Era una incógnita saber cómo se adaptarían al país, luego de que transcurriera un tiempo prudencial. Hoy, dos años después de su liberación en Montevideo, los ex presos de Guantánamo forman parte de la sociedad uruguaya, aunque con dificultades. El caso más problemático es el del sirio Jihad Diyab por sus reiteradas huelgas de hambre y su firme intención de irse del país. Los otros cinco refugiados quieren quedarse en Uruguay, pero conseguir un trabajo estable sigue siendo un problema.
“Ninguno de ellos va a conseguir trabajo con el Gallito Luis abajo del brazo. No es así para ellos, lamentablemente”, afirmó.
Mirza repasa cada uno de los casos y “aún con esas dificultades” el “balance es muy positivo”. Separa por un lado el caso de Diyab, respecto al cual opina que “a esta altura la solución es que se vaya”, y el de los otros cinco ex presos, “que tuvieron una actitud totalmente distinta”.
El empresario.
El sirio Ahmed hizo su camino propio y creó una pequeña empresa dedicada a la producción y venta de dulces árabes. Se llama NUR, que en árabe significa “luz”. Fue de los primeros en conseguir trabajo, y lo hizo en una empresa de servicios en el centro de la ciudad, donde se empleó desde el año pasado hasta lanzar su emprendimiento hace algunos meses.
Días atrás estuvo liderando la presentación de NUR en la Feria de la Integración en el Parque Rivera, y también lo hizo en la Feria de las Migraciones en octubre. Además, forma parte de grupos de ciclistas que recorren el interior del país, tomó cursos de gastronomía y tiene un buen manejo del idioma español. Desde el año pasado está en pareja con una uruguaya.
Mirza lo coloca como el ejemplo de una “integración exitosa”.
El futuro ciudadano.
El sirio Ali fue el que más rápido se adaptó. Desde el año pasado vive con su pareja en Pocitos y tiene trabajo como profesor de idiomas. Su proyecto futuro es quedarse en el país. En los últimos meses tomó cursos de computación y de comercio exterior en la Escuela Francesa de Negocios y pretende trabajar en ese rubro.
Habla español sin problemas. Y le dijo a Mirza que cuando esté habilitado iniciará el trámite para obtener la ciudadanía uruguaya. En el caso de ser soltero los extranjeros pueden solicitarla luego de cinco años en el país, pero por convivir con su pareja el tiempo requerido se reduce a tres años.
El irrecuperable.
El sirio Jihad Diyab ha sido el que más dolores de cabeza le generó al gobierno. Reclamos frente a la embajada de Estados Unidos, salidas del país sin avisar y los cerca de 70 días que estuvo en huelga de hambre —por momentos sin tomar líquidos, lo que lo llevó a caer en coma— le dieron la imagen de “conflictivo”. Esa fue la justificación que recibía la Cancillería cuando otros países se negaban a recibir a Diyab.
Desde su llegada fue el más reservado. No quería que le tomaran fotos, y durante las primeras semanas le costaba salir de su habitación en la casa que les concedió el PIT-CNT. Mientras los demás formaban sus nuevas familias, Diyab pidió que lo reunificaran con su esposa e hijas, pero eso nunca se concretó. Los días del refugiado en Uruguay pasaron entre reproches tanto al gobierno norteamericano como al uruguayo.
Nunca dejó de militar por la liberación de los que aún están presos en Guantánamo y eso trajo los primeros problemas. En febrero de 2015 viajó a Buenos Aires y dio una serie de entrevistas reclamando el cierre de la mítica cárcel en territorio cubano, pero Migraciones de Argentina lo deportó. Su problema, que se mantiene hasta el día de hoy, es que Uruguay le permite salir, pero debe ser aceptado por el país al que desee ingresar.
En el pasado, Ramadán se fue por sus propios medios al Chuy, cruzó la frontera y atravesó Brasil a pocos días de iniciarse los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Su partida sin aviso encendió la alarma, al punto que una aerolínea envió una alerta por Diyab. Semanas después apareció en el consulado uruguayo en Venezuela pidiendo viajar a Turquía, donde está su familia en un campo de refugiados. Fue deportado nuevamente a Uruguay y comenzó su larga huelga de hambre con un único reclamo: irse del país.
Mirza, que participó del proceso de negociación con Diyab y renunció a ser el nexo para él con el gobierno, asegura que “no hay margen para que pueda reinsertarse”. Y recordó una de sus últimas charlas con el sirio:
—Uruguay te está buscando un país árabe musulmán. También abrió el abanico a países no árabes musulmanes. ¿Querés que lo siga abriendo?
