Juan Castillo se ríe mientras muestra en su celular una captura de pantalla de lo que decía su perfil en Wikipedia. “Asqueroso comunista ciego del mundo real”. Luego figuran sus datos personales. Se sigue riendo mientras cuenta que su equipo de trabajo está indignado. Hizo tres denuncias ante Delitos Informáticos del Ministerio del Interior, pero no pasó nada.
El senador comunista prefiere no darle mayor importancia. Tiene varios temas de más relevancia que resolver. Un viaje en ciernes a China convocado por el Partido Comunista, otra invitación del gobierno de Venezuela de cara a las elecciones y una discusión con sus compañeros del Frente Amplio el próximo sábado 5. Ese día el Plenario Nacional de la fuerza oficialista debe decidir qué caminos tomar en su inserción internacional y si apoya o no un tratado de libre comercio (TLC) con Chile que ya firmó el gobierno.
Su postura es la de oponerse al TLC. No cree que ayude a generar puestos de trabajo ni a la defensa de las industrias nacionales y, además, pone en riesgo la soberanía del país. Sabe que “es preocupante” para el gobierno que no se apruebe, pero tiene claro que no fue el Frente Amplio quien instaló el tema, según dijo a Búsqueda. Para el exsindicalista, el Poder Ejecutivo debió actuar de otra forma: dar más información a la fuerza política y no hacer que se entere por la prensa.
—¿Por qué oponerse a un tratado de libre comercio con Chile?
—Estamos convencidos de que no nos favorece, ni que pueda favorecer directamente a la generación de puestos de trabajo en Uruguay o a la defensa de la industria nacional. Nosotros sí creemos en la necesidad de generar acuerdos comerciales con otros Estados a los efectos de mejorar la colocación de nuestros productos y precios por la baja de aranceles. No es un problema de nombres. No es que estemos atados porque es un TLC.
— Si no es un problema de nombres, ¿qué tipo de acuerdos debería firmar el gobierno?
—No es que prefiramos algún otro formato, no es lo mismo que Uruguay discuta con Chile que discuta con los Estados Unidos, que discuta con China o con Bolivia. No es lo mismo. Habrá que ver en su momento y con quién estemos negociando cuáles deben ser los contenidos. Insisto, sobre la base de que sí necesitamos establecer acuerdos comerciales o tratados comerciales que garanticen aperturas de mercados.
—¿A priori no estaría en contra de un TLC con Estados Unidos o China?
–Ni a priori en contra, ni a priori a favor. Nosotros hasta donde hemos avanzado en el Partido (Comunista) es analizando caso a caso. Hay un tratado comercial firmado con el gobierno de México que tiene determinadas características y contenidos que no parecen ser desventajosos para Uruguay, pero que tampoco potenció demasiado. Tenemos entendido que no hubo prácticamente movimientos en el intercambio comercial comparado con las expectativas que se tenía. Tenemos uno avanzado ahora en esta discusión con Chile, tan avanzado que lo han firmado los gobiernos, y estaba en discusión un posible TLC entre el Mercosur y la Unión Europea. Eso tiene momentos políticos que, según las internas de los países más poderosos, lo aceleran o lo encajonan. Los compañeros que tienen más claros los contenidos dicen que las consecuencias son peores para la producción agrícola y ganadera de nuestro país. Entonces, a eso nos referimos con no ponernos el balde y discutir estas cosas pero mirando la letra chica, fijarnos en los contenidos; y lo que no estamos es dispuestos a firmar nada que hipoteque nuestra soberanía o que pueda perjudicar los puestos de trabajo o algunas industrias importantes.
—Los aranceles son uno de los argumentos que manejan quienes defienden la firma del TLC. ¿Se justifica con eso?
