivas y su mayor pertinencia de acuerdo con las necesidades del mercado”. Eso “debe ser un punto diferencial respecto a la situación preexistente con las variedades actuales del convenio” en cuestión, indicó.

    Aconsejó que “la evaluación de la calidad forrajera de los materiales promisorios debe hacerse en el marco de su integración a sistemas reales de producción y los resultados deben expresarse en términos del producto animal obtenido”.

    “La línea de avance del acuerdo debería cubrir una profundización de los desarrollos de capacidades de innovaciones en áreas emergentes aplicables a pasturas”, planteó.

    Otra de las sugerencias del equipo consultor es “desarrollar una política comunicacional propia del convenio que brinde información clara y dé cuenta de los avances” logrados.

    Y “más allá de la experiencia y conocimiento del negocio semillero de PGGW, se debería encarar más sistemáticamente formas de relevamiento de las tendencias de consumo y las necesidades de los sectores de usuarios de semillas forrajeras”, recomendó.

    Entre los avances alcanzados los consultores destacaron que “si bien es cierto que esa empresa neozelandesa produce variedades competitivas con las del convenio, las acciones de difusión y desarrollo en Uruguay y en el exterior, la infraestructura y los recursos utilizados, así como otros activos complementarios son en magnitud muy importantes”. Plantearon que eso “permitiría que cultivares con pronóstico de dudoso éxito en el mercado local, como el caso de la variedad INIA Merlín, tengan posibilidades en otros países”.

    En cuanto a la inserción comercial, los técnicos señalaron que los cultivares de raigrás del convenio en el mercado muestran “una tendencia creciente aunque todavía no de liderazgo”. “El que más se destaca es el INIA Camaro”, con un 55% de las ventas de los raigrás analizados entre 2011 y 2014, “siendo más modesto el desempeño de los otros dos cultivares (Escorpio y Bakarat)”, indicaron.

    Advirtieron que “el mercado del raigrás es más complejo y tiene liderazgos de cultivares muy marcados que hacen difícil el ingreso de nuevos productos”.

    Mientras que las variedades de festuca liberadas por el convenio tienen una proyección comercial “más promisoria” que las de raigrás, por diferentes motivos, como el “mayor potencial de complementación con otros materiales”, según los consultores.

    Planes de suelos y pasturas

    En los últimos 15 años en Uruguay hubo un “cambio importante” en la demanda de semillas forrajeras que estuvo asociado a modificaciones en los sistemas de producción dominantes; específicamente, las rotaciones de cultivos con pasturas fueron sustituidas por un esquema de agricultura continua, según la consultoría.

    Asegura que la producción de verdeos se abarató relativamente a la de cultivos forrajeros plurianuales.

    Indica que el área de praderas permanentes creció hasta un máximo de 1,43 millones de hectáreas en 2006, luego hubo dos años de reducción de esa superficie, y con la sequía de 2008-09 se registró “de golpe una pérdida muy marcada, equivalente al 38% de las pasturas en stock”.

    A partir de ese momento el área de ese tipo de pasturas se mantuvo en 1 millón de hectáreas, con una tasa de reposición de menos de 30%, lo que da una vida útil de 3,6 años en promedio, señala, mientras que la superficie plantada de cultivos forrajeros anuales se incrementó “en forma sostenida” desde comienzos del actual siglo, llegando a casi 600.000 hectáreas, principalmente de avena y raigrás, según los técnicos.

    Basándose en datos del censo agropecuario de 2011, mencionaron que el área de praderas permanentes bajó 26%, en comparación con el 2000, cuando se realizó el anterior censo, en tanto que los cultivos forrajeros anuales de invierno se incrementaron 36%, y los de verano aumentaron 44%. Calcularon que si la densidad de siembra fuese de 25 kilos por hectárea en 2011 se habrían utilizado casi 5.000 toneladas de semillas, a las que habría que sumar lo correspondiente a siembras de mezclas.

    Si se suma el área de todos los cultivos forrajeros de invierno alcanza a 477.000 hectáreas, lo que es algo inferior a lo declarado en la División Contralor de Semovientes (Dicose) en ese año, indicaron. Consideraron que “es esperable que haya aumentado la demanda de semillas de raigrás, con el objetivo de hacer puentes verdes por parte de explotaciones agrícolas. Es factible que esta fracción de la demanda se incremente como consecuencia de la reglamentación de los planes de suelos”, que exige el Ministerio de Ganadería (MGAP), plantearon. Advirtieron que “sin embargo, el problema detectado del raigrás como maleza resistente a glifosato puede abrir un espacio o nicho de mercado a un cultivar que puede superar esa dificultad y que presente otras ventajas a alternativas de puente verde”.

    La siembra de pasturas tendrá un aumento importante en los próximos tres años hasta superar las 200.000 hectáreas, según una estimación del impacto de la regulación del uso del suelo para evitar la degradación de ese recurso, que realizaron los autores de la consultoría. Plantearon ese crecimiento hasta 2018 en la utilización de semillas de pasturas, dependiendo del grado de cumplimiento de los planes de suelos presentados por las empresas en el MGAP.

    “El tipo de pasturas que se termine implantando puede ir desde puentes verdes hasta praderas de mayor duración y calidad, pero sin duda se trata de un escenario positivo para la industria” semillerista local, puntualizaron.

    En relación con otras regulaciones los técnicos consideran la establecida mediante una resolución del MGAP respecto a las llamadas variedades de uso comercial de semillas, que incluyen las de raigrás y festuca.

    El objetivo de esa modificación de estándares por parte del Instituto Nacional de Semillas es eliminar gradualmente la clase comercial y permitir únicamente la producción y comercialización de la clase certificada, indican.

    Precisan que para el caso de las especies incluidas en el convenio se prevé que al 31 de diciembre de 2015 se eliminen totalmente las clases comerciales de raigrás y al 31 de diciembre de 2018 las de festuca.

    Agro
    2015-07-30T00:00:00