Las relaciones entre Estados Unidos (EEUU) y los países de América Latina han sido tradicionalmente problemáticas. Durante el siglo pasado la mayoría de los latinoamericanos, y la izquierda en particular (pero no solamente la izquierda), veían a EEUU como la potencia imperialista que solo defendía sus intereses sin considerar los de los países latinoamericanos. Pero desde el fin de la guerra fría, en un mundo más multipolar, las cosas están cambiando. También en Uruguay, gobernado por la izquierda desde 2005. Desde esa fecha los principales líderes del Frente Amplio han tenido actitudes diferentes a las del discurso tradicional de la izquierda hacía los EEUU. Mujica ha seguido dando pasos en la misma dirección que Vázquez, pero con énfasis y estilos diferentes. Aunque las dirigencias intermedias de la izquierda no parecen compartir esos cambios, parece que los votantes sí los comparten, aunque, como se verá, con matices.
Los Estados Unidos son mal vistos desde el corazón de las tradiciones de la izquierda uruguaya por al menos tres razones. Primero, porque desde hace setenta años (desde el final de la Segunda Guerra) los EEUU son la potencia dominante que además encarna de la manera más perfecta posible la organización social y económica que esa misma izquierda ve como el gran enemigo de la humanidad, el capitalismo (particularmente en su versión anglosajona más liberal, que no es solamente norteamericana).
Segundo, porque desde el siglo XIX ha sido una potencia regional imperialista para con nuestros hermanos y primos de la región, especialmente con los del norte: México, el Caribe, los países del Istmo y Colombia. “Imperialista” en el sentido más tradicional del término: usar su primacía militar y económica para conquistar territorio, limitar soberanías ajenas e imponer ventajas económicas para sí mismos. Esta visión (los EEUU imperial) no era patrimonio exclusivo de la izquierda: tendía a ser compartida por los nacionalismos latinoamericanos de izquierda o de derecha, conservadores, liberales o socialistas.
Tercero, porque en los años de formación de los que hoy son los principales líderes de la izquierda nacional (Astori, Mujica, Vázquez) toda la izquierda creía firmemente que el desarrollo económico y la democracia eran imposibles en sociedades “dependientes” como las latinoamericanas. También porque de alguna manera, en distintas versiones y argumentos, los EEUU eran “el” agente histórico que encarnaba y determinaba esa imposibilidad.
Desde el principio de este siglo dos procesos convergentes de naturalezas muy distintas comenzaron a cambiar esas convicciones en la izquierda regional (y fuera de ella). Por un lado, la evolución de las ciencias sociales y el desarrollo de la historia social y económica de la región. Por otro lado, el final de la guerra fría, la emergencia de un mundo multipolar, y los cambios en las políticas de los EEUU hacia la región (uno de cuyos hitos más visibles fue el retorno del Canal de Panamá a los panameños).
De las tres familias de argumentos anteriores, la primera (el capitalismo como obstáculo para el progreso humano) y la tercera (la imposibilidad absoluta del desarrollo y la democracia en los países “dependientes”) son vistas ahora desde la izquierda en términos bastante diferentes a los dominantes cincuenta o sesenta años atrás. La segunda familia de argumentos (el imperialismo histórico de los EEUU en la región) sigue en pie, pero tanto desde la izquierda como desde la derecha esa historia es vista con más matices. Pero esa es la historia; ya no es el presente. Las cosas están cambiando, y la posibilidad de afirmar esos cambios en direcciones más útiles para todos los involucrados está, en parte, en las manos de los propios latinoamericanos.
En Uruguay estas ideas cambiantes son visibles sobre todo entre las elites, incluidas las de la izquierda. Pero no son todavía ideas dominantes entre los activistas y cuadros intermedios de la izquierda. Hasta hoy, sus liderazgos no han encarado frontalmente estos asuntos, aunque sí han dado pasos claros en esa dirección.
Durante el gobierno de Vázquez el viaje del presidente a Vietnam y su discurso público (“los vietnamitas tienen un Tratado de Libre Comercio con los EEUU”, cosa que aquí podía entenderse como “hasta los vietnamitas tienen un TLC con los yanquis”, o la famosa metáfora del tren que podía no pasar dos veces) son, deliberadamente o no, ensayos docentes en esa dirección. Pero todo sugiere que no fueron particularmente bien recibidos por la mayoría de los “activistas y cuadros intermedios” de la izquierda. En este plano, ¿qué ha pasado o está pasando en el gobierno Mujica?
