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    Destrucción de la vida burguesa

    No hables con extraños, nueva serie policial británica en Netflix

    Hace ya unas cuantas décadas, allá por 1950, Raymond Chandler recordaba que una de las mayores virtudes de Dashiell Hammett fue que “devolvió el asesinato a las manos de la gente que lo comete por razones sólidas y no para proporcionarle un cadáver a su autor”. Y esa es seguramente una de las definiciones más breves y precisas que se han escrito sobre la novela negra: el crimen no como un mero ejercicio intelectual o un crucigrama dominical, sino como el resultado de unas relaciones sociales específicas que culminan en la violencia y, en ocasiones extremas, en la muerte.

    La ficción policial tomó buena cuenta del sentido de las palabras de Chandler, quien por cierto no fue el único que entendió la revolución que comenzó, sin proponérselo, Hammett. Es por eso que la mayor parte de las novelas y series criminales desde entonces se cuidan mucho de no dejar fuera de su libreto esos aspectos, ese contexto social en el cual emerge y estalla la violencia. Ahora, ¿qué ocurre cuando esa violencia se desata en lo que parece ser el medio más alejado y menos proclive a ella?

    Sin detenernos demasiado en un farragoso análisis sociológico, esa es la pregunta que responde la nueva serie de Netflix No hables con extraños, una suerte de estudio dinámico de lo que ocurre cuando un actor ajeno a un escenario se coloca en el centro de la trama y desde ahí descompensa todos los balances establecidos en ese medio, en apariencia amable y controlado. Como suele suceder cuando el nombre de una serie o película pasa del inglés al español, el señor que hace la traducción parece creer que los hispanohablantes tenemos problemas serios con la abstracción y graciosamente nos explica aquello que el titulo original (The Stranger) mantenía en la ambigüedad.

    Filmada en las afueras de Mánchester, esta serie británica tiene como protagonista a Richard Armitage, quien compone su desconcertado padre/marido/abogado de manera convincente y sólida. De hecho, más allá de determinadas debilidades en ciertos puntos, la trama es congruente y avanza con velocidad a lo largo de sus ocho capítulos. En buena medida esto se debe a que No hables con extraños fue creada por un experto como Harlan Coben, autor de un montón de muy buenas novelas policiales, que sabe manejar de manera acertada el balance entre el suspenso y la violencia descarnada.

    Un elemento interesante es que, a medida que avanzan los capítulos, el espectador entiende que existe alguna clase de conexión entre los personajes que se nos presentan y las acciones que acometen otros, sin llegar a vislumbrar de manera clara cuáles son las relaciones exactas ni con qué aspectos de los misterios planteados tienen que ver. Así, durante largos tramos no logramos saber si el problema en que están metidos el hijo del protagonista, su vecino y su novia se vincula o no con el problema que trae de cabeza a su padre. Eso sí: la información y las novedades son cuidadosamente dosificadas en la trama, de forma que la tensión y la sucesión de ganchos argumentales sea incesante. Y eso a pesar de que No hables con extraños no es en absoluto pródiga en escenas de acción. La única persecución automovilista, por ejemplo, ocurre entre los gritos del propietario del coche, preocupado porque se lo choquen.

    Es la llegada de una extraña, de la que poco se sabe, pero que muy pronto muestra su potencial destructor, la que sacude los cimientos de los vínculos de los más bien aburridos moradores de esa pequeña ciudad inglesa. Y muy pronto la extraña (interpretada con no demasiada solvencia por Hannah John-Kamen) demostrará con su accionar que las vidas estables y en apariencia inocuamente burguesas de esas familias en realidad cargan con un pasado no tan apacible. Que casi todos ellos guardan secretos de algún tipo, secretos que la extraña se encargará de agitar, llenándolos de destructivas dudas.

    El elenco es competente, especialmente la subinspectora de policía interpretada por Siobhan Finneran, quien le da a su personaje las dosis precisas de inteligencia y sensibilidad que necesita. Algo parecido ocurre con el policía retirado que hace Stephen Rea, quien a la postre revela una oscuridad espiritual que en los primeros capítulos apenas se intuye. En el caso del policía demente interpretado por Paul Kaye, en cambio, su oscuridad es evidente en el instante en que aparece en la pantalla. El resto es sobrio y balanceado, aunque no tiene demasiado desarrollo dentro de la trama.

    Tal como en sus novelas, Coben demuestra ser un buen alumno del también estadounidense Ross MacDonald. Como ocurría con el detective de este último, Lew Archer, aquí la policía se parece más a un equipo forense que registra los efectos del paso de la violencia, antes que un equipo capaz de prevenirla. Y esto se debe a que, nos dicen Coben y MacDonald, el crimen siempre tiene su origen en alguna historia familiar del pasado. Nada ocurre por primera vez cuando se trata de violencia y siempre es posible buscar su inicio en el tiempo. La historia que se nos cuenta es, entonces, un recorte dentro de una trama mayor, que puede involucrar a varias generaciones, aunque ante nuestros ojos pueda parecer un asunto adolescente. En ese sentido, No hables con extraños funciona como un artefacto coherente que nos permite atisbar fugazmente dentro de ese mundo de violencia contenida que, nos dice el autor, está en todas partes, incluso en aquellos que tienen una vida apacible y cómodamente burguesa.

    Si algo se le puede reprochar a la serie es cierta debilidad en el disparador de la destrucción a la que asistimos. No quiero decir que sean por completo improbables los motivos que tiene la extraña para armar ese tinglado en el que intenta manipular a los personajes. Pero la serie se maneja en otro nivel de complejidad, especialmente en lo que atañe a los aspectos afectivos que mueven a sus personajes. En todo caso, es una serie sólida, entretenida, que ofrece un puñado de enigmas y los resuelve de manera más que decorosa y atractiva. No es poco para estos tiempos de pandemia y televisión casi obligatoria.

    Vida Cultural
    2020-07-02T00:00:00