Amparados por un régimen de legislación laboral más benigno, los afiliados sindicales pasaron de unos 110.000 en 2004 a 340.000 en 2012 y esperan llegar a los 350.000 antes del 1º de Mayo del 2013.
Si se compara la masa sindical con la población económicamente activa uruguaya, la proporción es del 20,5%, colocando al país segundo en Latinoamérica en afiliación gremial, solo superado por Argentina (37%), según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Varios dirigentes sindicales uruguayos tienen estrechos vínculos con el gobierno y el oficialista Frente Amplio, del cual o pasaron a formar parte —el caso más reciente es el de Juan Castillo, ex coordinador de la central y actual vicepresidente de esa fuerza política— o se declaran militantes.
La cercanía con el gobierno les ha traído más de un dolor de cabeza a los jefes gremiales, que han tenido que lidiar con sindicatos y dirigentes que los acusan de estar demasiado “comprometidos” con el Poder Ejecutivo y no tener la suficiente independencia para defender los intereses de los trabajadores.
Campaña y cotizantes.
“Es un dato muy alentador. Esperamos alcanzar los 350.000 afiliados el 1º de Mayo”, dijo a Búsqueda el coordinador de la central y secretario de Finanzas, Fernando Pereira, quien participó de la reunión con Jennings.
El dirigente señaló que a mitad del 2012 la central sindical inició una campaña de afiliación en las empresas públicas y privadas con el slogan: “pone tus derechos a trabajar, afiliate a tu sindicato”.
A su vez, en las próximas semanas el PIT-CNT lanzará una campaña en todos los medios de comunicación que promueva la afiliación sindical, pero que también “mejore el vínculo” y “consolide su imagen” en la sociedad.
“Tenemos una gran representación y nadie duda de nuestra legitimidad, pero queremos llegar a más”, dijo Pereira, que adelantó que la campaña tendrá un costo no menor a U$S 50.000.
Pereira presentó algunos datos del crecimiento por sindicato entre 2004 y 2012: el de la construcción (Sunca) pasó de 4.400 a 30.000 afiliados, la Fuecys creció de 4.000 a 26.800 y de 2.800 profesores afiliados que había en 2004, ahora hay 9.600.
Los maestros (FUM) pasaron en este período de 4.500 afiliados a 19.000, dentro de la administración pública. La Confederación de Organizaciones de Funcionarios del Estado (COFE) contaba con 8.800 afiliados y hoy son 25.000.
Además, el sindicato de la salud privada (FUS) creció de 4.000 a 20.000 afiliados, los metalúrgicos (Unmtra) de 2.000 a 7.000 y los trabajadores de frigoríficos (Foica) de 200 a 3.900.
Los afiliados deben pagar una cuota a su sindicato y este a su vez le paga $ 6 por cada afiliado “cotizante” a la central. De los casi 340.000 afiliados, aportan 230.000, según las cifras del último Congreso del PIT-CNT en 2011. Esta relación entre afiliados y cotizantes “ha ido mejorando”, según Pereira.
Sólo con este ingreso, la central recibe unos U$S 70.000 por mes, además de “aportes extraordinarios” de los sindicatos y colaboraciones de otras centrales, en particular italianas y españolas.
“En los últimos ocho años no hemos tenido un solo balance negativo”, informó el dirigente.
¿Músculo o gordura?
Pereira explicó que el crecimiento “es mayor poder de acción”, pero también implica “una responsabilidad para mantener unida la central”.
De hecho la capacidad de ser una sola central en todo el país fue algo ponderado por Jennings, ante lo que Pereira reconoció que eso se basa “en la administración de los disensos”, pero también en la “cuotificación del poder”, respetando a “todas las corrientes de opinión” que conviven dentro del movimiento sindical.
“El dilema que pasa ahora es ver cómo transformamos este crecimiento: si lo hacemos músculo o gordura”, dijo a Búsqueda el secretario general de AEBU, Fernando Gambera.
El gremialista explicó que el incremento trajo “muchos dirigentes jóvenes” que “no conocen lo que costaron todas estas conquistas actuales” y que “es muy importante formarlos en la tradición del movimiento sindical” para que “no pierdan de vista que la militancia es para toda la vida”.
“Hay que asegurarse una militancia estructural, no coyuntural, porque ahora los tiempos son buenos y hay un gobierno más afín. Es para los tiempos en que hay que replegarse y luchar que se precisa la mayor cantidad de gente posible”, agregó.
Gambera sostuvo que “la unidad de la central es sagrada” y que eso “también hay que enseñarlo” para que “no se rompa todo a la primera diferencia”.
Para Edgardo Oyenard, coordinador de la central y dirigente del sindicato del medicamento, el aumento del número de afiliados a los sindicatos está directamente relacionado, al menos en el sector privado, con el funcionamiento de los Consejos de Salarios.
Oyenard dijo a Búsqueda que esta vieja conquista se había perdido durante el gobierno de Luis Lacalle (1990-95), quien “debido a su concepción neoliberal” no convocó a los consejos, como había hecho el primer gobierno de Julio Sanguinetti.
Para este dirigente es importante encontrar formas de comunicación con los jóvenes, que son la gran mayoría de los nuevos afiliados, y reconoció que “a veces es difícil saber cómo trabajar”, por las diferencias generacionales y culturales.
Sin competencia.
Para el profesor de relaciones laborales de la Universidad estatal y de la Universidad Católica Juan Manuel Rodríguez, el nivel de sindicalización de los uruguayos, que se ubica en una tasa de 30%, es “alto”, pero no de los más altos del mundo, porque existen países, con otros modelos de relaciones laborales, especialmente los europeos, con tasas que llegan hasta el 80%.
Según Rodríguez, que dirige el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop), uno de los problemas para medir el nivel de sindicalización en Uruguay es que no existen cifras oficiales.
Para explicar por qué el país no tiene una tasa de sindicalización tan elevada como otros europeos, este académico sostuvo que ello se debe a que imperan otros modelos de relaciones laborales. En Argentina, por ejemplo, la asistencia médica, llamada Obra Social, está relacionada con los sindicatos y en otros países no es posible trabajar en algunas áreas si no se integra un sindicato.
Rodríguez opina que el aumento de la afiliación tiene la ventaja evidente de una mayor potencia a la hora de “luchar por conquistas” y por el otro lado la desventaja de que una parte importante de los que actúan “son jóvenes que no cuentan con la experiencia sindical necesaria”, aunque precisó que en Uruguay “no es una traba grave ser inexperiente porque no hay problemas graves”.