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    Crónica de un delirio

    , regenerado3

     

     

    Lo primero que se nos muestra es la apacible localidad de Antelope, Oregón, habitada por 40 veteranos granjeros jubilados donde todos se conocen entre sí. En el medio de la nada un correo, una escuela, una tienda y una iglesia. Un lugar de paz y soledad. Algunos de esos lugareños nos cuentan cómo en 1981 fueron “invadidos” por un grupo de personas uniformadas con túnicas anaranjadas que venían a establecer una comunidad de 10.000 individuos. Cunde el pánico porque se sabe que esa gente compró un campo de 32.000 hectáreas, tienen un trato poco amigable hacia los lugareños y empiezan obras gigantescas a todo vapor. En poco tiempo más esa comunidad tendrá cabañas de vivienda, un centro comercial, una pizzería, una boutique, una sala de meditación (el Buda Hall), un aeropuerto, una represa y variadas plantaciones de granja donde antes había tierra inservible. Así nace Rajnishpuram, la ciudad autosuficiente construida por los seguidores (sanniasins) de Bhagwan Rajnish, el gurú indio que llegará en su avión privado, de allí pasará a una limusina Rolls Royce blanca y su entrada a la nueva ciudad será sobre una alfombra roja con flores a ambos lados. Son los comienzos de Wild Wild Country (EE.UU., 2018), una producción de Netflix que en seis episodios de una hora relata el periplo del gurú durante su estancia en los Estados Unidos, que abarcó desde 1981 hasta 1985.

    Bhagwan Rajnish (1932-1990), luego conocido también como Osho­, fue el mayor de once hermanos. Había nacido en una pequeña aldea de India. De joven llamó la atención por su inteligencia, su comportamiento disruptivo y una precoz inclinación hacia la polémica. Obtuvo su título de grado y posgrado en Filosofía. Fue catedrático de la materia en la Universidad de Jabalpur hasta 1966, cuando renunció a la docencia. Antes de eso ya había viajado varias veces por India hablando en contra de Gandhi, del socialismo y de los rituales vacíos de las religiones en general. En esas giras había fundado varios Centros para el Despertar de la Vida y había adquirido fama como guía y consejero espiritual, actividad por la que percibía donaciones importantes, ya que se movía entre la clase media y alta, donde su palabra era generosamente cotizada. En 1968 acentuó el discurso antirreligioso en el sentido de ir contra los miedos, el pecado, la condena, los rituales y las estructuras opresivas. Lo suyo era el disfrute como religión, la celebración permanente, la meditación dinámica, el amor libre. Su prédica sobre esto último fue tan difundida que se ganó el apodo de Gurú del sexo.

    Entre 1970 y 1974, Osho­ se establece en Bombay y tiene como mano derecha a Ma Yoga Laxmi, hija de un acaudalado e influyente político indio. En 1974 se traslada a Pune, donde compra una casa enorme en un parque con la ayuda económica de Catherine Venizelos, hija de un millonario empresario de la marina mercante griega. Allí instala su monasterio y crece exponencialmente su prédica a través de la publicación de sus discursos y grabación de audios y videos. El número de visitantes de Occidente es cada vez mayor; se calcula que 30.000 seguidores rondaban el monasterio de Pune en 1980, en su mayoría europeos y estadounidenses. La infraestructura de Pune le queda cada vez más chica. Además tiene roces con la primera ministra Indira Gandhi por denuncias de violencia y drogas dentro de la comunidad. El 10 de abril de 1981, luego de haber dado discursos diariamente por casi 15 años, Osho se autoimpone un período de silencio de tres años y medio. Casi al mismo tiempo, Sheela Silverman reemplaza a Ma Yoga Laxmi como su secretaria. Osho le confiere a Sheela un poder notarial irrevocable para que haga y deshaga. Ella elige y negocia la enorme extensión de tierra que será asiento de la nueva ciudad y el nuevo monasterio en Oregón, Estados Unidos. Es en este momento que empieza Wild Wild Country, con la llegada a este país en 1981.