—No sé si alcanza, pero es un elemento a tener en cuenta. Hemos preguntado en la interna del Frente Amplio: ¿Hay algún compañero que pueda demostrarnos en qué nos favorece? Y el silencio reina. De verdad, queremos saber cuál es el motivo, porque no quiero quedarme con la campana de que soy el defensor de las causas perdidas, pero queremos entender, ver qué es lo que ocurre. Porque acá, va a darse una discusión el sábado para buscar equilibrios. Cada cosa de esta golpea en la interna y uno tiene que tener los cuidados para defender la unidad.
—¿Lo ve como un evento previo a la discusión de programa de cara al Congreso del Frente Amplio a fin de año?
—No, nadie lo ha colocado así.
—Pero dependiendo de cómo se dé la discusión, puede haber lastimados después.
—Con algunos compañeros que estamos en posiciones totalmente divergentes en este tema, si dentro de 15 días hay que trabajar para un acuerdo interno de cara al Congreso, no tenemos ningún tipo de problema.
—Si triunfa la postura de ustedes de que no haya tratado, ¿no les preocupa cómo dejan parado al Poder Ejecutivo en esto?
—Es preocupante, pero no fuimos nosotros los que empezamos este tema. Todos en el Frente Amplio sabemos cuáles son las reglas de juego. Y está claro también que debe quedar de manifiesto que a veces puede ocurrir que las necesidades de los compañeros que están en la gestión de gobierno, que tienen que tomar resoluciones, adoptar posturas, no pueden esperar por los tiempos políticos de la interna. Está bien, puedo comprender que eso es así. Pero este es un tema muy sensible, muy delicado y no todos entienden que todos tienen que ponerse a ayudar y no a tirotear. Hay veces que prefiero morderme la boca y que me sangren los labios antes que seguir echando leña al fuego.
—¿Pero el Poder Ejecutivo no debió entonces, por más que los tiempos de la fuerza política son distintos, hablar primero y dar información sobre esto?
—A nosotros nos hubiese ayudado, habría contribuido. No es lo mismo ser informado en la previa de que tenemos que llegar a tener que tomar una resolución de este tipo, que a leerlo en la prensa.
—¿Qué cree que pesa más de cara al sábado, definir el tema puntual o la idea que han planteado desde el gobierno que no se resiste más un enfrentamiento entre la fuerza política y el gobierno?
—Eso es parte del planteo de parte de algunos compañeros en las reuniones que hemos tenido. ¿Qué pesa más? No sé. Capaz que pesan exactamente lo mismo. A 72 horas del Plenario no sabemos cuál es la fórmula que contemple a todos, y todos es tres.
—¿Qué tres?
—Si todo lo que hacemos nosotros es solo para vestir, rodear, salvar al gobierno, bien, entonces el gobierno queda blindado, queda protegido, sale para adelante ¿pero cómo queda el Frente Amplio? ¿Entonces lo que vamos a hacer es cómo priorizar al Frente Amplio sin importar cómo queda el gobierno? No, no, no. ¿Y cómo le va al país? Porque el problema para nosotros es si los contenidos favorecen o no favorecen a los uruguayos. Desde nuestro punto de vista, los contenidos no favorecen a la generación de puestos de trabajo a un mejor estándar de vida, a defender y proteger determinados medios de producción.
—¿Y por qué el gobierno ve esto como algo bueno?
—Nuestros compañeros en el gobierno seguramente aprobaron esto pensando que esto es lo mejor para el Uruguay.
—Da la sensación de que a diferencia de otros momentos, el Frente Amplio se vio embretado por el gobierno.
—Si tuviera el poder de decisión, trataría de no meter más líos a la interna del Frente Amplio que nos dividan en estos dos años de gobierno que nos quedan, y dedicaría todo el esfuerzo para cumplir con el programa. El gobierno tuvo frente a sí una propuesta, está convencido de que es lo mejor para el país, lo firmó y lo puso a consideración. Está bien. Tiene tanto derecho el compañero que está en el gobierno a hacer eso, como el derecho de los compañeros que estamos en la estructura a ver que hay algunas cosas que no están tan buenas y que en el balance no nos parecen favorables.