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Este instrumento de enorme potencia y dulzura, con un alto rendimiento multifacético en su ejecución y una fuerte raíz española, que ha servido de recurso para enamorar, tiene aún hoy un espacio importante en Montevideo, con profesores que enseñan guitarra. Este año, el 16 de diciembre, se conmemoran 100 años del nacimiento de Abel Carlevaro, el hombre que revolucionó e innovó la ejecución del instrumento, logrando proyección internacional. Músicos como Eduardo Fernández y Freddy Pérez (que toca este viernes 22 en Sala Camacuá a las 21) son ejemplos de excelencia. Un ciclo de guitarras les da cada año un buen espacio en el Auditorio del Sodre, con coordinación de Osvaldo Leite, profesor de la Escuela Universitaria de Música (EUM).
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Año a año se acercan nuevos alumnos a algún maestro, como Alfredo Escande, quien enseña guitarra desde hace 50 años. “Empecé muy atrevido y muy chiquilín”, comentó a Búsqueda. Autor de Abel Carlevaro. Un nuevo mundo en la guitarra (Premio Nacional de Literatura en 2007), empezó a aprender a los 11 años. Escande fue profesor de Matemáticas hasta la jubilación y ahí sí, se dedicó de lleno a la guitarra. Tomó contacto con Carlevaro un poco tarde, a los 24 años, y terminó trabajando 27 junto a él, como asistente en cursos a nivel internacional. “Cuando en 1974 fui a tomar clase con él, era totalmente un mundo nuevo”. Carlevaro le “abrió la cabeza”, le enseñó a pensar en la guitarra desde cero. “Revolucionó la ejecución y el enfoque de la enseñanza: dio vuelta todo”. Hasta ese momento se utilizaba la metodología de herencia española de principios del siglo XX.
La preocupación central y exclusiva eran los dedos. “Carlevaro explicó que para tocar la guitarra hay que tener plena consciencia de que los dedos son el resultado final de una actividad que proviene de los brazos, que están sostenidos por el cuerpo, que a su vez se apoya en los pies”. Para recibir a un alumno, Carlevaro no tenía prejuicio: no le interesaban los antecedentes sino ver lo que hacía. Así que lo citó a Escande sin más vueltas. “A los cinco compases me paró y me dijo que tenía condiciones, pero que me iba a enseñar cómo sentarme. Él había pensado en todos los detalles. Sustituyó la atención centrada en los dedos por una estructura conceptual diferente”, resumió.
Este sistema permite ahorrar energía, dijo Escande. “Si le asignás el 100% de la tarea a los dedos, les exigís un trabajo enorme que requiere horas de esfuerzo, adiestramiento, dolores, fatigas y rigideces, e incluso enfermedades, que se van a transmitir en lo que estás escuchando. Al distribuir la energía, queda todo un equipo trabajando”. Al tocar con facilidad y naturalidad se libera la dimensión más espiritual de la música. “La energía en uno es limitada; cuando estás haciendo música, una parte considerable de esa energía se va en vencer los esfuerzos que tenés que hacer, y queda mucho menos para transmitir”. En cambio, “si la parte física es liberada, te focalizás en transmitir lo que querés decir”. Este nuevo enfoque le dio proyección internacional a Carlevaro y a la guitarra uruguaya.
La gente llegaba de otros países a Montevideo y se instalaba meses o años para aprender. “Su planteo era de una gran solidez lógica, además de ser transmisible. Cada cosa tenía un por qué y cuando llegaba a una conclusión, modificaba lo que venía haciendo”.
Carlevaro le pidió a Escande que escribiera su libro Escuela de la guitarra. Exposición de la teoría instrumental, un caso único que después se publicó en inglés, francés, alemán, japonés, chino y coreano, en edición pirata. Venían estudiantes de China y Japón a estudiar con él.