El viaje de Mujica
a los EEUU
En mayo el presidente Mujica viajó a EEUU, en una gira considerada por el grueso de los observadores como un éxito diplomático. Una robusta mayoría de los uruguayos (62%), efectivamente, cree que ese viaje fue positivo para Uruguay; solo un 13% lo juzga negativamente (Cuadro 1).
Todos los grandes grupos sociode mográficos y políticos comparten el juicio mayoritario, pero con diferencias a veces importantes en los acentos. Por ejemplo: los montevideanos lo ven más favorablemente que los residentes del interior; a más educación formal, más favorable el juicio sobre el viaje; los adultos jóvenes y los veinteañeros son los más entusiastas, y los de 60 y más años son los menos entusiastas. Pero las diferencias encontradas según lugar de residencia, educación o edad son relativamente modestas.
Las preferencias partidarias muestran los juicios más diferenciados. El 85% de los que piensan votar al FA dicen que el viaje fue positivo, porcentaje que se reduce a 44% entre los votantes blancos, y a 34% entre los colorados (las opiniones coloradas están muy divididas: 34% a favor, 29% en contra).
Recibir en Uruguay presos de
Guantánamo
La iniciativa de recibir en Uruguay a un grupo de presos de Guantánamo, en cambio, es vista negativamente por casi todos. Solo el 30% de los uruguayos la aprueba, y una mayoría absoluta, exactamente 50%, la desaprueba (Cuadro 2). Los más jóvenes, los menos educados y los residentes en el interior, en ese orden, son los que más desaprueban esta idea.
Las preferencias partidarias vuelven a mostrar los juicios más diferenciados. Las opiniones de los votantes del FA están bastante divididas, y una mayoría relativa (48%) aprueba la idea; el 30% la juzga negativamente. Los votantes blancos y colorados, en cambio, responden prácticamente de la misma manera, y están masivamente en contra: casi las tres cuartas partes desaprueban (74% entre los blancos, 73% entre los colorados) y solo un 13% aprueba.
Conclusiones
preliminares
A primera vista, entre las iniciativas de cambios hacia los EEUU de Vázquez y Mujica hay algunas diferencias notorias. Vázquez fue directamente “a las cosas” (y cosas grandes, sin duda): buscaba un TLC. Con ese fin llegó a tener buen trato con figuras muy poco aceptables para la izquierda, como Bush. Su meta era realista, pero no muy atenta a las sutilezas de la política criolla.
El enfoque de Mujica parece mucho más gradualista, “blando”, y abarcador. No pretende (al menos no ahora) un TLC. Desarrolla cuidadosamente el vínculo diplomático con los EEUU, mostrándolo como un instrumento para otros objetivos, estos sí vistos favorablemente por la izquierda: contribuir a la mejora de los vínculos entre EEUU y Cuba (y a terminar el embargo económico); potenciar la posición diplomática del Uruguay en la región, ayudando por esa vía la candidatura del canciller Almagro a la secretaría general de la OEA, cosa que en este marco es bien vista por buena parte de la izquierda. Pero si hoy buscamos su secretaría general, mañana ya no podemos volver al discurso tradicional de la izquierda contra la OEA.
Mujica “personaliza” ostensiblemente el vínculo con los EEUU en su embajadora, Julissa Reynoso, una latina perfectamente bilingüe, algo así como la antípoda de Bush. Cuánto de todo esto es deliberado, y cuánto responde al famoso pragmatismo tupamaro encarando las circunstancias a medida que van apareciendo, es materia opinable. Pero en cualquier caso contribuye al proceso de cambio de las actitudes de la izquierda hacia los EEUU. Aunque los votantes de la oposición sean menos entusiastas respecto a estas iniciativas, por ahora los votantes de la izquierda parecen dispuestos a seguir a su presidente por ese camino.
© Luis E. González. Derechos reservados (especial para Búsqueda).
Información Nacional
2014-07-10T00:00:00
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