En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Max Von Sydow. Un metro noventa y tres de presencia cinematográfica. Siete décadas de trayectoria. Su marca en la pantalla tiene un carácter global e intergeneracional: emblema del cine arte europeo, también formó parte de clásicos y títulos inmensamente populares.
¡Registrate gratis o inicia sesión!
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Tuvo una carrera larga. Y también ancha: con un pie en Europa y otro en Hollywood, abarcó casi todos los géneros posibles. “Para mí no hay géneros superiores o inferiores. Solo merece la pena hablar de si una película tiene valores o no, si entretiene o no”, comentó a El País de España.
Sobrevivió a su propia leyenda, cuando a los 28 se convirtió en icono con su participación en El séptimo sello, de Ingmar Bergman, donde encarnó a Antonius Block, el cruzado que juega una partida de ajedrez con la Muerte. Forjó una filmografía atípica, de una versatilidad fuera de serie, trabajando con directores como George Stevens, John Huston, Woody Allen, David Lynch, Bille August, Arturo Ripstein, Wim Wenders, Steven Spielberg y Martin Scorsese.
El domingo 8 de marzo falleció en su casa de Francia, a los 90 años. Su último trabajo estrenado fue Kursk (2018), del danés Thomas Vinterberg. Y todavía queda Echoes of the Past, del griego Nicholas Dimitropoulos, sobre la masacre de Kalavryta por las tropas nazis en 1943.
Nacido como Carl Adolf Von Sydow el 10 de abril de 1929 en Lund, Suecia, se interesó tempranamente por el teatro, por más que a sus padres no les parecía que ser actor fuera una buena idea. En sus comienzos, por su altura, le ofrecían papeles de granjero. Y a pesar de que llegó a trabajar en más de 160 producciones para cine y televisión, las tablas fueron su “mayor placer”.
Obtuvo su primer papel en el cine en Tormento de amor (1949), de Alf Sjöberg, con quien volvió a trabajar el año siguiente en La señorita Julia. El giro trascendental llegó en 1955, cuando se mudó a Malmö con la intención de estudiar arte dramático. Allí conoció a Bergman, que se convertiría en su amigo y mentor. Primero trabajaron juntos en teatro, con la primera puesta europea de La gata sobre el tejado de zinc caliente, de Tennessee Williams. Dos años después grabaron el telefilme Herr Sleeman kommer y filmaron El séptimo sello. Así se inició una prolífica asociación creativa, plasmada en más de una docena de títulos, entre ellos Tres almas desnudas (también conocida como En el umbral de la vida), La fuente de la doncella (Oscar a Mejor película de habla no inglesa, entre otras muchas distinciones internacionales), Cuando huye el día, Detrás de un vidriooscuro, Fresas salvajes, Vergüenza, El rostroy la extraordinaria La hora del lobo. “Bergman tenía un gran sentido del humor”, dijo Von Sydow al diario británico The Guardian. “Me enseñó que cuando interpretas personajes clásicos no debes tomarlos demasiado en serio, porque son humanos”.
No fue lo que sucedió con su primera participación en una producción hollywoodense, La historia más grande jamás contada (1965), en la que interpretó a Jesús de Nazaret. Aquel rodaje estuvo marcado por la solemnidad, la rigidez y la gravedad. Todo iba demasiado en serio. “Fue como estar en una prisión”, recordó Von Sydow en una entrevista. “No podía fumar ni beber en público. (…) Tenía que mantener la imagen durante todo el día. Tan pronto como terminó el rodaje volví a casa en Suecia e intenté encontrar mi antiguo yo. Sentí que me habían dejado salir en libertad condicional. Me llevó seis meses volver a la normalidad.”
En Hollywood, por su tono de voz, su origen sueco y sus rasgos de raíces germánicas le sugerían papeles de villano o de figura religiosa. Algo que, con la repetición, le resultaba bastante aburrido. Así y todo, uno de sus trabajos más importantes fue, precisamente, el de un religioso. Con 43 años y varias capas de maquillaje encarnó al anciano padre Lankester Merrin, el sacerdote que enfrenta por primera vez al diablo en El exorcista, la obra maestra de William Friedkin. Así sumó otro papel icónico a su trayectoria. Y con él también se generó la imagen de que Von Sydow siempre fue viejo.
“Quiero variedad. Y la he tenido. Pero a veces ha sido difícil porque la gente tiende a encasillarte”, confesó. “Si has tenido éxito haciendo una cosa, quieren que copie ese éxito todo el tiempo. Y odio eso”. Buscando diversidad, se dio el gusto de interpretar papeles e intervenir en películas que dañarían la carrera de cualquier actor sin que se le moviera un pelo, como cuando dio vida al malvado Emperador Ming, en la aventura kitsch Flash Gordon. También actuó en otras adaptaciones de cómics como Conan el bárbaro, junto a Arnold Schwarzenegger, y El juez, con Sylvester Stallone, con el que también filmó Escape a la victoria, bajo la dirección de John Huston, con quien ya había trabajado en La carta del Kremlin. Pasó de La escafandra y la mariposa a Rush Hour 3. Y de ahí a La isla siniestra, de Martin Scorsese, la versión de Robin Hood de Ridley Scott, y Solomon Kane: Cazador de demonios.
Estuvo dos veces nominado al Oscar: como mejor actor en 1988 por su conmovedora interpretación en Pelle el conquistador, y como mejor actor de reparto en 2012 por Tan fuerte y tan cerca, cuando contaba con 82 años. Dirigió solo una película, Ved vejen, porque le fascinaba la novela en la que se basó el guion. Buscó directores, se la ofreció a Bergman, y al final el productor lo convenció de dirigirla él. Primera y única vez.
Cuando no estaba en Hollywood se encontraba filmando en Europa. Mantuvo una estrecha colaboración con su compatriota Jan Troell, otra eminencia del cine sueco, con quien trabajó en varios largometrajes, entre ellos el díptico Los emigrantes y La nueva tierra (nominada al Oscar como película extranjera), la crónica sobre una familia de campesinos suecos durante la segunda mitad del siglo XIX.
Fue Satanás en La tienda de los deseos malignos, un artista torturado en Hannah y sus hermanas, de Woody Allen, y el director de la unidad encargada de precrímenes de Sentencia previa, el thriller futurista y paranoico de Steven Spielberg basado en Philip K. Dick. Y estuvo en Duna, de David Lynch y, como Lynch, sobrevivió a ese gran fracaso. Fue Sigmund Freud en Las aventuras del joven Indiana Jones y la voz de Carl Jung en el documental Wisdom of the Dream (también prestó su voz como narrador en Europa, de Lars von Trier). Fue Eugene O’Neill en un filme para la televisión sueca y Otto Frank, el padre de Anna Frank, en otra producción para la televisión. Fue el abuelo de Heidi y el villano Ernst Stavro Blofeld en Nunca digas nunca jamás, de la saga James Bond. Estuvo en El despertar de la fuerza, de la nueva trilogía de Star Wars, y en uno de los últimos grandes fenómenos sociales y culturales nacidos de la ficción televisiva, Game of Thrones, en la que interpretó al Cuervo de tres ojos, trabajo que le valió una nominación al Emmy. Aceptó su papel en GOT sin haber visto la serie: “Lo importante para un actor mayor como yo es seguir trabajando. A menudo, me llegan guiones de padres o abuelos enfermos que mueren. Aburridísimos. Así que si aparece Game of Thrones o Star Wars me emociono”, había dicho en una entrevista. “Espero seguir con esta suerte”.