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    Del tabú a la “democratización” de la cirugía estética: una intervención que alcanza a cada vez más edades y géneros

    Tenía una nariz delgada. Su tabique sobresalía apenas y la punta caía hacia abajo. Una forma similar a la que alguna vez alguien denominó aguileña, por su semejanza con el pico del ave que inspiró al adjetivo. Pero Federica no odiaba su nariz, aunque “en teoría debía” hacerlo, reflexiona ahora. “Según algunos estándares, era raro que yo me hallara cómoda con esa parte de mi cuerpo”, agrega. Y es que el calificativo aguileña no es halagador, sino lo contrario.

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    A Federica no se le había pasado por la cabeza la idea de modificar su rostro hasta hace unos cinco o seis años. La iniciativa surgió por una cuestión médica, no estética, cuando notó que le había empezado a crecer un bultito. Más tarde empezó a presentar algunos problemas respiratorios, pero admite que eran asuntos que se podían solucionar con otros procedimientos. De todos modos, a los 27 años decide hacerse una rinoplastia, una operación de nariz que “terminó siendo por motivos estéticos”. No fue una decisión tomada de un día para otro. Fueron cinco años en los que por momentos investigaba en Google y por un tiempo se olvidaba del tema. Además, de Uruguay solo encontraba información en las páginas oficiales de distintos cirujanos. Y ella quería algún blog, algún “relato real” de alguien que contara su experiencia con la rinoplastia. En esos años de googleos y de coquetear con la idea de la cirugía estética, Federica entendió que, aunque modificara su nariz, “no estaba modificando más que un hueso” de su cara. Esa forma de pensar la llevó a tomar la decisión.

    Se operó a una edad que es promedio en Uruguay y en el mundo para ese tipo de cirugías. Pero la rinoplastia es una de las intervenciones quirúrgicas estéticas de inicio más temprano. El cirujano plástico Gonzalo Fossati, actual jefe del Servicio de Cirugía Plástica del Hospital Maciel y director de una clínica privada que lleva su apellido, contó a Búsqueda que hace unos años su zafra de trabajo antes de las vacaciones de julio eran las rinoplastias “en chiquilinas de 14 o 15 años”. Fossati dio sus primeros pasos como asistente de su padre, también cirujano plástico, y en esa época recibía a varias mujeres de esas edades que les pedían a sus padres el pago de la operación de nariz como regalo por su cumpleaños de 15. Aprovechaban las vacaciones para recuperarse, tener intimidad en el posoperatorio y volver al liceo con su nuevo rostro.

    El cirujano está de acuerdo con realizar rinoplastias en mujeres a tan temprana edad. “Si esas jovencitas estaban preocupadas por la forma de su nariz, se podía hacer una cirugía que es bastante poco agresiva desde el punto de vista quirúrgico y se lograba solucionar un problema en la cabeza, a nivel psicológico”, argumentó. Esta operación de nariz es una de las cirugías estéticas más frecuentes en Uruguay y también en el mundo. Sin embargo, son otras las que se ubican en los primeros puestos del ranking.

    Según la encuesta global de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (Isaps, por su sigla en inglés), los procedimientos quirúrgicos más comunes en todo el mundo se mantuvieron sin cambios durante 2020. El aumento de senos motivó el 16% de las cirugías, la liposucción (extracción de tejido graso), el 15,1%, la cirugía de párpados, el 12,1%, la rinoplastia motivó el 8,4% y la abdominoplastia (modelación del abdomen), el 7,6%.

    En las mujeres lo más habitual es el aumento mamario y la liposucción, mientras que entre los hombres es la cirugía de párpado, seguido por la liposucción, la ginecomastia, la rinoplastia y la cirugía de orejas.

    Una de las intervenciones cuya demanda aumentó más en el mundo entero y también en Uruguay en la última década fue la “posbariátrica”. Esta intervención se realiza en casos de pacientes con obesidad, a los que se les aplican bypass o mangas gástricas para reducir su ingesta de alimentos y, así, su porcentaje de grasa corporal. Tras estos procedimientos, muchas veces las personas pierden tanto peso que su piel no se adhiere al tejido de forma natural y cae como un colgajo en distintas partes del cuerpo. La cirugía posbariátrica, entonces, consiste en la corrección de esa piel que cuelga.

