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    Desde su reestructura votada diez años atrás, el BHU prestó U$S 1.000 millones y está en equilibrio, afirma su presidenta

    A diez años de la aprobación de la ley que reformó al Banco Hipotecario (BHU) —capitalizándolo en U$S 240 millones, reduciendo en dos tercios su plantilla de personal y transfiriendo parte de la cartera morosa—, su presidenta, Ana Salveraglio, evaluó que los números actuales de la institución “impactan”. Desde que pudo volver a dar créditos a fines de 2008 hasta hoy otorgó U$S 1.000 millones, destacó.

    Aunque la demanda de préstamos para vivienda se enlenteció en 2015 y 2016 y no espera que eso cambie en el corto plazo, consideró que la actual estructura de negocios del banco es la adecuada.

    Admitió que la rentabilidad sea acotada. “Estamos en una situación de equilibrio después de impuestos. Estamos justos. (…) Lo que nos interesa es que el banco sea autosustentable”, señaló.

    Lo que sigue es una síntesis de la entrevista que mantuvo con Búsqueda.

    —¿Qué evaluación hace tras una década de la aprobación de la ley Nº 18.125 que habilitó la reforma del banco?

    —Fue una muy buena decisión el rediseño del sistema público de vivienda, porque el banco se reestructuró y capitalizó, y se creó la Agencia Nacional de Vivienda (ANV) en tanto parte de todo un sistema. Al banco se le asignaron funciones bancarias especializadas en el otorgamiento de créditos para la compra de vivienda. Y eso se logró.

    Diez años después de la ley tenemos un banco equilibrado desde el punto de vista de resultados, solvente —con un patrimonio que cumple más de siete veces la responsabilidad mínima exigida por el regulador— y líquido.

    Al poco tiempo de retornar al mercado, ya tenía más de 50% de participación, cosa que ha mantenido. En 2016 fue 52%. Quiere decir que ese rol de estar presente siempre, aun cuando los ciclos no sean tan convenientes y ves que algunas instituciones quieren salirse del negocio, se cumple. De hecho, luego de haber tenido un crecimiento importante en 2013, 2014 y parte de 2015, comenzó una caída en todo el mercado y el banco mantuvo su participación.

    —¿Está conforme con cómo evolucionó el negocio del BHU?

    —Los números impactan. El banco obtuvo el permiso para volver a dar créditos a fines de 2008, empezó tímidamente con los ahorristas, después fue a Montevideo y luego al interior, y después a los no ahorristas. En todo este período hasta hoy, sumando los créditos de adquisición y refacción, otorgó U$S 1.000 millones. Alrededor de 14.000 familias accedieron a un crédito para adquisición y 12.000 para refacción. Tenemos más de 30.000 cuentas de “Yo Ahorro” y más de 35.000 en garantías de arrendamientos.

    —¿Qué perspectivas ve para 2017 y 2018?

    —Para este año prevemos el mismo nivel de actividad del año pasado: unos 1.500 préstamos por un monto de U$S 100 millones. La meta de participación en el mercado está entre el 52% y 65%, porque tampoco queremos ser monopolio; hay que compartir los riesgos. Y pensamos un 2018 parecido a 2017.

    —En 2016 la ganancia fue de U$S 14,3 millones, una cifra que parece acotada. ¿Se puede mejorar?

    —Estamos en una situación de equilibrio después de impuestos. Estamos justos. En realidad, tampoco nos interesa mejorar por mejorar, lo que nos interesa es que el banco sea autosustentable; si el banco está en equilibrio, está bien.

    El tema es que los costos están dados, los de personal son establecidos por convenio y no hemos incrementado la cantidad de personas. Los otros gastos de funcionamiento se redujeron al máximo, y aumentaron los impuestos.

    Por otro lado, los intereses de los créditos —que son las ganancias fundamentales— tampoco se pueden aumentar (sigue en 7%) y es la tasa que se maneja más o menos en todos los bancos. Con esas variables estamos en equilibrio.

    —El BHU es monoproducto. En el contexto de desaceleración de la demanda, ¿cree que podría flexibilizarse el marco legal para ampliar las líneas de negocio?

    —Por el momento no. El banco se viene adaptando a la normativa en forma muy razonable y en general, cada vez más rápido. Los ingresos son fundamentalmente los intereses, porque nosotros no prestamos servicios, la misma ley define al banco de una manera muy cuadradita: lo único que podemos hacer es dar créditos. Y entiendo que esta estructura se puede mantener.

    Hemos pasado en estos años por algunos momentos un tanto complicados. En 2016 bajaron las operaciones a nivel de todo el mercado, se moderó la demanda. Además, el porcentaje de compraventas que se financian con crédito hipotecario es muy bajo, menos de 10%.

    Pensamos que con la ley de viviendas promovidas accedería una mayor cantidad de gente al crédito hipotecario, pero en los hechos no vinieron tantos como estimábamos. Esa ley cumplió parte de las expectativas; hay 14.000 viviendas promovidas, hay barrios que mejoraron. Lo que no se ha visto es una reducción del precio. El tipo de familia que podría acceder no puede acumular un ahorro para la compra o pagar una cuota que le permita comprar.

    —Con la reestructura el banco bajó costos y abatió la morosidad. ¿Esos indicadores siguen controlados?

    —Cuando empezó el proceso de reestructura y separación de cartera, la que quedó en el banco —que era en unidades reajustables— tenía una morosidad de entorno a 60% y hoy es 4,5%. La morosidad promedio del banco a diciembre pasado fue 2,34%, y la de la cartera nueva, en unidades indexadas, por debajo de 1%. Es decir que los números siguen bien, mientras la morosidad del resto del sistema creció en los últimos dos años.

    Esto se logró con el compromiso de toda la institución y manteniendo la cantidad de recursos humanos; hoy son unos 350 y en torno a 50 pasantes. La reposición fue muy poca; hay un compromiso frente a la OPP. Y los costos de funcionamiento se bajaron muchísimo y se mantienen.

    —Algunos sectores advertían que con la reforma el banco perdería su rol social. Diez años después, los cooperativistas de vivienda pueden seguir opinando así, ya que no han obtenido préstamos. ¿El BHU relegó ese papel?

    —No se avanzó con las cooperativas; hoy las financia el Ministerio de Vivienda.

    En realidad, el rol social del banco es trabajar bien y cumplir con su misión. Sí da créditos en complementación de subsidio a la cuota con el Ministerio; es el único banco que hace eso. También trabaja con el fondo de garantía de créditos hipotecarios que administra la ANV, que no ha tenido un gran desarrollo; ahí el BHU no es el único pero la mayoría de las familias que lo usaron vinieron al banco.

    —Algunos plantean que, por las exigencias de documentación, condiciones, etc., el banco está más parecido a una institución privada. ¿Usted qué dice?

    —La imagen cambió muchísimo, lo que trae a la gente es el boca a boca, por experiencias de buena atención. Hay un protocolo y cuidado especial. Tenemos certificación de calidad del proceso de crédito. Cuando arrancó la reestructura no había un área de riesgos y hoy hay una matriz integral de riesgos.

    Sobre las exigencias, son más o menos lo mismo que pide el resto de los bancos y es lo que permite hacer una buena gestión y mantener una cartera sana, que es básico para que el banco pueda seguir funcionando. Es más, en la banca privada —no en toda— hay restricciones de zona, de ingresos, que el BHU no tiene tanto.

    Economía
    2017-03-23T00:00:00