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Está bien, no es uno de esos maestros de la canción venerados a través de las generaciones ni quedará en la historia como un gran compositor. De hecho, salvo excepciones como Lust For Life, The Passenger, Candy, Louie Louie y Real Wild Child, sus canciones no han sido grandes éxitos radiales. Pero el primer concierto de Iggy Pop en Uruguay, el 12 de octubre en el Teatro de Verano, será un gran acontecimiento, porque estaremos ante un actor protagónico de la historia del rock, un género que hace rato que pertenece a personas que son abuelos, un género que hace rato perdió el aura de avanzada, un género que no está muerto, pero convive con gran cantidad de depredadores. Un género que está siendo reescrito por una legión de casi ancianos que están demostrando en los escenarios cómo envejecen aquellos abanderados de la eterna juventud.
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¿Por qué es tan importante este fibroso y melenudo hombrecito que apenas supera el metro y medio? Iggy Pop es el mojón principal en el camino hacia las raíces del punk-rock. Sin proponérselo y cuando aún no había sido acuñado el término punk —algo así como basura o mugriento— James Newell Osterberg Jr., un muchacho nacido en 1947 en un pueblo de Michigan, se presentó ante el mundo como Iggy Pop, y provocó un considerable derrame de desparpajo e innovación en la forma de tocar rock and roll. El primer acorde de I Wanna Be Your Dog, que abre el álbum The Stooges (1969), debut de Iggy and The Stooges, contiene el ADN de ese sonido sucio, obtenido en base a la amplificación exacerbada de la guitarra eléctrica. Junto a los experimentos electrificados de los Kinks y los Who y la crudeza de MC5, los Stooges forman parte de esos pioneros involuntarios de lo que años más tarde se conocería como Revolución punk. No en vano, además del natural “la iguana del rock”, Pop lleva desde hace 35 años el mote de “padrino del punk”. El segundo tema de ese disco clave, Search and Destroy, es una muestra cabal de esa nueva forma de rasgar las seis cuerdas, de esa lírica nihilista convertida en música y de ese aumento de los gritos y alaridos desaforados del cantante, que marcó claras diferencias con gran parte de los músicos de rock. Canciones como Down On The Street, remiten al planteo agresivo y libertario de Born To Be Wild, de Steppenwolf. Y No Fun, también incluida en esa obra seminal, describe esa sensación generalizada de apatía adolescente que se proyecta con fuerza hacia la juventud y que se traduciría luego en ese anarquismo vaciado de intelectualidad que promovieron bandas como los Sex Pistols y mucho después, Nirvana.
Si a todo esto le sumamos una absoluta radicalización de la performance en el escenario, la figura de Iggy Pop comienza a cobrar su real dimensión. Ya desde fines de los 60 el músico tuvo claro que su cuerpo sería una herramienta expresiva y artística tan importante como su música (bastante tuvo que ver en esto un tal Mick Jagger). Así, su torso desnudo se transformó en un ícono. Atlético y bien marcado hasta hace 20 años, baqueteado y celulítico más recientemente, pero siempre honestamente real. Pop fue capaz de cualquier cosa allá arriba: desde saltar a los brazos del público y permanecer un buen rato en ese orgásmico baño de masas —un disco en vivo de los Stooges fue bautizado In The Hands of The Fans—, untarse el pecho con carne cruda y manteca de maní, hasta cortarse la piel con botellas rotas para derramar su sangre en el proscenio. Por amor a la música, todo.
Pop fue salvado, literalmente, por su amigo David Bowie, quien lo levantó de las calles de Los Ángeles, entregado a la heroína, a mediados de los 70 y lo ayudó a recuperar su reputación artística produciendo en seis meses sus dos mejores discos: The Idiot y Lust For Life, ambos de 1977. Pero por más que los excesos se transformaron en rutina y que casi pierde la vida a manos del caballo y otros bichos, ha sabido ser bastante más que un duende del descontrol rockero. Es dueño de un grave y bien educado vozarrón, que cuando quiere lo transforma en un gran crooner. De hecho, en los últimos años se despachó con dos discos en francés, Preliminaires y Après, con versiones de sus preferidos de la chanson.
A los 69 años, con más de medio siglo de carrera y una obra considerable (25 discos de estudiio), Pop presentará en el Ramón Collazo el reciente Post Pop Depression, definido por no pocos críticos y fans como el mejor desde la época en que trabajó con Bowie. Será pocos días antes del estreno mundial del documental Gimme Danger, de su compatriota Jim Jarmusch, que narra el quinquenio en que al frente de los Stooges, con discazos como The Stooges y Raw Power, le pegó un sacudón de aquellos al rock and roll, que todavía le dura. Buena prueba de esa influencia global que ejerció y ejerce Iggy Pop es Hablan Por La Espalda, la banda de Fermín Solana que cumplirá el sueño del pibe: ser telonero de uno de sus héroes.