    “Son muchas cirugías, porque son pacientes complejos y las complicaciones se multiplican por 1.000, porque tienen posoperatorios muy azarosos. Lo hago por partes: la barriga, después los brazos, después las piernas, después las mamas…”, explicó Fossati, quien desde hace un tiempo lucha para que esta cirugía también se incluya en el Plan Integral de Atención a la Salud (PIAS).

    El aumento de senos en las mujeres es otra de las cirugías de inicio temprano en algunas partes del mundo. Hace unos años se extendió en Argentina la moda del regalo de 15 para esa intervención. “Acá en Uruguay pensábamos que iba a llegar, pero era una aberración. Una niña de 14 o 15 años, que todavía está en desarrollo, no nos parecía adecuado operarla”, recordó Fossati. Pero, según su relato y el de otros cirujanos, esa moda no tuvo impacto en el país. De hecho, Beatriz Manaro, vicepresidenta de la Sociedad de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética del Uruguay (Scpreu), explicó a Búsqueda que a los menores de 18 años que quieren operarse se les exige un consentimiento firmado por un escribano.

    Una de las intervenciones cuya demanda aumentó más en el mundo entero y también en Uruguay en la última década fue la “posbariátrica”. Esta intervención se realiza en casos de pacientes con obesidad, a los que se les aplican bypass o mangas gástricas para reducir su ingesta de alimentos y, así, su porcentaje de grasa corporal

    “Democratización”

    Manaro tiene casi 30 años de ejercicio de su profesión y, en esas tres décadas, vivió de cerca los cambios en la forma en que la sociedad concebía las cirugías estéticas. En sus inicios, ese tipo de intervenciones significaban un tabú, algo de lo que poco se hablaba. Además, “se las hacía un número muy reducido de gente, era casi como ir a Europa, que no lo hacía cualquiera”, recordó, y agregó que había solo “tres o cuatro cirujanos de mucho renombre que las realizaban”.

    En su segunda década de trabajo notó una fuerte influencia del programa de televisión argentino conducido por Marcelo Tinelli. Eso, según Manaro, “marcó un hito en el consumo de la cirugía estética y el tipo de intervención que se quería”, recordó. Comenzó a crecer la demanda de colocación de prótesis mamarias por parte de mujeres. “Y luego fue furor la prótesis glútea, acompañando los cambios que iba pactando la televisión argentina”, contó.

    Allí comenzó lo que la cirujana denominó como “democratización” de los procedimientos quirúrgicos estéticos. También se amplió el abanico de edades de los pacientes. Lo que antes se hacían personas mayores de 40 años empezaron a hacérselo jóvenes de 20. Y el tope de edad llegó hasta los 80, al prolongarse la expectativa de vida.

    La tercera década, que llega hasta la actualidad, amplió más aún esos márgenes. Creció la demanda de rinoplastias en adolescentes y de aumentos mamarios y liposucciones ya desde los 18 o 19 años. También se sumaron los hombres. Manaro los dividió en dos franjas etarias principales: la de 20 y pocos años, que en general recurren a la rinoplastia, y los mayores de 50, que suelen operarse los párpados u otras partes de la cara.

    Las cirugías estéticas, aún en la actualidad, se las realizan en su gran mayoría personas del sexo femenino. Pero los hombres son cada vez más. Además de las cirugías que mencionó Manaro, son frecuentes en ellos las operaciones de ginecomastia. Estos procedimientos consisten en la reducción de senos, en casos de pacientes que por desórdenes hormonales, genética u otros motivos los tienen más grandes de lo que quisieran. Pero algunos cirujanos consideran que estas son cirugías más reparadoras que estéticas, e incluso están incluidas dentro de la cobertura del PIAS.

    Los mínimos de edad de las cirugías estéticas llegaron, en algunos casos, a extremos. Fossati contó a Búsqueda que en su clínica recibe de manera “frecuente” niños de seis años que quieren operarse las orejas porque las tienen muy separadas de su cara. Por supuesto, llegan de la mano de su madre o padre, y el primer desafío para el cirujano es descubrir si el interés en la intervención estética surge del niño o del adulto. Si el interés es de la madre, por ejemplo, la respuesta de Fossati suele ser: “Señora, no moleste más a su hijo, déjelo en paz, que se vaya a jugar”. Pero a veces es el niño el que con solo seis años quiere operarse “porque se ve diferente a otros” de su edad o porque sufre bullying en la escuela. En estos casos, los pequeños pacientes se comportan “como adultos”, según el cirujano.

