“Si la agarraba alguien con poco oficio la podía llevar al terreno del infarto”, pero “yo tengo oficio”, dice el presidente de la mutualista, cuyos planes incluyen proyectos inmobiliarios y comerciales
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáDice que siempre estuvo cerca de Casa de Galicia, que aunque su actividad política y empresarial le ocupara todo el tiempo, más de una vez tuvo que entrar para dar una mano, hacer de bombero para apagar incendios puntuales de la mutualista que tiene a sus abuelos entre los socios fundadores. Pero desde octubre del 2018, el exdirigente colorado Alberto Iglesias, hombre fuerte del pachequismo, asumió la conducción de una institución que estaba en crisis y al borde de varios conflictos sindicales. Con pocos meses de gestión, y después de haber tocado algunos “timbres”, asegura que ese hierro caliente empieza a entibiar con un millonario fideicomiso aprobado por el Poder Ejecutivo que permitirá ordenar la casa y ponerse el día con distintos atrasos. Iglesias exhibe con orgullo sus ambiciosos planes para reconvertir la mutualista en una con “nivel de excelencia europeo” y con proyectos que exceden lo sanitario como la instalación de un restorán, oficinas comerciales de una banca gallega y la ampliación y modernización de sus centros asistenciales. También se felicita por haber reencausado una relación comercial con la Asociación Española en un acuerdo de complementación de servicios que, asegura, sorprendió al propio presidente Tabaré Vázquez. “Usted llegó hace tres meses y logró lo que yo nunca logré hasta hoy”, afirma que le dijo el mandatario en la residencia de Suárez.
Lo que sigue es un resumen de su entrevista con Búsqueda.
—¿Con qué se encontró cuando asumió la administración de Casa de Galicia?
—Bueno, con un panorama no sencillo. Había obligaciones pendientes para atender, de corto y mediano plazo. Hubo que encarar un plan para atenderlas inmediatamente, y a varias puntas. Por un lado, el reordenamiento administrativo y de funcionamiento de la institución. Por otro, la búsqueda de recursos genuinos y mayores ingresos para la institución. Racionalización también de los gastos y costos de funcionamientos. Y también llevar adelante un plan de largo plazo que teníamos avanzado y es un acuerdo con la Xunta de Galicia de transferencia de conocimiento y entrenamiento de personal técnico y no técnico. Logramos algo muy importante en ese acuerdo, no menor: y es que el mismo equipo que audita toda la salud en Galicia, con los mismos parámetros de exigencia, audite a Casa de Galicia todos los años. Ya tuvimos una primera auditoría para hacernos una foto de cómo estamos y con las recomendaciones que nos lleven a recorrer el camino de la excelencia y ser los verdaderos representantes de la salud de calidad que tiene Galicia, que es la mejor de España y compite con ser la mejor de Europa.
—Casa de Galicia ya vivió una situación complicada en el 2002, cuando entró en concordato; en los últimos años tenía varios frentes abiertos, deudas con el personal médico, pérdida de socios. ¿La situación de la mutualista era urgente, desesperada?
—Está mal que lo diga yo, pero si la agarraba alguien con poco oficio, la podía llevar al terreno del infarto, si la agarraba alguien con mediano oficio, podría ser un dolor de cabeza. Y si la agarraba alguien con oficio, puede sacarla con una sonrisa. Yo tengo oficio. Y como todavía estoy lúcido me permitió rápidamente trazar un plan, tenemos —y quedó demostrado— un crédito muy fuerte en el mercado. Y los timbres que toqué en el terreno personal para que colaborasen con la situación todos me dijeron que sí.
—¿Qué timbres tocó?
—Bueno, en el terreno personal, con gente de la actividad privada, con gente vinculada a la banca. Y yo asumí con mi firma las obligaciones y compromisos que permitieron rápidamente que los obligaciones se pagaran, que los salarios se pagaran, que se fuese recomponiendo la situación.
—¿Y del Ministerio de Salud Pública que respaldo obtuvo?
—En noviembre pasado, en una entrevista al presidente de la República, le planteé personalmente los pasos que teníamos planeado llevar adelante. Coincidió con la visión nuestra de que hay que racionalizar y complementar porque el Uruguay lo obliga. Y me dijo algo muy lindo —y por eso a pedido del señor presidente se firmó el convenio con la Asociación Española en la residencia de Suárez—: “Desde hace 15 años estoy intentando que exista en Uruguay un sistema nacional integrado de salud, es el título, y no lo logré. Usted llegó hace tres meses y logra lo que yo nunca logré hasta hoy”. Y es que dos instituciones, aunque sean las dos privadas, empiecen a transitar este camino para racionalizar y darle sentido a la escala. Fue muy efusivo con sus palabras y reconocimiento.
—¿O sea que esa fue la razón por la que un acuerdo entre privados se firmó con la presencia de Tabaré Váquez?
—Claro, fue por eso, porque él le dio todo un valor, enorme, porque eso lo había planteado en su primer gobierno y lo puso como una de sus metas y no se había logrado. Hoy todavía sigue siendo un titular.
—En la foto de ese acuerdo también estaba Juan Salgado, que es asesor del presidente Vázquez y con vínculos con la Española.
