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La historia clínica electrónica es una idea que el Ministerio de Salud Pública (MSP) persigue con obsesión desde hace ya unos cuantos años. Sistematizar y digitalizar montañas de papeles con información y antecedentes varios sobre los pacientes de todo el sistema de salud es algo que, aunque todavía no se concretó, ya puede verse asomando en el horizonte. El ministro de Salud, Jorge Basso, se ha ido poniendo plazos. Primero fue 2018, y hace poco aseguró que será 2020 el año en que todas las mutualistas y los hospitales públicos tendrán los datos clínicos de sus usuarios adentro de una computadora. Este es solo un ejemplo de la automatización como sinónimo de un avance con beneficios innegables. Pero que también puede suponer un problema.
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De acuerdo a un estudio elaborado por la Cámara Nacional de Comercio y Servicios del Uruguay, en el sector Salud un 22% de los trabajos tienen alto riesgo de desaparecer en un plazo mediano. Se trata de actividades en centros de salud —en su mayoría administrativas— que tienen un riesgo de robotización mayor al 70%.
El diagnóstico, al que Búsqueda tuvo acceso, fue hecho a pedido del Programa de reconversión laboral en el marco de la incorporación tecnológica y la sustentabilidad ambiental (Progretec). Si se hace un desglose de los números, el rubro “Actividad de hospitales”, que nuclea a unas 77.800 personas y supone un 57% del sector salud, es el que más riesgo tiene de automatización. Es una área que no comprende a los médicos y odontólogos, profesionales que tampoco están 100% a salvo de la robotización pero cuya pericia técnica, conocimientos y capacidad de improvisación los mantienen por el momento lejos de la zona de riesgo.
El informe señala a modo de conclusión general que la tecnología “todavía está lejos de las personas en materia de originalidad para solucionar problemas” y aún “tiene mucho por mejorar en destreza para realizar movimientos coordinados como agarrar o ensamblar objetos delicados, así como para trabajar en posiciones incómodas”. Y añade que la mayor barrera a la automatización viene por el lado de la empatía, es decir, la capacidad para ponerse en el lugar del otro, que es “inherente a la condición humana”.
El programa Progretec, en conjunto con el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop) tiene como objetivo general desarrollar y transferir conocimientos y capacidades que permitan a trabajadores y empresarios “aprovechar las oportunidades y enfrentar las amenazas que supone el proceso de cambio tecnológico, así como la automatización de procesos”.
El informe ya fue visto por distintas cámaras de mutualistas. Y aunque aún no fue analizado en profundidad, fuentes del sector señalaron a Búsqueda que existe “cierta inquietud” de que este escenario derive en un aumento de la conflictividad de cara a los próximos años.
Según el documento, que fue realizado con el aporte de la Escuela de Negocios de la Universidad de Montevideo (UM), el éxito en el proceso de incorporación de tecnología depende en gran parte de la calidad de los recursos humanos disponibles que tiene la empresa. Es decir, la capacitación y reconversión de tareas que se pueda aplicar a los funcionarios jugará un rol clave.
Los cuellos de botella
En el documento de Progretec se explica que hay tres cuellos de botella de la automatización. El primero es la percepción y manipulación, y comprende a la habilidad para realizar movimientos coordinados para agarrar, manipular o ensamblar objetos, y la habilidad para trabajar en espacios que impliquen posiciones incómodas; el segundo es la inteligencia social: alcanzar acuerdos pese a las diferencias entre las partes (negociación), ser consciente de las reacciones de los otros y entenderlas (percepción) e influir a otras personas para cambiar su pensamiento o comportamiento (persuasión). El tercer cuello de botella es la capacidad creativa: la habilidad para producir sensaciones a través del arte y la originalidad para generar nuevas ideas o desarrollar maneras creativas para solucionar problemas.