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    El IAVA, un liceo con “mística” al que todos quieren ir, es escenario frecuente de expresiones “disruptivas” que desafían la tradición

    Alumnos que salen de un ropero colocado en el patio del liceo con carteles que dicen “soy gay”, “soy transexual”, “soy bisexual”, “soy heterosexual”, en una “salida del closet general representada durante el mes de la diversidad. Alumnos que interrumpen las clases para recitar poemas o representar pasajes de obras teatrales. Alumnos vestidos de negro que bailan y caen al suelo, “en memoria por los crímenes de la dictadura”. Alumnos que reciben a una ministra con cascos de obra en reclamo de soluciones edilicias. Alumnos varones que lucen polleras para exigir baños de “géneros-neutrales” y cambios en la normas de vestimenta de Secundaria.

    Las “performances” o intervenciones artísticas son habituales entre los estudiantes del Instituto Alfredo Vázquez Acevedo (IAVA), una tradicional institución de la educación secundaria que tuvo entre su alumnado a varios expresidentes y al actual mandatario, Tabaré Vázquez.

    “Nada nos asombra”, dice a Búsqueda Olga Acosta, secretaria del IAVA desde hace cuatro años. “Este debe ser el liceo con más grupos artísticos del país. La dinámica de las intervenciones es muy cotidiana. Suelen verse escenificaciones en los patios, en los pasillos, en las aulas. Hasta hay un ataúd con el que hacen representaciones artísticas”, cuenta.

    Para la directora general del Consejo de Educación Secundaria (CES), Ana Olivera, el IAVA es desde hace años escenario de frecuentes “expresiones disruptivas que forman parte de su mística”.

    El liceo tiene alrededor de 3.000 alumnos: 1.600 en el turno diurno, 1.000 en la noche y 500 entre las tutorías. Los grupos suelen ser numerosos, a veces más de 40 alumnos por clase, y el nivel de aprobación es “bastante alto” en Artístico, Ingeniería y Derecho. En 2017 aprobó el 70 % de los estudiantes.

    “Todo el mundo quiere venir al IAVA”, dice Acosta. Asegura que es uno de los liceos más solicitados en Montevideo, con alumnos de todos los barrios, y que los padres hacen “cualquier cosa” por inscribir a sus hijos allí, incluso falsear direcciones.

    Los grupos suelen ser numerosos, a veces más de 40 alumnos por clase, y el nivel de aprobación es “bastante alto” en Artístico, Ingeniería y Derecho.

    “Yo quería ir al IAVA sí o sí. Insistí a mis padres hasta que conseguí el pase”, cuenta Chiara Leggia­dro, de 19 años, egresada de Artístico en 2016 e integrante del colectivo LiberArte. Casi todas las movidas surgen del gremio estudiantil, explicó a Búsqueda. “Lo de la salida del armario, el ‘pollerazo’, el baño ‘sin género’, son cosas decididas en asambleas y plenarios”.

    “Si hay una doble figurita sellada en el sistema secundario es entrar al IAVA en el turno matutino”, afirma Isabel Jaureguy, consejera de Secundaria electa por los docentes y exdirectora del liceo. “Dar clases en el IAVA es como jugar en el Barça”.

    Humedades y palomas

    Los techos de tejas cerámicas del IAVA, con su decoración geométrica y colorida, asoman tras los más adustos de la Universidad de la República. Ambos edificios comenzaron a construirse en 1909 sobre los terrenos del llamado Antiguo Parque. El arquitecto Alfredo Jones Brown proyectó lo que luego sería el IAVA, una mezcla de elementos clásicos y modernistas inspirada en la Escuela de Bellas Artes de París. La construcción y expropiación de los terrenos supuso una inversión de un millón de pesos de la época.

    A fines del siglo XIX la enseñanza secundaria aún no se había desligado de la Universidad. Lo que ahora es Secundaria entonces era la rama anexa Sección de Enseñanza Secundaria y Preparatoria. El cambio se dio gracias al rector universitario que da nombre al centenario edificio, Vázquez Acevedo. Entre 1887 y 1916 la cantidad de inscriptos en educación secundaria se multiplicó por diez, de 300 a 3.300 alumnos.

    Al ser el primer centro de enseñanza secundaria, el IAVA se erigió como un símbolo del pasaje hacia la universalización educativa. Inaugurado en 1911 y declarado Monumento Histórico Nacional en 1976, el majestuoso edificio consta de dos pisos y patios entre galerías, columnas y un subsuelo con murales también “intervenido” por los alumnos. Sus muros resisten el tiempo entre ladrillos, hierro y cemento.

    “Si hay algo que destaca al IAVA es su mística histórica. Es el liceo preuniversitario original, fundado en 1911. Es también ‘el liceo de los presidentes’”, destaca Jaureguy. Por sus aulas pasaron, además de Vázquez, José Mujica, Jorge Batlle y Julio María Sanguinetti.

