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    Dos por uno

    Puente de espías, la nueva asociación de Spielberg y Hanks

    Colaborador en la sección de Cultura

    Steven Spielberg, uno de los pocos cineastas independientes que en verdad puede hacer lo que quiere dentro de Hollywood, se asocia con su amigo Tom Hanks para tomar un pedacito poco conocido de la historia y hacer con ese pedacito pequeño algo grande.

    Spielberg y Hanks: juntos trabajaron en Rescatando al soldado Ryan, portentoso drama épico ambientado en la invasión a Normandía, durante la II Guerra Mundial, un filme libremente inspirado en un caso real en el que un batallón iba a buscar al único recluta que quedaba vivo de una familia de cuatro hermanos. Además de producir las series televisivas Band of Brothers y The Pacific, ambas para HBO, ambas desarrolladas en el mismo marco del conflicto bélico, la sociedad Spielberg-Hanks ha generado otras dos ficciones inspiradas en hechos reales. La terminal, un paso de comedia al borde del absurdo en un aeropuerto, con protagonismo absoluto de Hanks, y vagamente basado en el caso del refugiado iraní Mehran Karimi Nasseri. Y Atrápame si puedes, sobre la vida del estafador Frank Abagnale Jr., uno de los mejores largometrajes del cineasta, un policial redondo, con humor y vértigo, con Leonardo DiCaprio en la cima, y con el actor de Forrest Gump en un papel secundario. Ahora llega Puente de espías, que desembarca en la cartelera sin hacer mucho ruido. Una demostración de que estos señores tienen particular interés por trasladar historias reales. Y una demostración, también, de que estos señores tienen que juntarse más seguido.

    El caso real fue el de un abogado especializado en seguros, James B. Donovan, quien en 1957 tuvo a su cargo la defensa de Rudol Ivánovich Abel, alias de Vílyam Génrikhovich Fisher, un espía ruso que operó en Nueva York durante el amanecer de la Guerra Fría. Básicamente, que Donovan defendiera a Abel servía para demostrarle a la opinión pública —y al mundo— que Estados Unidos era el Templo Universal de la Justicia. El asunto es que Donovan, realmente, era un tipo que creía en eso. A pesar de que al principio no estaba del todo de acuerdo —“Me van a odiar, pero al menos perderé”, gran frase—, el abogado neoyorkino se lo tomó en serio y buscó para Abel un juicio justo, intentó hacer lo correcto y evitarle la pena de muerte. Luego ocurrió lo siguiente: en 1962, el Ejército de la Unión Soviética derribó un avión espía U2 que sobrevolaba su territorio y el piloto estadounidense Francis Gary Powers fue condenado a 10 años de cárcel. La CIA recurrió al buen abogado, el excelente negociador que había defendido a ese ruso asqueroso, y le pidió que le diera una mano para realizar un canje de prisioneros en Berlín.

    La verdad, la historia es un poco más emocionante. Y así lo desarrollan Spielberg, con Hanks como Donovan y Mark Rylance, soberbio, con una claridad rotunda, como el enigmático espía ruso Rudolf Abel. La base es el guion que escribió el británico Matt Charman (el mismo de Suite francesa, de próximo estreno), un libreto que fue retocado por los hermanos Ethan y Joel Coen, los mismos de Fargo y Sin lugar para los débiles, y que se puede adivinar, tal vez, en algunos tramos sombríos, en diálogos salpicados de humor y en algún chiste cinéfilo.

    Desde el comienzo, con la presentación de ese personaje increíblemente impenetrable, misterioso y silencioso que es Abel, Puente de espías avanza con movimientos mínimos, sutiles, siguiendo al personaje en sus rutinas, la música, la oscuridad y la tensión llegarán después, cuando ya haya pasado quizás una hora de metraje. Es conmovedora e inquietante la serenidad y la entereza de este señor, que tan manso pinta cuadros en el parque. Ya desde el momento en el que los agentes del FBI lo vienen a buscar y sale fumando del baño como si nada, uno ni sospecharía. Donovan se arma por medio de su entorno familiar y laboral, a través de las charlas y discusiones en la mesa, la relación de complicidad con su esposa (Amy Ryan), cuando deciden no decirles a sus hijos ciertos detalles del trabajo de su padre.

    La reconstrucción histórica, entre el resplandor y la penumbra, no puede ser más precisa y realista, y el director de fotografía Janusz Kaminski dispone de los escenarios para crear una densa atmósfera de cine negro. Hay, por supuesto, momentos Spielberg, como la secuencia en la que derriban el avión espía U2, una muestra de maestría, o la instancia en la que Donovan contempla desde el tren lo que ocurre en el Muro de Berlín.

    Puente de espías, como La Lista de Schindler, Rescatando al soldado Ryan, La guerra de los mundos o Lincoln, cuenta con un protagonista salido de la familia spielbergiana básica. Donovan es un hombre que no deja sin terminar aquello que ha empezado. Y que, de paso, aprovecha para hacer un poco mejor lo que ya empezó. Ya que está en el baile, el abogado intentará salvar a un estudiante de economía, Frederic Pryor, que estaba del lado equivocado de Berlín cuando construían el muro, y hacer un dos por uno. Hanks compone un personaje que es bien Hanks, un tipo firme y cálido, estadounidense hasta la médula, que respeta las leyes y cree profundamente en las instituciones, pero, por sobre todo, en las personas. Vengan de donde vengan. Uno de los argumentos que utiliza para defender a su acusado es: “No podemos decir que es un traidor alguien que se comportó como un verdadero soldado”. Ese es el valor de Donovan. La Guerra Fría es un buen marco para hablar de otras guerras. Así las cosas, es difícil dejar de lado la resonancia que esta historia pueda tener con lo que sucede del otro lado, por fuera de la pantalla, porque ya conocemos a Spielberg: es muy bueno en esto de usar el futuro o el pasado para hablar del presente.

    Puente de espías. (Bridge of Spies). EEUU, 2015. Dirección: Steven Spielberg. Guion: Matt Charman, Ethan Coen y Joel Coen. Con Tom Hanks, Mark Rylance, Alan Alda, Amy Ryan, Eve Hewson y Peter McRobbie. Duración: 141 minutos.

    Vida Cultural
    2015-11-05T00:00:00