    Manaro también contó que recibe niños en edad escolar con deseos de modificar sus orejas. Uno de sus lugares de trabajo es el hospital Pereira Rossell, y allí también ve casos de bullying escolar que terminan incentivando un procedimiento quirúrgico.

    Otro fenómeno que marcó la última década, según la vicepresidenta de la SCPREU, y que tuvo un impacto en el rubro de las cirugías estéticas, fue el de la migración. Con la llegada de mujeres de otros países latinoamericanos y caribeños, los cirujanos tuvieron que adaptarse a estereotipos y estándares de belleza diferentes. “Las mujeres caribeñas son mucho más de marcar sus rasgos femeninos que las uruguayas”, dijo Manaro, y explicó que, mientras que las primeras, en general, quieren resaltar sus mamas, sus glúteos y afinar la cintura, las segundas buscan un cuerpo más fitness, en el que resalte la musculatura, sobre todo abdominal.

    Las cirugías estéticas, aún en la actualidad, se las realizan en su gran mayoría personas del sexo femenino. Pero los hombres son cada vez más. Además de las cirugías, son frecuentes en ellos las operaciones de ginecomastia. Estos procedimientos consisten en la reducción de senos, en casos de pacientes que por desórdenes hormonales, genética u otros motivos los tienen más grandes de lo que quisieran

    Operar “el alma”

    Fossati describe su especialidad médica con una frase algo romántica: “Operamos el alma a través del cuerpo”. Con esto se refiere a la relación entre las cirugías plásticas y la autoestima o la percepción de uno mismo. “Sos tú y el espejo, tú y tu imagen, no es lo que opinen los demás. Y cuando uno logra que su propia imagen sea más acorde a lo que le gustaría ver, la vida le sonríe de otra manera”, opinó.

    Para Federica, la visión de Fossati es “polémica”, porque “aplica a un montón de personas” pero deja afuera a muchas otras que se realizan cirugías estéticas “por miles de otros motivos”, que no tienen tanto que ver con la autoestima. La joven señaló que en muchos casos se trata de “una cuestión de performatividad” y de “ver hasta dónde se puede llevar” el cuerpo, “cómo traer a la vida un interés estético”.

    “A veces es más fácil verlo con el peso (corporal)… A personas con más peso del considerado normal a veces se les dice ‘te re admiro, ¡qué autoestima que tenés!’. Y es un tema complejo, porque, ¿qué estamos suponiendo? ¿Qué debería tener baja autoestima por tener más peso?”, reflexionó. Y agregó que lo mismo sucede con partes puntuales del cuerpo. A ella nunca le había generado un complejo ese rasgo, y era “celebrada por eso”, porque “a pesar de tener una nariz así” se mostraba feliz y segura de sí misma.

    Antes de la rinoplastia, a Federica llegaron a decirle cosas como que su nariz era lo que le daba “personalidad”. “Y pensé pila sobre qué significaba eso y qué significaba para mi identidad modificarme la nariz. Mi personalidad no me la da la nariz, porque yo puedo pagar determinada plata, me la rompen y me la hacen de nuevo. ¿Y qué pasa con mi personalidad? Sigue acá, sigo siendo yo”, expresó.

    Para Fossati, el mundo de las cirugías estéticas es “apasionante” pero “altamente exigente”. “Todos nuestros pacientes son personas sanas que tienen algo en su cuerpo que no les gusta. Pero no tienen ninguna nana, no tienen nada. Entonces, son más exigentes en cuanto a los resultados que quieren obtener”, expresó.

    Las redes sociales, la inmigración y todos los factores que llevaron a esa democratización de las operaciones estéticas también trajeron aparejados varios desafíos para los profesionales que las realizan. Para Manaro, uno de los principales objetivos en el escenario actual es “ser honesto con el paciente, con lo que necesita. No dejarse llevar por las modas, las rutinas o las redes sociales. Saber decir que existen las complicaciones y que a veces una cirugía estética te puede cambiar la vida y a veces no”.

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