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    Disciplina china versus espíritu caribeño

    Antes de ser héroe de historieta (ya se describen, dentro de ese género, las andanzas de Chávez en el Cielo, asesorando a Dios, poniendo pontífices en Roma y eliminando “enemigos del pueblo” por doquier), el bolicomandante le ofreció a China petróleo a cambio de plata. Fue juntar el hambre con las ganas de comer.

    En diferentes ocasiones o, mejor dicho, en diferentes cuotas (la última fue a mediados de mayo), China le ha prestado a Venezuela 42.000 millones de dólares. Circula desde hace tiempo el dato de que el convenio sino-venezolano estipula un total de préstamos por 160.000 millones de dólares. Eso no me parece factible, pues Venezuela no lo podría pagar ni mandándole a Pekín la faja del Orinoco íntegra, con palmeras y todo.

    El pago de esta creciente deuda se hace (y aquí viene la cláusula bonita para Caracas y Pekín) con petróleo. Uno de los que más saben sobre el tema, Rafael Ramírez, ministro de Petróleo y Minería de Venezuela y presidente de PDVSA (Petróleos de Venezuela SA), anunció durante la visita del presidente chino a Caracas en mayo pasado que Venezuela, durante el último año, ha enviado 626.000 barriles diarios (¡diarios!) de crudo a China.

    Uno de los motivos principales de la visita del recientemente electo presidente chino Li a Caracas (si no el principal) fue el de ajustar los detalles para el desembolso de otros cuatro mil millones de dólares. Ese dinero está destinado a aumentar la producción de Sinovesa, que es una empresa chino-venezolana que opera en la faja petrolífera del Orinoco.

    Venezuela, a través de PDVSA, tiene el 60% de las acciones de Sinovesa, mientras que China controla el 40% restante. Y aquí viene el dato inquietante para los chinos: la empresa mixta produce solamente 140.000 barriles diarios. No es siquiera capaz de producir la cuarta parte de lo que debe enviar Venezuela para pagar su deuda con Pekín.

    Repasemos los números. ¿Qué cantidad es 626.000 barriles de crudo por día? ¿Es mucho? ¿Es poco? Es, de cualquier manera, el 23% de la producción total actual de petróleo de Venezuela. Es muy importante señalar eso de “producción actual”, pues por problemas solamente explicables para quien se interne en el colorido mundo latinoamericano, dicha producción disminuye constantemente en vez de crecer (es como en Argentina, pero peor).

    Una explicación racional a esta extraña paradoja (más reservas de crudo se encuentran, menos petróleo se extrae) es la siguiente: PDVSA destina más del doble de dinero a los planes sociales del gobierno que a la inversión en infraestructura, proyección, etcétera.

    Este dato no es un detalle menor, pues las exportaciones de PDVSA representan más del 90% de todas las entradas del país. Por eso, debido a esa fuerte capacidad económica, la empresa financia el 50% del gasto público nacional. Al aumentar constantemente el gasto público, y al disminuir cada vez más la producción petrolera, todos los números van en la dirección equivocada y se vuelven rojos. Rojísimos.

    Sabiendo todo esto comprendemos que el envío diario de 626.000 barriles de petróleo a China, y otros 100.000 barriles diarios a Cuba, implican una brutal sangría a las cuentas venezolanas y aceleran el descalabro de una economía que hace agua por todos lados y que hoy, como se ha hecho famoso en todo el mundo y adyacencias, no puede siquiera producir papel higiénico y debe agradecer los rollos que solidariamente le manda la Bolivia de Evo Morales.

    Por lo menos, para eso sirve el Alba: para ir alba-ño…

    La presencia de China en Venezuela comenzó teniendo un objetivo claro: maximizar las compras de petróleo, que es un factor decisivo en su creciente economía. Hoy, sin embargo, los chinos tienen preocupaciones más urgentes. La principal es asegurarse que Venezuela pueda cumplir con el contrato y no reduzca los envíos pautados por falta de producción.

    Con una muy pedagógica experiencia a cuestas (Pekín y Caracas han firmado más de 350 acuerdos de colaboración en los más diversos campos, pero casi ninguno de ellos ha salido del papel a la realidad) a Pekín le entró el nerviosismo y comprendió que la única manera de que el petróleo venezolano verdaderamente siga afluyendo a sus puertos es intervenir directamente en la extracción del crudo. Esto implica aumentar su capital accionario en la empresa mixta (Sinovesa) y acrecentar la cantidad de técnicos chinos en Venezuela para dirigir los trabajos.

    Como eso no será suficiente (adelanto yo aquí y ahora), pronto se enviarán también obreros chinos, para que hagan lo que los obreros venezolanos no son capaces de hacer. Y para proteger a esa creciente población nacional en uno de los países más violentos del mundo, Pekín también deberá mandar militares. Y así, un poco por querer y un poco por deber, la faja del Orinoco se convertirá en un verdadero territorio chino en este continente.

    Así comenzó la penetración de Pekín en África. China, el gran imperialismo del siglo XXI, avanza ahora en América Latina.