Cuando éramos sagrados

REDACCIÓN  

El paso de Gustavo Pena Casanova por la música uruguaya tiene ciertas semejanzas con el de Eduardo Mateo. Casi toda su carrera transcurrió en el ostracismo. Recién en sus últimos años de vida, el Príncipe consiguió la atención del público. En paralelo cautivó a decenas de músicos relevantes y, a casi dos décadas de su muerte, es venerado en ambas orillas del Plata (más en Argentina, incluso), donde sus canciones son versionadas a granel y hasta son aprendidas en las escuelas.

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