    El liceo forma parte del polo cultural y educativo IAVA, que une a cuatro instituciones que funcionan en la misma manzana: el Museo de Historia Natural, la Biblioteca Central de Secundaria, el Observatorio Astronómico y el propio liceo. También hay un centro de recursos para alumnos sordos y autistas, una antigua biblioteca, el gimnasio y un salón de danza con piso flotante.

    Inaugurado en 1911 y declarado Monumento Histórico Nacional en 1976, el majestuoso edificio consta de dos pisos y patios entre galerías, columnas y un subsuelo con murales también “intervenido” por los alumnos.

    Se ubica además en una zona cultural privilegiada, rodeado por la Facultad de Derecho, la Biblioteca Nacional y varias librerías.

    Con capacidad para 150 personas, el anfiteatro suele usarse los viernes por la tarde para cineforos en los que además participan estudiantes de otros liceos. La propuesta empezó en 2014 y también tocan bandas del liceo, cuenta Yaco D’Atri, de 19 años, que cursó tres años en el IAVA y coordinó las proyecciones de cine.

    En 2009 tuvo lugar una gran reforma del edificio —gracias a un préstamo del BID por unos US$ 2,5 millones—, pero resultó incompleta. Desde mediados de 2016 quedó toda un ala clausurada —la que da a la calle Eduardo Acevedo— por humedades en techos y paredes.

    Otro problema para el edificio es la plaga de las palomas. Una vez al mes va al liceo un cetrero acompañado por un halcón para romper los nidos, territorializar y ahuyentar a las palomas.

    La obra más grande comenzó en enero de 2018 y está previsto que acabe en agosto. Las reformas han complicado la movilidad de la población interna: los patios están vallados por cercos metálicos para prevenir el riesgo de desprendimientos de revoque. “Te sentís como Mario Bros avanzando y cruzando barreras para ir de la sala de profesores a un salón”, comentó una docente al sortear una cinta que impedía el paso.

    El día de la Educación Pública de 2016, alumnos del IAVA recibieron a la ministra de Educación con cascos amarillos de obra en reclamo de mejoras edilicias y la despidieron entre abucheos y cánticos: María Julia Muñoz, vos sí que estás pintada, no sabés nada de educación”.

    Un secuestro artístico

    Mariela Rodríguez es profesora de Literatura en el IAVA, y hace un mes posteó en Facebook un comentario sobre “la intervención artística de un ‘secuestro’ en el liceo”, que se viralizó en las redes. Se trató de una puesta en escena del Gremio de Estudiantes del IAVA “para mostrar lo que ocurría en los centros educativos durante la dictadura” y convocar a la Marcha del Silencio del 20 de mayo.

    El comentario de la docente y su repercusión en las redes —con más de 6.000 visitas en cinco horas— y en los medios, que levantaron el video en el que dos encapuchados entraban a un aula para llevarse a rastras a una alumna mientras un profesor da clase, se convirtió en una noticia que traspasó fronteras.

    Rodríguez, con 29 años de docencia, también trabaja en la oficina de comunicación social del CES y suele destacar en sus cuentas personales “las cosas buenas que pasan en el IAVA y que no salen en la prensa, donde suele verse a Secundaria como la madre de todos los problemas”.

    Lo artístico “caracterizó históricamente” al IAVA, sostiene.

    “Claro que si uno ve ese video, que alguien publicó fuera de contexto, da miedo. Pero no fue nada grave, en el IAVA pasan estas cosas todo el tiempo. Esto se viralizó de una forma bestial”, afirma.

    “Claro que si uno ve ese video, que alguien publicó fuera de contexto, da miedo. Pero no fue nada grave, en el IAVA pasan estas cosas todo el tiempo. Esto se viralizó de una forma bestial”

    Para la directora de Secundaria también “hubo un mal uso de las redes sociales”. “Se trató de una intervención artística de los estudiantes”, dice Olivera. “Hacer sentir el miedo no es fácil. Que esto pase en una institución de fuerte tradición propedéutica… Pero el bachillerato artístico del IAVA ya ha generado desafíos de este tipo, y suele ser muy disruptivo”.

    “En todos los liceos grandes de segundo ciclo hay una tradición de gremio estudiantil muy fuerte, con claro perfil político”, dice a Búsqueda el adscripto Federico Drömer, integrante de la Asociación de Docentes de Educación Secundaria. “A estos chiquilines no necesitamos manijearlos para nada, porque sale de ellos mismos la adopción de medidas de lucha”, afirma.

    Según Jaureguy, “con la escena del ‘secuestro’, los estudiantes del IAVA mantuvieron la tradición y la sensibilidad frente a los hechos, desafiándonos con una categoría estética simultánea”.

    La consejera valora también que los estudiantes del IAVA son “particularmente amigables con la diversidad sexual”, y señala como ejemplo la “disrupción cognitiva” que están generando en el sistema educativo público con los baños inclusivos. “A mí, como persona mayor, me ha generado cierta distorsión mental. Pero está genial, porque parte del proceso es que los chiquilines te interpelen”.

    Información Nacional
    2018-06-14T00:00:00