–Sí, que siga.
–¿Puede ser un país laico o alguno cristiano u occidental?
–Sí, sí, sí. Cualquier país que me respete a mí y a mi familia.
–¿Entonces Uruguay no te respeta y te sirve cualquiera antes que nosotros?
–Sí, cualquier otro.
“Con esa situación es muy difícil desandar todos los errores y que decida radicarse acá. Para mí es un caso irrecuperable”, agregó Mirza.
El pasado 23 de octubre Diyab levantó la huelga, luego de que la sociedad civil consiguiera un país que lo reciba. Eso informó el autoproclamado grupo de apoyo del refugiado en un comunicado. Se esperaría a que recuperara su condición física tras 68 días sin comer y cuando estuviera en condiciones se iría del país. Pasaron 45 días y sigue en su apartamento en el Centro.
Fuentes del gobierno dijeron a Búsqueda que “no existe el supuesto país” y que “fue solo una salida a la huelga”. “Si debe aceptarlo un gobierno, es difícil que la sociedad civil logre lo que no logró la gestión diplomática”, dijo uno de los informantes.
El único soltero.
Omar Faraj vivió dos años intensos, con alegrías y frustraciones. El sirio se casó con Irina De Posadas, una uruguaya que se convirtió al Islam y cambió su nombre a Fátima, y se mudó a vivir con ella. Su boda fue en junio de 2015, una ceremonia religiosa, no ante el Registro Civil. En enero pasado su esposa lo denunció ante la Policía por violencia doméstica. Se separaron y Omar debió pasar 120 días con una tobillera electrónica que no le permitía estar a menos de 500 metros de Fátima por orden de la Justicia.
Hoy está soltero y vive solo en un apartamento en el Centro. Cumplido el plazo se le quitó la tobillera y no hubo ninguna otra medida. Este año sacó la libreta de conducir y comenzó a trabajar en el parking junto al tunecino Adel.
El que se quería ir.
El palestino Mohammed Tahamatan mantuvo un perfil bajo. Pese a intimidar con sus cerca de 2 metros de altura, el refugiado siempre estuvo alejado de las protestas de sus compañeros. No estuvo frente a la embajada norteamericana en mayo de 2015 y rápidamente inició una nueva vida. En setiembre pasado su familia palestina lo visitó en Montevideo, estuvieron una semana y luego retornaron a su país.
Mirza relató que el objetivo de Tahamatan era volver a Palestina hasta que conoció a Aziza, una uruguaya convertida al Islam. Al poco tiempo se casaron y tuvieron un hijo. Viven en el barrio Buceo y el proyecto del palestino pasó a ser quedarse con su familia en Uruguay.
“Para los árabes construir futuro necesariamente pasa por construir familia. Y construir familia necesariamente pasa por tener una mujer e hijos. Es así ¿Cómo hago para hacer proyecto de vida en esta tierra? Familia, y por eso él elige quedarse aquí”, explicó Mirza.
El palestino es uno de los que no consiguió trabajo. Por ello Mirza insiste en que “hay que hacer un esfuerzo superlativo para lograr una inserción laboral estable”. Pide que haya “una decisión política” y que “los empresarios que tanto hablan de la responsabilidad social aporten lo suyo”.
El que se casó dos veces.
El tunecino Adel Bin Mohammed El Ouerghi fue el primer refugiado en casarse en Montevideo. Su esposa era Roma Blanco, otra de las uruguayas que se convirtió al Islam y cambió su nombre a Samira. Se mudaron a un pequeño apartamento en la Ciudad Vieja y pocos meses después ella lo denunció por maltrato. “Me amenazó con cortarme la cabeza a mi hermana y a mí utilizando una cuchilla de cocina”, dijo Samira en aquél entonces a “Telenoche”. En febrero la Justicia resolvió que Adel debía usar una tobillera durante 90 días.
Su familia vino de visita a principio de este año, estuvieron con él 15 días y retornaron.
Se cumplió la medida y unos meses después fue contratado en el parking para comenzar a trabajar, principalmente para ayudar en el lavado de los autos. Mientras, se contactó con una amiga suya que vivía en Túnez. Ella decidió abandonar su país para mudarse a Uruguay y Adel se casó con ella.
Información Nacional
2016-12-08T00:00:00
2016-12-08T00:00:00