    Los versos de amor, compasión y compartir que pronuncian los recién llegados no convencen a los locales. La agrupación Mil Amigos de Oregón les inicia un juicio para demoler las obras, por lo que considera un uso indebido de esa tierra, que es para cultivar y no para construir ciudades. Ante el fracaso judicial intentan disolver jurídicamente la ciudad para evitar su conquista por los rajnishis­­, pero estos ganan la pulseada en un plebiscito. En Portland alguien incendia un hotel propiedad de Osho y entonces la buena de Sheela decide comprar armas para defenderse. Más tarde habrá otro enfrentamiento electoral por el control del condado de Wasco, que los rajnishis ganarán mediante el reclutamiento de 35.000 indigentes a los que darán casa y comida para que vayan a votar por sus candidatos. Después de las elecciones los sedarán y los dejarán tirados por distintas partes de la ciudad. También intentarán eliminar a varios habitantes de Wasco mediante la intoxicación de comidas con salmonella. En 1984, Osho logra que EE.UU. le otorgue la visa como líder religioso, pero poco tiempo después la Justicia le cae con una serie de cargos y pruebas que provocarán el desmoronamiento del grupo: Sheela se escapa sin aviso en uno de los aviones privados. Osho habla pestes de ella a las autoridades pero a los pocos días hace un pacto con la Fiscalía, se declara culpable para que lo dejen libre, se toma otro de sus aviones privados y desaparece. Trata de establecerse en distintos países de Europa pero nadie lo quiere. Finalmente vuelve a India donde muere en enero de 1990. Mientras tanto, Sheela es detenida en la Selva Negra alemana, se declara culpable, está cuatro años presa y sale pagando 470.000 dólares de multa. Hoy nos habla desde su retiro en Zurich, donde regentea una casa de salud para ancianos con Alzheimer, esquizofrenia, Parkinson y demencia. Es ella sin duda el personaje más apasionante de esta historia. La mezcla de su hablar pausado y por momentos dulce parece no encajar en una mujer capaz de tomar las decisiones que tomó y de ejercer el mando con mano tan férrea y arbitraria.

    En cuanto al personaje de Bhagwan Rajnish u Osho (que en algún momento pensó instalarse en Uruguay), es más bien un enigma. De los archivos que se muestran con sus discursos públicos resulta difícil captar el carisma que pueda haber persuadido a sus seguidores a creer en él, mientras blandía su mano izquierda con un Rolex de diamantes de un millón de dólares y ostentaba la colección de Rolls Royce más grande del mundo. Es todavía más difícil entender qué impulsó a sus seguidores a cometer en su nombre las atrocidades que cometieron. La verdad es que de las seis horas de documental, uno no rescata del gurú una sola frase que valga la pena.

    La serie dirigida por los hermanos Maclain y Chapman Way despliega muy abundante material de archivo con noticieros de la época, filmaciones proveídas por los propios sanniasins y entrevistas actuales a algunos lugareños de Antelope. Su otra columna vertebral son los testimonios vertidos hoy por Sheela Silverman desde Zurich y dos seguidores de Osho: Jane Stork, una amable señora australiana que adhirió a la secta con su marido, integró la cúpula directriz e intervino en actos que no conviene develar y que no condicen con su aspecto de abuelita buena, y Philip Toelkes, abogado californiano que adhiere también con su mujer. Ella se transforma en la secretaria de prensa del movimiento y él en el abogado de Osho, con copioso trabajo en los numerosos enfrentamientos que el predicador tendrá con las autoridades de la ciudad, del condado y del Estado. Todo está muy bien armado aunque pueden señalarse algunos descuentos: la muy mala elección musical que acompaña algunas escenas; hubiera sido mucho mejor el silencio. También la carencia de información sobre la vida de los niños en Rajnishpuram y sobre los millones de dólares que costó levantar esa ciudad y luego darles de comer a todos durante años, comprar armamento, aviones privados, varios Rolls Royce y varios etcéteras.

    El documental no es solo la historia del ascenso y caída de una secta. Es también una mirada sobre el eterno choque entre Iglesia y Estado, la tendencia del poder a corromperse y la rareza de un período histórico en los Estados Unidos, donde proliferaron falsos profetas y evangelistas corruptos. Cuando termina la serie se comprende cuánta razón tenía uno de los granjeros de Antelope, que en el primer episodio dijo: “Algún día alguien va a escribir un libro sobre esto y yo le aseguro que cuando ese libro se conozca, la gente va a decir que es ficción”.