—A ver, Salgado es de Cutcsa, una empresa que tiene su esencia gallega, su origen gallego. Más del 50% de los cooperativistas son todavía gallegos y votan en Galicia…, tenemos muchos que son socios de Casa de Galicia y muchos que son socios de Asociación Española.
—Tenía como un valor simbólico su presencia, entonces.
—Lo que quiero señalar es que hay un valor fuertísimo de Cutcsa con la Española y Casa de Galicia. Y tan es así que Salgado es socio de las dos instituciones.
—¿Cómo ve la relación actual entre Casa de Galicia y Asociación Española?
—Es una relación que está reencausada totalmente. Ya firmamos el convenio y está funcionando. Hace poco el móvil de la Española empezó a atender las emergencias de Casa de Galicia. Tenemos comprometidos comprar el 5% del paquete accionario de la móvil y de la empresa de acompañantes. Estamos caminando en sintonía. Hay 30 camas para internaciones que ya la Española nos contrató porque van a hacer reformas en su estructura sanitaria. Hay un ida y vuelta de servicios.
—Usted dice que se reencausó. ¿Hubo un momento en que no hubo sintonía?
—Claro, porque hubo un convenio que se firmó hace unos años en la propia Embajada de España para que se empezara a caminar en conjunto como estamos ahora y, por diferentes temas de relacionamiento, en un momento se interrumpió y eso fue lo que llevó a que hubiera una pelea interna en la colectividad. Pero el que conoce la historia de la colectividad gallega no se asusta, no se sorprende con estas cosas. ¿Sabe por qué hay 13 instituciones gallegas? Porque no hay una sola. A ver si soy claro.
—¿De cuánto es el fideicomiso que se aprobó para Casa de Galicia?
—De 29 millones de dólares. Ahora se tiene que hacer el trámite en el Banco Central aprobado por el Ejecutivo que después habilita la emisión y eventualmente salida al mercado para obtener los recursos. Como eso lleva un proceso de algún mes que otro es que solicitamos un crédito puente —en la propia estructura del fideicomiso— y el Banco República aceptó funcionar como la institución financiera para el crédito puente. Y ya empezamos a poner la casa en orden para optimizar nuestra presencia en el mercado.
—¿Y qué planes tiene proyectados para eso?
—Ahora vamos a pasar a una etapa en la que tenemos que poner a punto la calefacción del sanatorio, modernizar los quirófanos, tenemos un plan muy ambicioso para mejorar todas las instalaciones, piso, camas de última generación. Estamos en eso y lo vamos a hacer. Queremos recuperar el sanatorio original, fundacional, que está en Millán y Raffo. Esta semana empiezan las obras. Con este fideicomiso ponemos la casa en orden. Y con el compromiso instalado en Galicia, con la banca gallega Abanca, que abriría su primera oficina comercial en Uruguay, vamos a acceder a créditos suficientes para remodelar nuestras instalaciones en 18 de Julio. Nosotros tenemos 4.500 metros de 18 hasta la calle Colonia, donde tenemos los salones sociales, la parte administrativa y también atención de policlínicas. La idea allí es muy ambiciosa. Es duplicar el metraje. Eso significa, sobre 18, 11 pisos con 44 unidades de apart hotel, de las cuales 10 de ellas van a funcionar como habitaciones para posoperatorios. También va a haber una planta donde van a estar empresarios gallegos, la representación de gobierno de la Xunta de Galicia de Uruguay, y las oficinas comerciales de Abanca. Vamos a concentrar cuestiones importantes para toda la colectividad. También vamos a tener un restorán gallego, que aspiramos sea el mejor del Río de la Plata, con boutique de alimentos gallegos. Y, además de salón principal para eventos sociales, habrá salas de reuniones para empresarios gallegos. Es un plan complejo.
—Que excede a lo estrictamente sanitario.
—Sí, lo que pasa es que esto llena todo. Es volver a juntar a la colectividad y poder decirle a los gallegos originarios de Casa de Galicia: tenés que regresar, volvé a casa. Porque ahora la casa va a ser la mejor. Nuestra vara es Galicia, ninguna de la del medio. Ya no hay referencias en el medio para nosotros. Buscamos ser la mejor del medio, siendo una más de las gallegas. No estaremos en territorio gallego, estaremos en Uruguay, pero queremos el mismo nivel que existe en Galicia. Por eso pedimos ser auditados de acá en más. Para que nos obliguen, y nos empujen y nos exijan. En la calle Colonia vamos a tener siete pisos, con una emergencia modelo en el país, con quirófano, policlínicas de última generación, y un espacio físico con áreas comunes para las 13 colectividades gallegas.
—¿Cuántos socios tiene Casa de Galicia hoy?
—47.000. Pero llegamos a tener 110.000.
—¿Cómo les ha ido en las aperturas de los corralitos mutuales?
—Bueno, no muy bien. Porque en los últimos años que se hicieron no estaba parada en la cancha para mostrar lo que había que mostrar. Lo que nos va a suceder es que si el corralito se abre en febrero, llegaremos a mostrar el nivel de excelencia que supo tener. En la década del 60 éramos la mejor.