Uruguay se ha destacado por dar grandes guitarreros. Escande explicó que la guitarra es muy polivalente y dúctil, lo que permitió su popularidad en países tan distantes como Argentina, Brasil, España o Rusia. “Si se han encarado con autenticidad y honestidad intelectual, cada vertiente, la clásica o la popular, es un mundo propio”, explicó. Como profesor, le llegan personas que quieren aprender específicamente el método de Carlevaro. “Recibo a todos, lo que sí veo es el interés, no quiero que vengan a perder tiempo”. También lo han invitado a dar cursos en Argentina, Israel, Cuba, Alemania, Holanda y Suiza.
En su trabajo no usa recetas preestablecidas y apunta a percibir cuándo el alumno tiene buenas condiciones. “En la interacción del ejercicio que mandás y la respuesta que encontrás o en la conversación, encontrás los niveles de comprensión y de respuesta mental. La persona a veces busca la comprensión profunda de lo que está haciendo. No es el perrito que quiere que lo adiestren”, señaló Escande.
Otro maestro de gran trayectoria es Ramiro Agriel, profesor de la EUM, donde se dictan los únicos cursos de nivel terciario para instrumentistas, dirección de coros y orquestas y composición. Agriel explicó que al alumno lo hacen sus condiciones y la dedicación. Aunque también influye la altura de la vida en la que está: cuanto más adulto sea, más responsabilidades y menor tiempo para practicar, por ejemplo. “Hay personas que tienen una condición mecánica naturalmente más desarrollada que otras, en las manos concretamente. Influye mucho la sensibilidad, la imaginación, el entorno familiar donde se crió. La persona que nació en un ámbito donde se tiene un panorama amplio de la música, tiene los oídos y la cabeza más abiertos”.
Agregó que influye bastante la posibilidad de dedicar más tiempo a practicar. “A lo largo de tres años el proceso será muy diferente si fueron tres o seis horas diarias”.
Agriel se maneja con un parámetro básico: “Que cada uno toque lo que pueda tocar, pero muy bien. No tiene sentido hacer una obra grande para que suene más o menos, es mejor tocarla en dos años”. La imaginación es importante porque al ser abstracta, la música despierta emociones e imágenes particulares en cada intérprete. “Cuando tres tocan la misma partitura, todos tienen detalles que los diferencian y causan cosas distintas en el público”.
En la EUM hay un programa, ordenado y progresivo, que establece los criterios para elegir las obras y sus niveles, de acuerdo al semestre. Cada dos semestres el alumno hace una obra de cada período histórico: clásica, romántica, contemporánea y de autor nacional. Agriel imparte, además, clases particulares. “Siempre he tratado de pasarle a la persona elementos para que mejore lo que ya hace. El tipo no tiene por qué tocar en los conciertos, le puede interesar la música popular, pero hacerla a muy buen nivel”.
Según Agriel, la guitarra por su naturaleza ha sido un instrumento fundamentalmente popular. “Hay mucha música clásica que está basada en elementos populares, como la del movimiento nacionalista, de compositores como Eduardo Fabini o Alfonso Broqua o Luis Cluzeau Mortet. Son piezas elaboradas con otro nivel de preparación diferente al intuitivo de la música popular.
Dijo que Carlevaro no es solo una referencia nacional, sino también “histórica”. “Dejó una obra impresionante y cada vez que vuelvo del exterior, me da la sensación de que lo que hizo es mucho más grande de lo que nosotros creemos. Afuera a veces no entienden cómo un país tan chico, con una población tan chica, haya dado tantos guitarristas. Para mí la explicación es una sola: hay una escuela de guitarra que respalda y es sumamente completa”.
Agriel tiene alumnos de todo tipo, incluso personas de 70 años. “Hay que ser honesto. Si quiere tocar una obra que uno sabe que no podrá, hay que decirle, porque tarde o temprano se dará cuenta. Hay que hacer que aprovechen el tiempo, no entretenerlos con obras que no aporten cosas desde el punto de vista interpretativo, imaginativo o técnico”.